Atados por la historia
Sin medios vinculantes que impidan que los Estados de Europa se deslicen hacia el nacionalismo populista y xen¨®fobo, el proyecto europeo corre el riesgo de quedar cercenado sin remedio
La Uni¨®n Europea es un logro destacable de la pol¨ªtica moderna. Sobre una base de valores compartidos, cre¨® un espacio de paz, progreso y libertad que permiti¨® dejar atr¨¢s enemistades nacionales enraizadas en d¨¦cadas, o siglos, de conflicto. Pero el abismo pol¨ªtico que se est¨¢ abriendo entre los miembros orientales de la UE y los occidentales, junto con el resurgimiento del nacionalismo en todo el continente, enfrenta esos valores (y con ellos, el futuro de la integraci¨®n europea) a la prueba m¨¢s dura de su historia.
En Europa del Este, la democracia se est¨¢ volviendo cada vez m¨¢s antiliberal. El primer caso fue Hungr¨ªa bajo el primer ministro Viktor Orban, que lleva seis a?os implementando su idea declarada de un ¡°Estado no liberal¡±. Ahora se le ha sumado Polonia: tras ganar las elecciones en octubre, el partido derechista Ley y Justicia, de Jaroslaw Kaczynski, ha lanzado una ofensiva para hacerse con el control de los medios de comunicaci¨®n, la Administraci¨®n p¨²blica y el Tribunal Constitucional. La UE ya ha iniciado una investigaci¨®n oficial sobre posibles violaciones de sus normas al Estado de derecho.
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El giro al autoritarismo en Europa del Este est¨¢ acompa?ado por un abierto cuestionamiento de las cuotas paneuropeas de inmigrantes, cuyo objetivo es aliviar la enorme crisis de refugiados a la que se enfrenta el continente. Al mismo tiempo, solo el a?o pasado Alemania registr¨® a alrededor de un mill¨®n de solicitantes de asilo.
Esta divisi¨®n es reflejo de una divergencia fundamental en la respuesta de ambas partes a la historia. La clara postura de Alemania en asuntos como la inmigraci¨®n y las libertades civiles supone un rechazo directo a sus acciones durante la II?Guerra Mundial. Ir¨®nicamente, el que m¨¢s de un mill¨®n de inmigrantes musulmanes hayan sido admitidos por Alemania en menos de un a?o no carece de relaci¨®n con el complejo de culpa alemana por el Holocausto de la comunidad jud¨ªa europea.
A pesar de que, como se?ala Timothy Snyder, historiador de Yale, los colaboracionistas en las ¡°tierras de sangre¡± entre Berl¨ªn y Mosc¨² muchas veces apoyaron los cr¨ªmenes de los nazis, estas sociedades no tienen el complejo de culpa de Alemania. Y cuando existe ¡ªA Europa, s¨ª, pero junto a nuestra muerte de la ensayista polaca Maria Janion es ciertamente una reflexi¨®n conmovedora sobre la muerte de Polonia y particularmente la de los jud¨ªos¡ª no es una fuerza primordial de caracter nacional como lo es en Alemania.
Una de las razones es que los europeos del Este no comparten la herencia del colonialismo. Por eso, ven al hijo bastardo del imperio (las migraciones) como un problema que deben resolver quienes lo engendraron: las viejas potencias coloniales europeas. Los pa¨ªses de Europa del Este (inseguros principiantes en el fr¨¢gil progreso econ¨®mico ofrecido por la pertenencia a la UE) no creen tener ninguna obligaci¨®n al respecto.
Los pa¨ªses del Este creen que la inmigraci¨®n deben resolverla las viejas potencias coloniales
Pero no es solo que a Europa del Este le falte voluntad de aceptar a los inmigrantes: se opone activamente a hacerlo, a tono con la m¨¢xima de Wladyslaw Gomulka de que ¡°los pa¨ªses se construyen siguiendo l¨ªneas nacionales, no multinacionales¡±. Esto tambi¨¦n deriva en parte de la II?Guerra Mundial: el Holocausto, primero, y despu¨¦s las limpiezas ¨¦tnicas de la posguerra ¡ªprobablemente de las m¨¢s brutales de la historia¡ª , en las que murieron m¨¢s de 30 millones de personas (incluidos casi todos los alemanes de la regi¨®n), reforzaron la aversi¨®n a la multietnicidad. De hecho, Estados multinacionales como Checoslovaquia y Yugoslavia se desintegraron al desaparecer las dictaduras que los manten¨ªan unidos.
La historia no se olvida f¨¢cilmente. Los polacos y otros pueblos que cayeron bajo el dominio sovi¨¦tico despu¨¦s de 1945 no pueden perdonar a Europa occidental que los haya sacrificado a Stalin en Yalta. Tampoco ven que su liberaci¨®n del totalitarismo sea un logro de aquella. La gratitud de los europeos del Este tiene otros destinatarios. El premio Nobel h¨²ngaro jud¨ªo Imre Kert¨¦sz hablaba por muchos en la regi¨®n cuando admiti¨® su incapacidad de quitarse el apego emocional a Estados Unidos, pa¨ªs que lo liber¨® de Buchenwald y despu¨¦s ayud¨® a liberar a Hungr¨ªa del comunismo sovi¨¦tico.
Con Polonia a la cabeza de los miembros rebeldes, la UE no podr¨¢ proteger las libertades civiles
El resurgimiento del autoritarismo en Europa del Este (que ya prevalec¨ªa en la regi¨®n antes de la era comunista) se alimenta de un temor profundamente arraigado a quedar en medio de dos enemigos tradicionales (Alemania y Rusia) a los que todav¨ªa se ve con aprensi¨®n. Para Ley y Justicia, y para la derecha polaca, los or¨ªgenes de la nueva Polonia no hay que buscarlos en la lucha no violenta por la libertad emprendida por el movimiento Solidaridad en los ochenta, que fascin¨® a Occidente, sino en el heroico combate de los polacos contra los bolcheviques venidos de Asia y las hordas alemanas durante la II?Guerra Mundial. Como expres¨® el ministro de Asuntos Exteriores polaco Witold Waszczykowski, la ¡°Europa de ciclistas y vegetarianos¡±, con su ingenua cultura de correcci¨®n pol¨ªtica y liberalismo, es una amenaza, no un modelo.
Cuando el Comisario de Econom¨ªa y Sociedad Digital de la UE, el alem¨¢n G¨¹nther Oettinger, amenaz¨® con poner al Gobierno polaco bajo supervisi¨®n por la ofensiva contra los medios y el Tribunal Constitucional, el ministro de Justicia polaco compar¨® esa propuesta con la ocupaci¨®n nazi. Y Kaczynski insisti¨®, desafiante, en mantener el rumbo, a la vez que desestimaba las amenazas, ¡°particularmente de los alemanes¡±.
Esto constituye un cambio radical respecto de los ¨²ltimos a?os, cuando Polonia era el alumno modelo de la expansi¨®n de la UE hacia el Este. Con Polonia a la cabeza de un eje de miembros rebeldes, la capacidad de la UE para proteger las libertades civiles dentro de sus fronteras (y ni hablar de influir en la conducta de otros pa¨ªses, como Rusia) quedar¨¢ seriamente disminuida. Y dada la falta de instrumentos vinculantes para impedir la transici¨®n de Estados miembros al autoritarismo, evitar que eso suceda no ser¨¢ f¨¢cil.
Europa es un continente saturado de historia y acosado por el espectro de su repetici¨®n. Pero si, como supuestamente observ¨® Mark Twain, la historia no se repite, pero rima, el recuerdo del pasado deber¨ªa guiar a Europa del Este, no tenerla de reh¨¦n. El pasado es una advertencia, no un destino.
Europa en este momento se enfrenta a una amenaza existencial. Sin los instrumentos vinculantes que impidan el deslizamiento de los Estados hacia el autoritarismo, toda la idea de Europa, que ya est¨¢ puesta seriamente en cuesti¨®n por el cada vez m¨¢s robusto auge del nacionalismo populista y xen¨®fobo, y con una pertinaz crisis econ¨®mica que afecta a la Uni¨®n desde 2008, quedar¨¢ mutilada sin remedio.
Shlomo Ben-Ami, exministro israel¨ª de Asuntos Exteriores, es vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz y autor del libro Cicatrices de guerra, heridas de paz: la tragedia ¨¢rabe-israel¨ª.Traducci¨®n: Esteban Flamini.? Project Syndicate, 2016.
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