8.000 cartas para Yecenia
Yecenia Armenta lleva tres a?os en prisi¨®n preventiva en Sinaloa tras haber sido acusada de asesinar a su marido y torturada por la polic¨ªa, seg¨²n denuncia
Yecenia Armenta crey¨® en las palabras de sus torturadores. Al fin y al cabo todas las anteriores amenazas se hab¨ªan convertido en hechos: golpeada, asfixiada con una bolsa de pl¨¢stico, ahogada con un trapo de agua y violada por los polic¨ªas que la hab¨ªan detenido ilegalmente, con los ojos vendados, acept¨® firmar su confesi¨®n por un delito ¡ªmandar matar a su marido¡ª que no hab¨ªa cometido y no lo soport¨® m¨¢s. Intent¨® suicidarse, ahorc¨¢ndose en su celda, cuando los funcionarios p¨²blicos, hartos de golpearla, hartos de que se siguiera declarando inocente, dieron un paso m¨¢s y amenazaron con violar y matar a sus dos hijos si no firmaba un papel con su culpabilidad. Firmar sirvi¨® para hipotecar su vida y para que los polic¨ªas pudieran presentarla ante la opini¨®n p¨²blica como culpable de asesinato.
¡°No s¨¦ c¨®mo se desataron esos cordones pero me desmay¨¦ y amanec¨ª viva sobre el suelo, dolorida, angustiada por mis hijos. Ped¨ª a un m¨¦dico que me trajera algo para el dolor, dij¨® que s¨ª, que lo traer¨ªa, pero no trajo nada¡±.
Estoy sentado con Yecenia en la escu¨¢lida biblioteca de una c¨¢rcel de mujeres en Sinaloa, el estado del Chapo Guzm¨¢n, donde ella sigue en prisi¨®n preventiva m¨¢s de tres a?os despu¨¦s de su detenci¨®n y tortura por la polic¨ªa. He venido a traer a Yecenia unas 8.000 cartas de todo el mundo que reclaman su libertad a las autoridades y que se investigue la tortura que sufri¨®. Antes de venir he repasado el expediente acusatorio: su confesi¨®n bajo tortura es la ¨²nica prueba que tiene la polic¨ªa sobre su implicaci¨®n en el asesinato de su marido. No hay m¨¢s evidencias, s¨®lo irregularidades: sus presuntos c¨®mplices denunciaron malos tratos, como ella, el primer d¨ªa ante el juez, el presunto asesino nunca apareci¨®, y videos y grabaciones de llamadas que, supuestamente, la inculpaban no figuran en el expediente. S¨®lo la tortura, y el miedo a la muerte de sus hijos, le hizo confesar algo que nunca hizo.
No es la ¨²nica persona que ha sufrido torturas en M¨¦xico, ni la n¨²mero 100, ni siquiera la v¨ªctima n¨²mero 1.000: entre los a?os 2010 y 2013, la Comisi¨®n Nacional de Derechos Humanos, un ¨®rgano gubernamental, recibi¨® m¨¢s de 7.000 quejas de malos tratos y torturas, y la impunidad de los perpetradores es casi total. De hecho es tan cotidiana en M¨¦xico la tortura que una encuesta, llevada a cabo por Amnist¨ªa Internacional el a?o 2014, resaltaba el temor de un 64% de los mexicanos a ser torturados si ca¨ªan en manos de la polic¨ªa.
Entre los a?os 2010 y 2013, la Comisi¨®n Nacional de Derechos Humanos de M¨¦xico recibi¨® m¨¢s de 7.000 quejas de malos tratos y torturas
Pero Yecenia es ¨²nica en estos momentos para m¨ª, vestida de naranja, a modo de los presos de Guant¨¢namo, cuando llora al recordar que la golpeaban con las manos en la cara y que no sab¨ªa nada de sus hijos cuando crey¨® que iba a morir. Le toco el brazo para aliviar su dolor pero no se inmuta ni me devuelve el gesto, s¨®lo mira con dureza a un punto indeterminado en la estanter¨ªa. Recupera el ¨¢nimo y la sonrisa cuando me dice que su hija aprende ingl¨¦s con las cartas que le llegan de todo el mundo, y que prefiere que le manden tarjetas postales porque as¨ª ella aprende geograf¨ªa e imagina viajar.
En esa c¨¢rcel de Sinaloa de nombre orwelliano ¡ªCentro de Ejecuci¨®n de las Consecuencias Jur¨ªdicas del Delito¡ª est¨¢n recluidas unas 5.000 personas. Es una prisi¨®n extra?a; tiene paredes pintadas de colores, algunas zonas ajardinadas y tambi¨¦n verjas interiores de las que se cuelgan las manos de mujeres deseosas de poder contarnos sus historias de abusos mientras recorremos sus pasillos. Pero esta fachada amable esconde tambi¨¦n hacinamiento. Yecenia Armenta no est¨¢ mal en la c¨¢rcel; recibe regularmente visitas de sus hijos y otras internas le ayudan a clasificar las cartas que recibe: ayer m¨¢s de 700.
La conversaci¨®n transcurre con fluidez y cercan¨ªa pero resultan especialmente dif¨ªciles esos ¨²ltimos momentos que pasamos juntos: nosotros saldremos a la calle sin ning¨²n contratiempo rese?able y Yecenia s¨®lo nos podr¨¢ despedir en la puerta: lleva en la c¨¢rcel m¨¢s de tres a?os y seguir¨¢ all¨ª por un tiempo m¨¢s, en la mejor de las circunstancias. ?Qu¨¦ decir para despedirse sin que resulte una obviedad?, ?cu¨¢nta esperanza debemos alimentar en Yecenia para que resista pero sin enga?arla con promesas dif¨ªciles de cumplir?
Salimos del penal y nos espera una docena de periodistas. Muchos tienen mucho coraje al informar, mal pagados y muy amenazados, sobre lo que ocurre en el infierno de Sinaloa. Despu¨¦s, vamos a ver a Marco Antonio Higuera G¨®mez, Procurador General de Justicia, el hombre que tiene en sus manos la libertad de Yecenia y quien, por ahora, la mantiene en prisi¨®n. Es tambi¨¦n el jefe de sus torturadores.
No nos hace esperar y nosotros tampoco nos detenemos en rodeos diplom¨¢ticos o de cortes¨ªa. Ante ¨¦l, sobre la mesa, un expediente voluminoso que contiene toda la informaci¨®n disponible sobre Yecenia, aunque el Procurador y nosotros sabemos que esos documentos est¨¢n llenos de nada o, lo que es lo mismo, de in¨²til burocracia para que pensemos que hacen algo sobre el caso sin hacerlo. En mi experiencia, los gobernantes que no desean mover un dedo para solucionar un caso como ¨¦ste siempre argumentan que est¨¢ fuera de su competencia, que la salida ¡ªla libertad de Yecenia¡ª est¨¢ en manos de alg¨²n otro ¨®rgano de la Administraci¨®n. Seg¨²n Don Marco Antonio, de la Corte Suprema de Justicia de M¨¦xico que acept¨® un recurso de amparo del abogado de Yecenia.
Con todo, lo m¨¢s inquietante de la conversaci¨®n con el Procurador General es que no se molesta en rebatir nuestras afirmaciones ni abre una sola vez la gruesa carpeta que se ha traido de los archivos; tampoco le acompa?a un asesor o alg¨²n experto que le aconseje bien sobre el asunto que nos trae a Sinaloa. Sin inmutarse nos confirma que tardaron tres a?os en empezar la investigaci¨®n por torturas y que ninguno de los cinco polic¨ªas identificados como sospechosos ha sido separado del servicio, tampoco parece haber ninguna investigaci¨®n abierta sobre los tres m¨¦dicos que miraron para otro lado tras denunciar Yecenia que hab¨ªa sido torturada.
El Procurador no dice nada cuando comentamos que dos forenses independientes intervinieron en este caso para confirmar las torturas que sufri¨® Yecenia mientras que el facultativo a sus ¨®rdenes ignor¨® toda evidencia f¨ªsica y psicol¨®gica de malos tratos y concluy¨®, con base en el certificado de buena salud expedido por sus m¨¦dicos tras ser detenida, que no se pod¨ªa determinar si Yecenia Armenta hab¨ªa sido torturada o no.
El Procurador no nos desmiente cuando afirmamos que la ¨²nica prueba contra Yecenia es su confesi¨®n bajo tortura ni siquiera se molesta en defender una investigaci¨®n policial plagada de errores e irregularidades. Tampoco indica que hayan encontrado, en estos tres a?os, alguna prueba concluyente contra ella. Le pedimos, por lo tanto, que retire los cargos de inducci¨®n al asesinato y ponga a Yecenia en libertad. En un principio, como dec¨ªa, afirma que la ¡°pelota no est¨¢ en su tejado¡± pero acaba reconociendo que podr¨ªa hacerlo pero que no lo va a hacer. ?Por qu¨¦? Por la familia del marido muerto. Le insistimos en que, seg¨²n toda las evidencias, lo ¨²nico que refleja ese expediente que tiene en sus manos es la inocencia de una persona y que no har¨¢ justicia a esa familia dejando impunes las torturas de Yecenia. Le pedimos que la olvide a ella y se concentre en encontrar a los aut¨¦nticos culpables del asesinato.
Cuando salimos de la reuni¨®n me pregunto por qu¨¦ el procurador ni siquiera se ha tomado la molestia de rebatir los hechos que le hemos presentado y por qu¨¦ se empecina en mantener en prisi¨®n a una persona inocente que, adem¨¢s, fue presuntamente torturada por cinco de sus polic¨ªas.
Es un d¨ªa, como siempre en esta parte del a?o, soleado y seco en Sinaloa cuando tomamos el avi¨®n de vuelta a la capital de M¨¦xico. ?Hacia qu¨¦ lugar del mundo viajar¨¢ hoy mentalmente Yecenia Armenta al mirar esas postales que le llegan cada d¨ªa? ?Qu¨¦ le cuento de nuestra reuni¨®n con el procurador? ?Cu¨¢nta injusticia ser¨¢ capaz de soportar?
Esteban Beltr¨¢n es director de Amnist¨ªa Internacional Espa?a.
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