No es el beso de Pablo Iglesias y Dom¨¨nech: es la cara de estupor de los que ven el beso

Desconocemos si dos diputados o diputadas se hab¨ªan besado en la boca en las dependencias del Congreso antes de hoy; hablamos del hemiciclo, ese lugar en el que las bocas, m¨¢s que ¨®sculos, suelen endilgar zurriagazos verbales. Pero ha llegado una nueva era, en la que cada sesi¨®n televisada parece ir acompa?ada de una foto para el recuerdo. A esta no le falta detalle. Pablo Iglesias (Podemos) y Xavier Dom¨¨nech (En Com¨² Podem) se funden en un c¨¢lido abrazo que culmina con un beso en los labios; un beso entregado, como de reencuentro. Un beso por el cambio. Un beso por el pueblo. Un beso contra la Troika y los recortes.?

Es un beso que no puede esperar: aunque Dom¨¨nech va a pasar a su lado cuando regrese a su silla, un impaciente Pablo Iglesias abandona su posici¨®n y se arroja al semic¨ªrculo central para felicitar con efusi¨®n al l¨ªder de?En Com¨² Podem tras el debut de este en la tribuna de oradores. Podr¨ªan aprender muchos futbolistas, cuando marcan un gol. ?Qu¨¦ rondar¨ªa por sus cabezas en ese instante? ?Se estar¨ªan arrepintiendo ambos de no haberse recortado la barba esa ma?ana, para evitar el inc¨®modo frufr¨²?

"Trae esos morros, que te meto la lengua hasta la campanilla". Por Espa?a. Por la Uni¨®n Europea. Por la Troika. Por el neoliberalismo. Por aquella mayor¨ªa absoluta. ?Te acuerdas, Luis?

El p¨²blico en general no ten¨ªa conocimiento de lo bien que se llevaban estos dos pol¨ªticos. Y todo, perfectamente captado por un c¨¢mara de televisi¨®n r¨¢pido y atento, y ante una concurrencia que asiste a este estrechamiento de lazos con estupor, no por el beso en s¨ª sino por el hecho de que dos seres humanos hayan tenido la capacidad de ponerse tiernos en semejante edificio.

?A qui¨¦n vemos, casualmente, detr¨¢s? A Alfonso Alonso, del PP (a la izquierda), a quien, por su abotargado gesto, el beso le pilla justo en el inc¨®modo momento en que el cruas¨¢n y el caf¨¦ largo de la ma?ana hab¨ªan empezado a pugnar sin tregua en la parte baja del intestino. Luis de Guindos (centro) parece tener sus despejadas ideas en otra parte, posiblemente en el partido del Atleti de anoche (3-0 a la Real Sociedad, se?or ministro). Y se miran a los ojos un nanosegundo, como pensando: "Trae esos morros, que te meto la lengua hasta la campanilla". Por Espa?a. Por la Uni¨®n Europea. Por la Troika. Por el neoliberalismo. Por aquella mayor¨ªa absoluta. ?Te acuerdas, Luis?

Mientras, la taqu¨ªgrafa (abajo a la izquierda) sin duda se est¨¢ preguntando si el lance debe constar o no en acta, y en caso de que s¨ª, c¨®mo consignarlo. ?Tiene emojis este teclado? Y, como colof¨®n, mientras los protagonistas reanudan el camino a sus sitios, Dom¨¨nech palmetea con gracia el trasero de Iglesias, gesto in¨¦dito, este seguro que s¨ª, en las instalaciones del Congreso (aunque si esas paredes hablaran¡­). En el congreso hay wifi y s¨ª, se puede usar Tinder.