Cuando ser gordo despertaba las envidias del mundo
A principios del siglo XX la corpulencia era sin¨®nimo de buena posici¨®n y riqueza. Esta es la historia del auge y la ca¨ªda del Club de los Hombres Gordos
El men¨² de un d¨ªa normal consist¨ªa en nueve platos rebosantes: c¨®ctel de ostras, sopa de pollo, filete de ternera con champi?ones, ensalada de camarones, pargo hervido, pollo asado, cochinillo asado, pudin de frutas con salsa de brandy, un postre (surtido de tartas, quesos y helados) y, para asentar el batiburrillo de alimentos, un caf¨¦. Al d¨ªa siguiente, otro men¨² similar. As¨ª eran los almuerzos en los clubes de gordos. Pesar 90 kilos como m¨ªnimo, conocer el apret¨®n de manos secreto, tener la contrase?a y pagar un d¨®lar (unos 89 c¨¦ntimos de euro). Esos eran los requisitos necesarios para pertenecer al Club de los Hombres Gordos de Nueva Inglaterra, fundado en 1903 por Jerome Hale en Wells River (Vermont). Su lema no daba lugar a ning¨²n tipo de confusi¨®n: ¡°Nosotros estamos gordos y lo aprovechamos al m¨¢ximo¡±. Lo que hoy casi ser¨ªa motivo de verg¨¹enza, en aquella ¨¦poca lo era de orgullo y celebraci¨®n. La corpulencia despertaba envidias en la sociedad de principios del siglo XX y denotaba que se gozaba de buena salud y riqueza.
Ver c¨®mo crec¨ªan los n¨²meros en la b¨¢scula era pura felicidad para aquellos hombres que se esforzaban en no dejar por el camino ni un gramo de grasa. Hab¨ªa noches en las que estaban llenos y solo les apetec¨ªa una sopa de col y algo de fruta, en las que incluso ten¨ªan ganas de caminar, pero sab¨ªan que deb¨ªan atacar el estofado de ternera y la tarta de ar¨¢ndanos sin gastar despu¨¦s demasiada energ¨ªa. Su llamativa figura no se manten¨ªa as¨ª por azar: requer¨ªa de cierta dedicaci¨®n. ¡°Si el cuerpo de una persona es su templo, entonces tener el tama?o de una catedral mostraba a los dem¨¢s que eras alguien relevante¡±, explica Daryl Leeworthy, historiador en la Universidad brit¨¢nica Swansea, a NRP (organizaci¨®n de medios con financiaci¨®n p¨²blica y privada de Estados Unidos).
Su lema no daba lugar a ning¨²n tipo de confusi¨®n: ¡°Nosotros estamos gordos y lo aprovechamos al m¨¢ximo¡±
En Estados Unidos la de 1920 era una sociedad optimista y capitalista que viv¨ªa exultante el auge del bienestar social. Eran los felices a?os 20, que culminaron abruptamente con la ca¨ªda de la Bolsa de Nueva York, el fat¨ªdico crack del 29. ¡°A principio de los a?os 20 la prosperidad americana se manifest¨® en diversos extremos: los salarios se elevaron r¨¢pidamente, la capacidad adquisitiva aument¨®, se instal¨®, en definitiva, el estilo de vida americano (american way of life) en el que creci¨® considerablemente el consumo individual y en el que el optimismo parec¨ªa no tener fin¡±, explica Mar¨ªa Serrano Segarra, profesora de la Universidad Miguel Hern¨¢ndez de Elche. Estados Unidos se encontraba en una situaci¨®n privilegiada con respecto al resto del mundo. La Primera Guerra Mundial, a la que EE.UU se uni¨® en 1917 en el bando aliado, lejos de trastocar los cimientos del pa¨ªs acab¨® por fortalecerlos. ¡°Tras el t¨¦rmino de la Primera Guerra Mundial la econom¨ªa estadounidense empez¨® a disfrutar de un liderazgo absoluto, ocupando un lugar destacado en las finanzas mundiales. Era la gran beneficiaria de la guerra debido a su posici¨®n acreedora de gran parte de las deudas que los pa¨ªses aliados hab¨ªan contra¨ªdo con este pa¨ªs¡±, se?ala Mar¨ªa Serrano.
Entretanto, Jerome Hale defend¨ªa que las personas gordas eran personas felices que necesitaban agruparse, y sinti¨® como su responsabilidad inaugurar El Club de los Hombres Gordos de Nueva Inglaterra. Situada entre Canad¨¢ y Nueva York, Nueva Inglaterra es una regi¨®n de EE. UU. al que pertenecen seis estados: Vermont, Rhode Island, Nuevo Hampshire, Maine, Connecticut y Massachusetts. Otro de los m¨¢s relevantes fue el club de los gordos de Nueva York. Eran lugares de encuentro en los que los hombres de amplia cintura pod¨ªan compartir su pasi¨®n por la comida, adem¨¢s de juegos y confidencias.
El cortometraje del cineasta Charles Path¨¦ muestra la excusi¨®n que realizaron los miembros del Club de los cien kilos en 1924.
Los miembros que pertenec¨ªan al club de Nueva Inglaterra se congregaban dos veces al a?o en Hale¡¯s Tavern, la posada de Jerome, y las reuniones se planificaban con bastante antelaci¨®n. El motivo de tal previsi¨®n no era tanto ajustar agendas como dar margen suficiente a todos los hombres para que alcanzasen el peso m¨ªnimo requerido para ingresar en el club. La competitividad era parte del juego y todos esperaban superar su marca anterior. Una vez reunidos felicitaban con orgullo a aquellos que hab¨ªan logrado subir kilos desde la ¨²ltima reuni¨®n.
El evento se convirti¨® en un verdadero espect¨¢culo para los habitantes de Wells River, que cada seis meses observaban con curiosidad a estos hombres enormes que ven¨ªan de visita durante un par de d¨ªas. Verlos andar era ¨¦pico: los ni?os se divert¨ªan mirando c¨®mo realizaban el apret¨®n de manos secreto entre ellos, e intentando descifrar la contrase?a del club. Jerome iba a buscarles a la estaci¨®n de tren a su llegada con su carromato tirado por dos caballos. Transportar a estos hombres no era poca haza?a: al llegar a la posada los caballos estaban desfondados.
Una cena normal inclu¨ªa 9 platos: c¨®ctel de ostras, sopa de pollo, filete de ternera con champi?ones, ensalada de camarones, pargo hervido, pollo asado, cochinillo asado, pudin de frutas con salsa de brandy, surtido de tartas, quesos y helados, y para asentar el batiburrillo de alimentos, un caf¨¦
Antonia Fern¨¢ndez, historiadora y docente en la Universidad Complutense de Madrid, explica el porqu¨¦ del auge de este fen¨®meno: ¡°El ocio era muy importante en esa ¨¦poca. El entretenimiento se convirti¨® en una forma de sociabilizar, de lucirse y aparentar. Se valoraban mucho las actividades en grupo que implicaban una reuni¨®n social¡±.
Es cierto que henchir los dilatados est¨®magos era la principal raz¨®n de ser del club, pero no se trataba de lo ¨²nico que hac¨ªan all¨ª. Entre comida y comida, los integrantes mataban el tiempo con juegos que pod¨ªan detenerse en cualquier momento si el tel¨¦fono, que Jerome ten¨ªa convenientemente instalado en el exterior, sonaba. Adem¨¢s de corpulentos eran hombres solicitados, con muchas responsabilidades. Estas reuniones tambi¨¦n serv¨ªan para cerrar negocios de gran envergadura. No era extra?o que durante su estancia tuvieran que atender alguna llamada del presidente Roosevelt o del arzobispo de Canterbury. Leeworthy afirma que ¡°el dem¨®crata William Jennings Bryan viaj¨® a un club de hombres gordos en Concord (Massachusetts) para obtener apoyo en su carrera a la presidencia¡±.
Los juegos que practicaban en el patio de la posada eran algo m¨¢s que un mero entretenimiento: serv¨ªan para bajar el copioso desayuno que inger¨ªan por la ma?anas y abr¨ªa el apetito para el banquete nocturno que les esperaba. Las reglas no se establec¨ªan para ser tomadas en serio. Se ajustaban a capricho de los participantes, que solo buscaban pasar un buen rato hasta la hora de la cena. Presenciar c¨®mo ese hombre de 150 kilos se empleaba a fondo para llegar a la meta en una carrera de sacos o c¨®mo amagaba un salto de rana no ten¨ªa parang¨®n para los locales, que se arremolinaban, curiosos, en los alrededores de Hale?s tavern.
El men¨² de la cena estaba formado por una cantidad desorbitada de comida. Nueve eran los platos que serv¨ªan a cada comensal. Y no eran como los minimalistas platitos de los chef actuales. Aqu¨ª los men¨²s rebosaban. Un caf¨¦ y un cigarro, a los que ya costaba hacer hueco, daban por concluido el fest¨ªn. El banquete estaba amenizado con m¨²sica en directo y los que sab¨ªan tocar alg¨²n instrumento dejaban de acariciarse el prominente abdomen y se levantaban de su asiento con bastante trabajo para unirse a los m¨²sicos. Mientras, los dem¨¢s aprovechaban para leer en alto las cartas de disculpa que hab¨ªan enviado los miembros que no pod¨ªan acudir al evento. El broche a la jornada lo pon¨ªa un espect¨¢culo de fuegos artificiales que anunciaba que la hora de descansar hab¨ªa llegado.
Este tipo de clubes cobraron popularidad y fueron creciendo en n¨²mero durante aquellos a?os. Tuvieron mayor repercusi¨®n en Estados Unidos, pero tambi¨¦n existieron en otros pa¨ªses. En Francia, por ejemplo, surgi¨® en 1897 el Club de los Cien Kilos. La versi¨®n brit¨¢nica fue un paso m¨¢s all¨¢: si no dabas el peso requerido ten¨ªas que pagar una multa que iba destinaba a la caridad.
Tambi¨¦n exist¨ªa la versi¨®n femenina, pero ser oronda no estaba tan bien valorado como ser orondo, y las mujeres con sobrepeso se convert¨ªan en objeto de mofa. Para una se?ora corpulenta no era sencillo disfrutar de una generosa porci¨®n de tarta en p¨²blico sin tener que escuchar a sus espaldas las risas o el chismorreo de quien la juzgaba por ello. ¡°Durante los a?os 20 la publicidad influy¨® mucho en la concepci¨®n del cuerpo femenino. Empezaron a anunciarse cremas y productos de belleza para las mujeres, que cuidaban cada vez m¨¢s su aspecto¡±, afirma la historiadora Antonia Fernandez.
Exist¨ªa la versi¨®n femenina, pero ser oronda no estaba tan bien valorado como ser orondo, y las mujeres con sobrepeso se convert¨ªan en objeto de mofa
Los clubes de reducci¨®n de grasa para mujeres eran mucho m¨¢s comunes que los de mujeres gordas. En Chicago hubo un club que ayudaba a las mujeres con sobrepeso a llevar una dieta responsable. ¡°Las p¨ªldoras de dieta, o pastillas de obesidad, ya se anunciaban en el siglo XIX¡±, cuenta Leeworthy.
Pasaron los a?os y lleg¨® un momento en el que la grasa dej¨® de festejarse y las suscripciones a los clubes disminuyeron dr¨¢sticamente, al igual que el peso de los que fueron sus integrantes. Jerome Hale sufri¨® en sus carnes c¨®mo inevitablemente el club perd¨ªa fuelle. Cada reuni¨®n contaba con menos asistentes. ¡°Tras la Gran Depresi¨®n, que se inici¨® con el crack del 29, todo cambi¨®. Los ciudadanos comenzaron a tener problemas para comer por falta de dinero y los m¨¦dicos tuvieron que aconsejar dietas baratas que aseguraran una nutrici¨®n lo m¨¢s equilibrada posible", asegura Antonia Fern¨¢ndez.
Debido a la precariedad imperante en la sociedad de esa d¨¦cada, el presidente Roosevelt se vio obligado a crear comedores sociales para abastecer a la poblaci¨®n que se qued¨® sin medios. "En la sociedad de aquel momento hab¨ªa un total de 10 millones de parados [pas¨® del 8% al 24% en solo dos a?os]. Como consecuencia los ricos empezaron a perder gran cantidad de su patrimonio, mientras los pobres lo que perd¨ªan era su empleo¡±, contin¨²a la historiadora.
Estas reuniones, en las que se com¨ªa sin atisbo de remordimiento, serv¨ªan para cerrar negocios de gran envergadura
El escritor Arthur Miller refleja a la perfecci¨®n el declive que la sociedad americana vivi¨® durante aquellos a?os en su autobiograf¨ªa Vueltas al tiempo (1987): ¡°A principios de los a?os 30 hab¨ªa colas de hombres sanos y robustos en las panader¨ªas y en las iglesias que esperaban conseguir un panecillo o un taz¨®n de caldo".
A la ¨²ltima reuni¨®n del Club de los Hombres Gordos de Nueva Inglaterra acudieron ¨²nicamente 38 miembros. Ninguno de ellos pesaba los 90 kilos requeridos. Era 1924. Comenzaba un nuevo concepto: el culto al cuerpo estilizado.
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