Las columnas en blanco
Las diatribas contra los medios de comunicaci¨®n olvidan que no existe una sociedad libre sin prensa libre. Hoy, las nuevas tecnolog¨ªas dificultan el control de la informaci¨®n, pero a trav¨¦s de estas redes tambi¨¦n se puede confundir y amaestrar
?Durante estos largos y tortuosos meses en que la pol¨ªtica en vez de ser la soluci¨®n a los problemas ella misma se ha convertido en el peor de ellos, vengo escuchando, por parte de alg¨²n partido, insultos y diatribas contra los medios de comunicaci¨®n, tanto escritos como audiovisuales. Se les acusa de manipular a la opini¨®n p¨²blica y de estar en manos de empresas que, ¨²nicamente, defienden sus intereses. Quienes esto dicen desconocen la dura, dif¨ªcil y tr¨¢gica historia de nuestra libertad de imprenta y opini¨®n.
Otros art¨ªculos del autor
Unamuno, en el a?o 1932, en un art¨ªculo titulado ¡°?Hay que enterarse!¡± no solo defend¨ªa a la prensa sino tambi¨¦n le atribu¨ªa el haber contribuido a llevar a cabo lo que ¨¦l denominaba como ¡°conciencia popular nacional¡±. La prensa, para Unamuno, hab¨ªa sido la verdadera educadora del pa¨ªs ante la falta de una adecuada instrucci¨®n p¨²blica. Quienes desconocen los sacrificios que los espa?oles hicimos a lo largo de los m¨¢s de cinco siglos de existencia de nuestro pa¨ªs, ignoran que, desde la Pragm¨¢tica de los Reyes Cat¨®licos (1502) hasta nuestra actual Constituci¨®n (1978), nunca existi¨® una verdadera libertad de prensa y opini¨®n. En la Pragm¨¢tica, los monarcas amenazaban violentamente al incipiente gremio de editores. No deber¨ªan osar imprimir texto alguno sin haber pasado antes por la censura civil y eclesi¨¢stica. A?os despu¨¦s, otra Pragm¨¢tica de Felipe II entregaba los libros y las hojas peri¨®dicas impresas a la censura previa y a la Inquisici¨®n.
A mediados del siglo XVII, en los Avisos, Barrionuevo, sufrido editor, acu?¨® la expresi¨®n, hoy tambi¨¦n de tanta actualidad, ¡°pobre Espa?a desdichada¡±. De ah¨ª se fue a los juzgados de imprenta del ilustrado Carlos III y a la Constituci¨®n de C¨¢diz, virginal siempre en su impotente intento de puesta en pr¨¢ctica. En el art¨ªculo 371, perteneciente al t¨ªtulo IX subtitulado De la instrucci¨®n p¨²blica, se dice textualmente: ¡°Todos los espa?oles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas pol¨ªticas sin necesidad de licencia, revisi¨®n o aprobaci¨®n alguna anterior a la publicaci¨®n, bajo las restricciones y responsabilidad que establezcan las leyes¡±. Los l¨ªmites de la libertad de expresi¨®n est¨¢n precisamente en las leyes. No es ilimitada, pues nada lo es. Ilustrar, educar, difundir la cultura, esparcir el esp¨ªritu y formar la opini¨®n personal y p¨²blica, todo ello es esencial en un estado libre y democr¨¢tico. La opini¨®n personal es el juicio o sentimiento que la mente individual formula acerca de las cosas o las personas. La opini¨®n p¨²blica, para Pulitzer, regulaba la conducta de una comunidad y, por ello, era una ley no escrita: el sentimiento dominante que representa un acuerdo o un c¨®digo moral y de educaci¨®n com¨²n. Muchos siglos atr¨¢s, Sinesio de Cirene (IV d.C.) la hab¨ªa definido as¨ª: ¡°Esa multiforme fiera¡±.
Atajar o restringir la libertad de opini¨®n es un golpe de estado contra la democracia
Lista, Quintana o Blanco White, entre tantos otros liberales m¨¢s o menos progresistas, pagaron con la persecuci¨®n y el exilio semejantes atrevimientos democr¨¢ticos. ?Qu¨¦ decir de Fernando VII! La censura en Espa?a, a lo largo del siglo XIX, lleg¨® a ser inusitadamente dura y violenta.
En aquellas fechas, a mediados del siglo XIX, muchas cabeceras espa?olas, como protesta a su permanente y sanguinaria persecuci¨®n, dejaban vac¨ªas las columnas levantadas por las intransigentes autoridades. Larra lleg¨® a escribir, con su habitual iron¨ªa, ¡°este pa¨ªs ni siquiera est¨¢ lo suficientemente preparado para leer columnas en blanco¡±. Ni el trienio liberal acosado, ni la buena fe del Estatuto Real, ni la Constituci¨®n m¨¢s laxa del a?o 1876, ni las dos Rep¨²blicas (en la Segunda se lleg¨® a aprobar una ley en Defensa de la Rep¨²blica para controlar a la prensa extremista encarnizada contra la propia instituci¨®n) dieron pasos seguros para avanzar en este derecho. ?Y qu¨¦ decir del franquismo! Umbral, que escribi¨® unos art¨ªculos magistrales sobre la voladura del diario Madrid, afirmaba que los espa?oles ¨¦ramos una raza pir¨®mana y ofrec¨ªa la idea de que en el solar donde hab¨ªa estado el peri¨®dico se levantase un monumento dedicado a Gutenberg. ¡°?Qu¨¦ peri¨®dico vamos a volar el a?o que viene?¡± se preguntaba el articulista y, con la iron¨ªa heredada de F¨ªgaro, propon¨ªa que se volase el Colegio de Abogados y los de todas las otras profesiones.
Atacar o pretender restringir esta libertad esencial del sistema parlamentario es un golpe de estado a la democracia. No existe una sociedad libre sin prensa libre. En los sistemas absolutistas y totalitarios lo ten¨ªan muy claro. Napole¨®n avanzando por toda Europa con sus ej¨¦rcitos, comentaba que, para ocupar un pa¨ªs, lo primero era la artiller¨ªa y, lo segundo, la prensa. Su cabecera ¨²nica se llamaba Monitor. Nada m¨¢s llegar al poder, el nazismo, el fascismo o los soviets, lo primero que hicieron fue cerrar, destruir y controlar f¨¦rreamente los medios de comunicaci¨®n. Los estatalizaron y burocratizaron, adem¨¢s de convertirlos en un triste e inclemente eco publicitario de sus perniciosas doctrinas.
Lo primero que hicieron los nazis o los soviets al llegal al poder fue cerrar o controlar los medios
?Acaso es esto lo que pretenden hacer algunos partidos pol¨ªticos populistas en el caso de llegar al poder? Yo lo viv¨ª de ni?o y adolescente con la prensa del Movimiento. S¨ª, los periodistas (una maravillosa profesi¨®n en v¨ªas de extinci¨®n si no estamos alerta) volver¨ªan a ser funcionarios nombrados a dedo seg¨²n su acreditada afecci¨®n bien al r¨¦gimen, bien a un sistema pol¨ªtico que ya no tendr¨ªa nada que ver con la democracia, sino con una dictadura m¨¢s o menos maquillada. Los periodistas mejorar¨ªan de estatus pero perder¨ªan su bien m¨¢s preciado: su independencia. Hoy la informaci¨®n, a trav¨¦s de las nuevas tecnolog¨ªas, es supuestamente m¨¢s ¡°dif¨ªcil¡± de manipular, pero tambi¨¦n mediante estas redes se puede ayudar, y mucho, a confundir y amaestrar.
La libertad de prensa, el periodismo libre incluso con sus numerosos defectos y abusos, solo los trajeron a nuestro pa¨ªs la democracia. La libertad de opini¨®n tiene la juvenil edad de casi cuarenta a?os. Siempre les digo a la gente m¨¢s joven que yo no nac¨ª libre, pues exist¨ªa una dictadura. Ellos, venidos al mundo en plena democracia, s¨ª nacieron manumitidos. Pero esa libertad no es un bien perdurable si no la saben defender d¨ªa a d¨ªa, no es un bien incorporado de forma natural a su propio ADN. Muchas personas lucharon e incluso murieron por conquistarlo.
Cuando escucho a estos violentos y rencorosos populistas, llenos de un odio que cre¨ªa ya desterrado de nuestro pa¨ªs (yo jam¨¢s lo tuve a pesar de pertenecer a una familia republicana, parte de la cual muri¨® en el exilio en Par¨ªs), se me vienen a los o¨ªdos aquellas palabras que un conspicuo ensayista espa?ol, ultraconservador, Men¨¦ndez Pelayo, escribi¨® en su Historia de los heterodoxos espa?oles: ¡°Periodistas, mala y diab¨®lica ralea, nacida para extender por el mundo la ligereza, la vanidad y el falso saber, para agitar est¨¦rilmente y consumir y entontecer a los pueblos¡±. ?Palabras de derechas o de izquierdas? La libertad de opini¨®n, la libertad de prensa (hoy de comunicaci¨®n), debe ser tenida muy en cuenta por aquellos ciudadanos que quieran seguir siendo libres. En Espa?a el pensamiento fue siempre un bien escaso pero conf¨ªo, como confiaba Voltaire, que dentro de muy poco se ponga de moda el pensar.
C¨¦sar Antonio Molina, exministro de Cultura, es director de Casa del Lector.
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