Un Gobierno d¨¦bil, ?por fin!
Los problemas que tenemos los espa?oles son propios de las democracias maduras, con econom¨ªas abiertas y sociedades envejecidas que nos rodean
Parece dif¨ªcil en la Espa?a de hoy negar a nadie el derecho a la pesadumbre. Unir la l¨ªnea de puntos que va desde la crisis econ¨®mica hasta el aumento de las desigualdades, pasando por el desaf¨ªo soberanista y el aumento de la corrupci¨®n, no parece requerir mucha destreza. Si a eso a?adimos los problemas de liderazgo pol¨ªtico, democracia interna y renovaci¨®n que aquejan a los partidos pol¨ªticos, el panorama puede ser bastante desolador. Y si como colof¨®n nos detenemos en el pat¨¦tico espect¨¢culo de las consultas y negociaciones para formar Gobierno, un mundo al rev¨¦s dominado por espantadas, ¨®rdagos, bloqueos y tacticismos, cualquier atisbo de optimismo se disipar¨ªa m¨¢s que por completo.
Peor a¨²n pinta el futuro, dicen los agoreros. Si Pedro S¨¢nchez consigue formar Gobierno, que seguramente no lo har¨¢, nos avisan, alumbrar¨¢ un Gobierno d¨¦bil, encabezado por un l¨ªder sin margen y una coalici¨®n sin recorrido. Como no tendr¨¢ una mayor¨ªa amplia ni estable, nos advierten, solo tendr¨¢ dos opciones. No enviar leyes al Parlamento y as¨ª evitarse la humillaci¨®n de ver sus propuestas continuamente derrotadas en la C¨¢mara, quedando su Gobierno convertido en un zombi cuya supervivencia solo se explicar¨¢ por la imposibilidad de que de un Parlamento tan fragmentado surja una coalici¨®n de 176 esca?os que pueda armar una moci¨®n de censura y reemplazarle en La Moncloa. O bien intentar legislar pero fracasar una y otra vez en el empe?o hasta que, acosado por la izquierda, la derecha y los nacionalistas, se viera abocado a convocar elecciones anticipadas a los pocos meses de haber sido investido.
En cualquiera de los casos, concluyen los augures, estaremos ante un fracaso del sistema pol¨ªtico, con el consiguiente aplazamiento de las reformas que necesitamos para cerrar la triple brecha de desempleo, desigualdad y desafecci¨®n dejada por la crisis. Incluso, se?alan, podr¨ªamos deslizarnos hacia la quiebra en caso de que los mercados financieros se volvieran contra Espa?a. Por no hablar de lo que ocurrir¨ªa si los independentistas dejaran atr¨¢s el juego de escaramuzas que han seguido hasta la fecha y, aprovechando la debilidad del Gobierno, pasaran a una confrontaci¨®n abierta con el Estado.
Los augures hablan de fracaso del sistema pol¨ªtico y de aplazamiento de las reformas
La buena noticia es que el pesimismo que domina hoy los an¨¢lisis pol¨ªticos, reproducido con mejor o peor fortuna en las l¨ªneas anteriores, no es obligatorio. Para reconstruir el ¨¢nimo reconsideremos por un momento la idea de que un Gobierno d¨¦bil es algo negativo. Es seguro que un gran n¨²mero de ciudadanos coinciden en que los Gobiernos que ten¨ªan mayor¨ªa absoluta y un horizonte de cuatro a?os de tranquilidad asegurada no han sido tan fant¨¢sticos como parecemos afirmar al a?orarlos tan sentidamente.
No parece que lo ocurrido en Espa?a en los ¨²ltimos a?os refrende esa preferencia por Gobiernos fuertes: al rev¨¦s, la mayor¨ªa absoluta de la que ha disfrutado el PP en esta ¨²ltima legislatura ha sido tan mala para la democracia como para el propio partido. Por un lado, ha llevado al Gobierno a eximirse de la obligaci¨®n de negociar y pactar, convirtiendo sus principales reformas en inaceptables para cualquier alternativa de gobierno. Por otro, le ha llevado no solo a calibrar mal la importancia de aquellos problemas (l¨¦ase la corrupci¨®n, pero tambi¨¦n la cuesti¨®n catalana) que ahora le pasan factura en forma de soledad pol¨ªtica y p¨¦rdida de confianza por parte de la ciudadan¨ªa, sino a ignorar el doble problema que significa la falta de liderazgo de Rajoy y la ausencia de alternativa al mismo.
En un pa¨ªs con partidos pol¨ªticos incapaces de renovarse desde dentro e instituciones demasiado d¨¦biles para resistirse a los abusos del poder ejecutivo, las mayor¨ªas absolutas son tan autodestructivas que parecen haberse convertido en el ¨²nico elemento capaz de desencadenar el desalojo total del poder. Tiempo tendremos de saber si la superaci¨®n de los Gobiernos fuertes basados en mayor¨ªas absolutas abrir¨¢ el paso a la regeneraci¨®n democr¨¢tica. De momento, la correlaci¨®n de fuerzas que ha surgido de las urnas en las pasadas elecciones del 20-D solo hace posible Gobiernos basados en amplios apoyos externos, bien se materialicen como un apoyo puntual para la investidura, en otro estable y duradero para asegurar la tarea legislativa, en uno que busque compartir la tarea de gobierno o simplemente en el que permita la sucesi¨®n de pactos de no agresi¨®n entre algunas fuerzas con el fin de evitar una serie de males mayores (la repetici¨®n de elecciones, el desaf¨ªo soberanista, etc¨¦tera).
El ¨²ltimo Ejecutivo fuerte con mayor¨ªa absoluta logr¨® un r¨¦cord de desafecci¨®n ciudadana
De todo esto se deduce que si por un Gobierno d¨¦bil nos referimos a uno que sea, por fin, humilde ante el Parlamento y el resto de fuerzas pol¨ªticas, transparente ante los medios de comunicaci¨®n, incapaz de eludir la rendici¨®n de cuentas ante la ciudadan¨ªa y obligado a pactar sobre los asuntos fundamentales que determinan el futuro del pa¨ªs, quiz¨¢ sean muchos los que se apunten a un Gobierno d¨¦bil. Una hip¨®tesis esta convergente con la satisfacci¨®n que, a decir de las encuestas, los ciudadanos muestran con la pluralidad partidista emanada de las urnas.
Es cierto que Espa?a est¨¢ en una coyuntura cr¨ªtica. Pero tambi¨¦n que, pese a la tendencia flageladora que insiste en retrotraer todos nuestros problemas a un ser espa?ol que nos predispondr¨ªa gen¨¦ticamente al fracaso hist¨®rico, lo cierto es que los problemas que tenemos los espa?oles son propios de las democracias maduras, con econom¨ªas abiertas y sociedades envejecidas que nos rodean. La desafecci¨®n pol¨ªtica, la fragmentaci¨®n partidista, la emergencia de nuevos partidos pol¨ªticos, las tensiones populistas, los problemas relacionados con el cambio de modelo productivo y las dificultades para gobernarnos en un marco de fuerte integraci¨®n econ¨®mica supranacional son la norma antes que la excepci¨®n en nuestro entorno. El ¨²ltimo Gobierno fuerte que disfrut¨® de una mayor¨ªa absoluta logr¨® un r¨¦cord de desafecci¨®n ciudadana. Ahora nos disponemos a ensayar con un sistema de cuatro partidos, Gobiernos d¨¦biles, pol¨ªticas de coalici¨®n y Parlamentos fuertes. Todo muy europeo, por fin. En cualquier caso, siempre nos quedar¨¢ la posibilidad de, tras un tiempo de experimento, volver a sufrir Gobiernos fuertes con mayor¨ªa absoluta. El des¨¢nimo es, claro est¨¢, un derecho, pero no un deber.
Jos¨¦ Ignacio Torreblanca es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la UNED. @jitorreblanca
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