Fui de crucero y olvid¨¦ el ba?ador: as¨ª tropec¨¦ con los pasos de Foster Wallace
Hace 21 a?os, el escritor hizo un crucero y escribi¨® una obra maestra lament¨¢ndolo. Un redactor de ICON prueba la experiencia... y tambi¨¦n lo lamenta
Ahora mismo en el Getaway, el noveno barco de crucero m¨¢s grande del mundo, debe estar ocurriendo algo genial. Yo estoy solo, tirado en la cama y mirando c¨®mo se carga el m¨®vil, pero esta suposici¨®n debe ser cierta por pura estad¨ªstica: en el Getaway caben 4.000 pasajeros, 19 restaurantes, 12 bares, un teatro, una discoteca y un casino. En un d¨ªa normal se organizan 136 actividades distintas en ¨¦l y el hombre m¨¢s organizado del mundo podr¨ªa realizar hasta 53 de ellas. Para aprovechar todas las combinaciones posibles y no sentir que se est¨¢ perdiendo todo por estar en su camarote cargando el m¨®vil, ese hombre tendr¨ªa que quedarse en el barco un n¨²mero de d¨ªas tan astron¨®mico que tendr¨ªa 38 cifras. El n¨²mero de la edad del universo tiene 17. En un crucero, como en la vida, uno siempre siente que se est¨¢ perdiendo algo genial.
A bordo de un crucero va un tipo muy espec¨ªfico de persona
Es in¨²til buscar preguntar entre los pasajeros c¨®mo aprovechar el d¨ªa. El Getaway tiene una poblaci¨®n muy estricta: gente que viene de lugares fr¨ªos de Canad¨¢ y EE UU, de Michigan sobre todo, por alg¨²n motivo. Casi todos han estado en un crucero antes. Y ninguno sabe explicar qu¨¦ hace aqu¨ª (tampoco sienten la necesidad hasta que se lo pregunto). Ese no es mi caso. David Foster Wallace, uno de los escritores estadounidenses de mayor talento de estos ¨²ltimos 30 a?os, el mismo que se suicid¨® en 2008 tras dejarnos joyas como La broma infinita, escribi¨® un ensayo sobre un crucero en el que estuvo en 1995 por el Caribe oriental. Uno pr¨¢cticamente igual al que me lleva hoy por la misma ruta. M¨¢s que un libro de viajes, Foster Wallace desarroll¨® en ¨¦l un tratado sobre su tristeza. Lo llam¨® Algo supuestamente divertido que jam¨¢s volver¨¦ a hacer. Hoy nos preguntamos si la cultura ser¨¢ otra, si el escritor habr¨ªa sido capaz de escribir lo mismo. Qu¨¦ podremos aprender de ¨¦l si, adem¨¢s de saber lo que sinti¨® en tal lugar, vemos nosotros ese lugar.
El barco, propiedad de Norwegian Cruise Line, una agencia estadounidense, sale de Miami los domingos y durante siete d¨ªas hace paradas en Bahamas, Jamaica, Islas Caim¨¢n y, finalmente, M¨¦xico. Tiene 18 cubiertas y a partir de la 15? empieza la imagen can¨®nica de un crucero: piscinas, jacuzzis, toboganes y hombres enrojecidos en sillas reclinables que leen thrillers junto a mujeres con novelas rom¨¢nticas. Como John y Eileen, un matrimonio de jubilados canadienses. ¡°?Por qu¨¦ no venir de crucero? Es bueno disfrutar¡±, responde Eileen a mi pregunta. John, que dirig¨ªa un negocio en Toronto, me invita a una cerveza por respuesta.
Repito esta conversaci¨®n. Jimi, de 34 a?os, me cuenta que subi¨® a siete cruceros en 2015, el resto del tiempo lo pas¨® dirigiendo su sal¨®n de belleza en Carolina del Norte. Otros encuestados son hombres de finanzas, contables, empresarios. Da para esbozar una estad¨ªstica: cuanto m¨¢s ha hecho esa persona en la vida y mayores son sus responsabilidades, m¨¢s obvia les parece la respuesta a la pregunta de qu¨¦ hacen aqu¨ª, en este lugar en el que los conocimientos que cuentan son los que traen los panfletos que aparecen en los camarotes por arte de magia. Donde una voz nos informa a diario por megafon¨ªa de que el sol brilla, la comida est¨¢ buena y lo estamos pasando fenomenal. No han venido a pensar. Han venido a delegar. Es cuesti¨®n de adaptarse.
Lo que pasa cuando t¨² no eres ese tipo concreto de persona
No me adapto. A diferencia de esta gente, un redactor razonable nunca siente haber logrado mucho en la vida. La inactividad, adem¨¢s, a m¨ª me genera culpa y aqu¨ª este sentimiento se multiplica porque, total, no hay otra cosa en la que pensar. Y todo esto se cruza con que siempre me ha parecido que cualquier otro aprovechar¨ªa mi vida mejor que yo. Ese y mi relaci¨®n con el itinerario no me ayuda a aliviar esa angustia.
Al bajar a Great Stirrup Cay, en Bahamas, unas islas con playas de arena blanca y fr¨ªa y dura, y agua azul fosforito, constato que me he dejado el ba?ador en Espa?a. En Jamaica llevo un ba?ador comprado en el barco, subo a un autob¨²s que me lleva lej¨ªsimos de la costa y ah¨ª me doy cuenta de que me he dejado la cartera. El d¨ªa que toca bajar a las Islas Caim¨¢n tengo la cartera y el ba?ador, pero amanece nublado y se decide que no paramos. Esa tarde pierdo las gafas de sol: la vida es equilibrio. En Cozumel (M¨¦xico), bajo con ba?ador, toalla, cartera y ganas de pasarlo mejor que nadie as¨ª que le pregunto a un tendero por un bar de verdad, lejos de la ruta m¨¢s tur¨ªstica. Me apunta una direcci¨®n a la que acudo triunfal. Dos cervezas despu¨¦s, descubro que estoy en un puticlub. Apuro el trago y huyo antes de que se rompan leyes b¨ªblicas. Normal que Foster Wallace casi nunca bajara a tierra firme.
La sabidur¨ªa est¨¢ en los libros pero tambi¨¦n en los bares
Al contrario de lo que se pueda desprender, no hace falta ser un agon¨ªas para realizar un crucero caribe?o y no hace falta ser de Michigan para subirse a un barco de Norwegian. Hay a bordo varios espa?oles y disfrutan del sol caribe?o tanto como los amantes del arte disfrutan de las subastas (hay un Mir¨® y un par de Chagalls), los matrimonios del concurso Guerra de sexos y los ni?os del parque acu¨¢tico. Un crucero es una gran experiencia para la gente adecuada y para el resto, en el momento adecuado. Eso le pas¨® a Mary Jane, de Kansas, una sexagenaria empe?ada en rimar su nombre con el apodo The Hurricane. Ella s¨ª sab¨ªa qu¨¦ hac¨ªa aqu¨ª: el pasado octubre, tras a?os de luto por su marido, en este mismo crucero conoci¨® a un viudo con patillas blancas y una cruz dorada llamado Paul. Paul y Mary Jane han vuelto ahora como novios. Pasan el d¨ªa tomando el sol y vodka. No se desviven por llegar a todas las actividades posibles. No tienen que demostrarle a nadie que esta versi¨®n de la experiencia es mejor que otra ni se angustian por lo que se dejen sin hacer antes de que se acaben las oportunidades. ¡°?No te encanta mandar a la mierda las pijadas que ofrecen y quedarte aqu¨ª?¡±, reflexiona Mary Jane una noche, sorbiendo otro vodka y apagando un cigarrillo en la barra de un bar en la octava cubierta. Ah¨ª hay un algo de sabidur¨ªa que no contaba Foster Wallace. La vida, como en un crucero, no es lo que uno se pierde: es a qui¨¦n se encuentra.
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