Fotograf¨ªa al l¨ªmite del miedo
LA fotoperiodista Lynsey Addario (Connecticut, 1973) le debe seguir viva a lo que ella denomina su ¡°l¨ªmite de miedo personal¡±: una poderosa sensaci¨®n que le urge a ponerse a salvo cuando el lugar o la situaci¨®n que est¨¢ fotografiando supera todos los umbrales razonables de peligro. Pero el 15 de marzo de 2011, cuando estaba cubriendo el levantamiento de los libios contra Muamar el Gadafi junto a otros tres compa?eros de The New York Times, su voz interior la avis¨® demasiado tarde. ¡°Llevaba dos semanas trabajando y me sent¨ªa bastante c¨®moda. El d¨ªa que nos capturaron, en cambio, tuve la premonici¨®n de que algo malo iba a pasar¡±, prohibirecuerda. En la ciudad de Ajdabiya se toparon con un puesto de control de las tropas leales a Gadafi. Los soldados los ataron, golpearon y amenazaron con decapitarlos. Addario fue manoseada por multitud de hombres; hasta entonces, ning¨²n musulm¨¢n hab¨ªa cruzado esa l¨ªnea roja y, por primera vez, temi¨® la violaci¨®n. El cautiverio dur¨® seis d¨ªas. ¡°Los primeros minutos son siempre los m¨¢s aterradores. La primera reacci¨®n es pensar: ¡®Hasta aqu¨ª ha llegado mi vida¡¯. La segunda, aunque no he ido a la iglesia en 30 a?os, es rezar. Hay una frase muy graciosa que dice que no hay ateos en las trincheras, y es cierto. Y al final me pregunt¨¦: ¡®?Qu¨¦ estoy haciendo aqu¨ª?¡¯. La respuesta siempre es la misma: ¡®Porque creo en este trabajo¡±.
La fot¨®grafa creci¨® en Westport, Connecticut, y su ni?ez fue tan feliz como an¨¢rquica. Cuando ten¨ªa ocho a?os, su padre sali¨® del armario y se fue a vivir con un amigo de la familia. ¡°Mi casa siempre ten¨ªa las puertas abiertas y estaba llena de personas creativas y poco convencionales. A veces volv¨ªa del colegio y hab¨ªa hombres vestidos de mujer tocando el piano. Mis padres aceptaban a todo el mundo y me transmitieron una falta de prejuicios fundamental para un periodista, porque nuestro trabajo consiste en dejar que cada persona nos cuente su historia sin imponer ideas preconcebidas¡±.
Lynsey Addario vive en el barrio londinense de Islington, al norte de la ciudad, con su marido , el periodista Paul Bendern, y el hijo de ambos, Lukas, de cuatro a?os.?MANUEL V?ZQUEZ
Tras licenciarse en Relaciones Internacionales, viaj¨® por el mundo y comenz¨® a hacer fotos. Y en 2000 tom¨® una decisi¨®n que determinar¨ªa el curso de su carrera: entrar en Afganist¨¢n para retratar a las mujeres que viv¨ªan bajo el r¨¦gimen talib¨¢n. ¡°En el mundo occidental asumimos que la vida de las mujeres en un lugar tan opresivo es horrible, pero me preguntaba si realmente era as¨ª y la ¨²nica forma de averiguarlo era hablar con ellas¡±, explica. Fotografiar a cualquier persona viva era delito para los talibanes, pero Addario logr¨® entrar en sitios donde los hombres ten¨ªan vetado el paso e inmortaliz¨® a mujeres que sab¨ªan que esas im¨¢genes nunca ver¨ªan la luz en un pa¨ªs donde los medios de comunicaci¨®n estaban prohibidos. Ninguna publicaci¨®n compr¨® entonces sus fotos, pero tras los atentados del 11-S hab¨ªa muy pocos fot¨®grafos con experiencia en el Afganist¨¢n talib¨¢n. Y Addario era uno de ellos. En el libro autobiogr¨¢fico En el instante preciso. Vida de una fot¨®grafa en el amor y en la guerra, que acaba de publicar Roca Editorial, escribe: ¡°El periodo que sigui¨® al 11-S proporcion¨® a los j¨®venes fot¨®grafos que se estaban abriendo camino, y que estaban dispuestos a ir a lugares como Pakist¨¢n y Afganist¨¢n, e incluso Irak, una oportunidad de hacerse un nombre. Esas semanas de septiembre lanzaron a una generaci¨®n entera de periodistas que se har¨ªan mayores durante la guerra contra el terror¡±. Fue su caso. Addario asisti¨® a la ca¨ªda de los talibanes. Document¨® la invasi¨®n americana en Irak y fue secuestrada por los insurgentes, que la dejaron marchar al cabo de unas horas. A partir de 2004 viaj¨® repetidamente a Darfur para fotografiar las consecuencias del genocidio. En 2006 se desplaz¨® a la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo para retratar a congole?as violadas como arma de guerra. En 2007 convivi¨® con las tropas americanas en una misi¨®n en el valle afgano de Korengal. En 2008 se reuni¨® con jefes talibanes en Pakist¨¢n y el reportaje, publicado en The New York Times Magazine, form¨® parte de la serie Talibanistan, premiada con el Pulitzer. En 2009 sufri¨® un grave accidente de coche en Pakist¨¢n en el que muri¨® su conductor. Pero no fue hasta despu¨¦s del secuestro en Libia en 2011, que coincidi¨® con la noticia de la muerte de dos compa?eros y amigos, Tim Hetherington y Chris Hondros, cuando los traumas acumulados le pasaron factura: ¡°Di un paso atr¨¢s durante unos meses para asimilar lo que hab¨ªa vivido. Escribir el libro ha sido terap¨¦utico y una forma activa de procesarlo, pero evocar ciertas experiencias me ha resultado muy dif¨ªcil¡±.
Tras ser liberada, decidi¨® no postergar m¨¢s la maternidad. Tampoco renunci¨® a trabajar: durante su embarazo viaj¨® a Senegal, Afganist¨¢n, Arabia Saud¨ª, Somalia y Gaza, donde, ya de 26 semanas, fue vejada por un soldado israel¨ª en el puesto fronterizo de Erez. ¡°Pens¨¦ que si a m¨ª, una periodista acreditada por el Gobierno israel¨ª, me trataban as¨ª, qu¨¦ no har¨ªan con las palestinas¡±, reflexiona Addario, que recibe a El Pa¨ªs Semanal en la casa que comparte al norte de Londres con su marido y su hijo de cuatro a?os, Lukas. La llegada del ni?o, reconoce, ha alterado sus prioridades: ¡°Sigo cubriendo zonas de guerra, pero intento fotografiar en sitios donde siento que puedo controlar el peligro. Me resulta much¨ªsimo m¨¢s dif¨ªcil ver sufrir a ni?os. He fotografiado a muchos, v¨ªctimas de conflictos, guerras o enfermedades, y aunque me entristec¨ªa mucho, no comprend¨ªa la devastaci¨®n que supone perder un hijo. Ahora, en cada foto, pienso: ¡®?Y si fuera Lukas?¡±.
En la primera imagen, soldados kurdos peshmerga destrozan un cartel del exl¨ªder iraqu¨ª Sadam Husein, abril de 2003. En la segunda, talibanes paquistan¨ªes, retratados en una zona tribal cercana a la frontera con Afganist¨¢n, julio de 2008.?LYNSEY ADDARIO
En los ¨²ltimos meses, Addario ha estado trabajando en series sobre los desplazados para The New York Times, sobre las mujeres en Arabia Saud¨ª para National Geographic y sobre los rohingyas, un grupo ¨¦tnico musulm¨¢n perseguido en Myanmar. Y luego, claro est¨¢, llegar¨¢ la pel¨ªcula. Steven Spielberg dirigir¨¢ a Jennifer Lawrence en la adaptaci¨®n al cine de su autobiograf¨ªa. ¡°Es un poco surrealista¡±, admite. ¡°Y muy halagador. Pero lo m¨¢s importante es que, gracias al filme, much¨ªsima m¨¢s gente podr¨¢ comprender los conflictos que he documentado y las vidas de periodistas como mis colegas y yo¡±. Espera, de paso, que ayude a derribar el falso mito sobre los fot¨®grafos de guerra: ¡°Todo el mundo cree que lo hacemos por la adrenalina, que la ¨²nica raz¨®n por la que alguien cubrir¨ªa una guerra es para huir de su propia vida. Pero no es as¨ª. En los campos de refugiados no hay adrenalina, solo tristeza¡±.
A primera vista, nadie dir¨ªa que esta mujer menuda, cercana y de sonrisa f¨¢cil ha sido testigo de los mayores horrores que el hombre es capaz de cometer. ¡°Vivimos tiempos particularmente tenebrosos. Pero yo tengo fe. A lo largo de los a?os, he fotografiado a gente que ha sobrevivido a los ataques m¨¢s monstruosos y contin¨²an teniendo esperanza. Si ellos lo han logrado, yo tambi¨¦n puedo¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.