Vergara
La negativa de Rajoy a estrechar la mano de S¨¢nchez se contrapone al gesto presuntamente fraternal del general Maroto
El 31 de agosto de 1839, el general Espartero, que acababa de ganar una guerra para Isabel II, y el general Maroto, que la hab¨ªa perdido para su t¨ªo, Carlos Mar¨ªa Isidro, se abrazaron en las campas de Vergara. El abrazo de Vergara alcanz¨® una celebridad muy superior a la obtenida por el tratado de paz que ambos hab¨ªan firmado previamente, pero no ahorr¨® a los espa?oles dos guerras carlistas y otras tantas intentonas m¨¢s. En todas ellas, los liberales progresistas y laicos, m¨¢s tarde republicanos, se batieron contra los mon¨¢rquicos tradicionalistas y ultracat¨®licos, m¨¢s tarde fascistas, para inaugurar una tradici¨®n que marca la historia de Espa?a con una herida que a¨²n no se ha cerrado. La negativa de Rajoy a estrechar la mano de S¨¢nchez se contrapone al gesto presuntamente fraternal de Maroto, que abraz¨® a su vencedor mientras los suyos maquinaban ya la manera de volver a asaltar el trono. Conviene recordar que no les mov¨ªan las virtudes de su pretendiente, sino la convicci¨®n de que luchaban en nombre de Dios contra una reina imp¨ªa, dispuesta a renunciar al poder absoluto que mejor conven¨ªa, en su opini¨®n, a un pueblo que ni sab¨ªa, ni pod¨ªa, ni quer¨ªa vivir sin cadenas. El siglo XIX, laguna sistem¨¢tica en nuestros planes de estudio, que los legisladores franquistas sab¨ªan muy bien por qu¨¦ extirparon de los libros de texto, no s¨®lo tiene la virtud de explicar admirablemente el siglo XX, sino que resulta muy ¨²til para comprender el XXI. Por eso celebro que Rajoy no haya querido estrechar la mano de S¨¢nchez ante los fot¨®grafos. Si nos atenemos a nuestra propia tradici¨®n, ese impulso expresa menos desprecio que respeto y constituye la asunci¨®n p¨²blica de una derrota sin paliativos sentimentales de ning¨²n tipo. Am¨¦n.
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