La mala salud de los refugiados
El sistema griego de salud es incapaz de proporcionar cobertura sanitaria a todos los que llegan huyendo de la guerra de Siria
Lleva casi seis meses con fuertes dolores abdominales, necesita una silla de ruedas para poder moverse por el campamento y pasa la mayor¨ªa del tiempo postrada en el suelo. El personal sanitario que la ha atendido la ha explorado y le ha dado medicaci¨®n para unos d¨ªas, pero no disponen de medios para completar el diagn¨®stico o el tratamiento. Ella y su marido son afganos y viven en un campamento de refugiados en Atenas.
La vida para quienes consiguen llegar a Grecia huyendo de la guerra no resulta f¨¢cil. En el puerto del Pireo se acumulan unas 5.000 personas, la mayor¨ªa en peque?as tiendas de campa?a al aire libre. En los campamentos de Elllinikos otras 5.000 viven repartidas entre el antiguo aeropuerto de Atenas y dos estadios ol¨ªmpicos abandonados. Son solo algunos de las docenas de miles de refugiados que llegan a Grecia desde Siria, Afganist¨¢n o Irak.
El sistema griego de salud es incapaz de proporcionar cobertura sanitaria a todos ellos. El Parlamento griego aprob¨® a primeros de a?o un sistema de ayudas sociales, que incluye el acceso a la sanidad p¨²blica gratuita para las personas m¨¢s vulnerables, incluyendo a los refugiados. Sin embargo, el gasto p¨²blico en sanidad ha ca¨ªdo en picado y los servicios est¨¢n saturados. A pesar de estos esfuerzos,muchas personas, griegas sin seguro m¨¦dico y extranjeras, solo cuentan pr¨¢cticamente con la asistencia ofrecida por ONG en peque?as policl¨ªnicas en el centro de las ciudades y en improvisadas consultas y unidades m¨®viles en los campamentos.
Mohyabim, embarazada y con una hija de a?o y medio
Jam¨¢s se habr¨ªan atrevido a jugarse la vida cruzando el Egeo en balsa con su hija de un a?o, pero las amenazas de muerte por los talibanes en Afganist¨¢n les obligaron a hacerlo. Mohyabim tiene 21 a?os y est¨¢ embarazada de siete meses. Su marido, Attaullah, de 24, trabajaba en Afganist¨¢n como int¨¦rprete para empresarios americanos. En el primer intento, el motor de la barca se averi¨® y quedaron a la deriva durante casi dos horas, mecidos por las olas en medio de la nada, muertos de miedo. Llegaron hasta la frontera con Macedonia, pero desde que la polic¨ªa en Idomeni forz¨® a todos los afganos a volver a Atenas, viven en una tienda de campa?a en el campamento de Ellinikos.
Desde el inicio de su viaje han gastado ya casi los 6.000 euros que ten¨ªan ahorrados. ¡°Solo nos quedan 120 euros y nos preocupa qu¨¦ va a ser de nosotros¡±, cuentan. Han comprado un peque?o fog¨®n de camping para poder calentar la comida que le dan a la ni?a. A veces tambi¨¦n le compran alg¨²n huevo duro, para complementar la lactancia materna, pero las frutas o verduras por ahora parecen un lujo inaccesible.
La atenci¨®n sanitaria depende de ONG, voluntariado y donaciones
Gran parte del personal que proporciona atenci¨®n m¨¦dica o que realiza labores de soporte es voluntario. Simplemente, no hay fondos suficientes para contratar toda la gente que hace falta. Igualmente, la mayor¨ªa de los medicamentos que distribuyen provienen de donaciones. Supone un gran trabajo descartar los productos en mal estado y tratar de organizar los aportes por especialidad y principio activo. Adem¨¢s, imposibilita garantizar la disponibilidad continua de f¨¢rmacos, especialmente de aquellos que resultan m¨¢s caros o de tratamientos cr¨®nicos para hipertensi¨®n, diabetes o c¨¢ncer, por ejemplo.
En cuanto a las vacunas, el panorama es especialmente desolador. La policl¨ªnica central de M¨¦dicos del Mundo en Atenas solo dispone de una dosis diaria de cada tipo, cantidad claramente insuficiente. A los campamentos de refugiados, por el momento, no llegan vacunas. ¡°Eres la primera persona que me pregunta si mi hija est¨¢ bien vacunada¡±, me dice Attaullah con una sonrisa que revela un cansancio absoluto.
La ni?a tiene ya casi a?o y medio y lleva d¨ªas con fiebre. La atendieron en la consulta del campamento y decidieron referirla a un hospital. All¨ª, el personal del centro p¨²blico la atendi¨® pero no le dio los medicamentos que necesitaba. En su lugar le entregaron una receta para que ¨¦l los comprara, por un valor de 25 euros. Por no poder pagar el taxi para el regreso al campamento, el conductor de la ambulancia les ofreci¨® llevarles en el pr¨®ximo desplazamiento, si estaban dispuestos a esperar. Esperaron, claro.
La vecina de Mohyabim, en la tienda de al lado, dio a luz hace d¨ªas. Personal voluntario intenta visitarla a diario, pero los servicios de seguimiento prenatal o postparto tampoco est¨¢n todav¨ªa completamente estructurados. Las dificultades en la organizaci¨®n de los campamentos y la falta de informaci¨®n sobre c¨®mo el nuevo acuerdo entre la Uni¨®n Europea y Turqu¨ªa va a afectar a su funcionamiento tampoco ayudan.
La evacuaci¨®n de Sori
Es una refugiada siria de 9 a?os. Su madre la llev¨® por la noche a la unidad m¨®vil por s¨ªntomas respiratorios, pero los m¨¦dicos detectaron que pod¨ªa tener complicaciones cl¨ªnicas. Despu¨¦s de una completa exploraci¨®n decidieron llamar a una ambulancia para evacuarla a un hospital.
Vive con su familia en el puerto, atestado de gente y muy fr¨ªo por la noche. Les acompa?a Ali, un ingeniero iraqu¨ª que viaja solo y ayuda a esta familia como int¨¦rprete. Cuando se conocieron, decidieron quedarse cerca y ayudarse mutuamente hasta conseguir salir de Grecia. En sus tres primeros intentos para llegar a Europa fueron arrestados por las autoridades turcas; en los tres siguientes las aver¨ªas del motor les hicieron volver; la aver¨ªa del s¨¦ptimo viaje se produjo lo suficientemente cerca de las costas griegas como para ser rescatados y alcanzar las islas.
Los servicios de emergencia est¨¢n saturados de trabajo. Han recibido siete llamadas de emergencia solo desde este campo a lo largo del d¨ªa y no van a poder enviar una ambulancia hasta dentro de una hora como m¨ªnimo. Cuando no est¨¢n las unidades m¨®viles, quienes solicitan ambulancias son personas voluntarias no sanitarias que no pueden atender una urgencia m¨¦dica sencilla ni pueden determinar si constituye realmente una emergencia que requiera evacuaci¨®n. El equipo de M¨¦dicos del Mundo decide quedarse y esperar hasta media noche, para asegurarse de que la ni?a es evacuada correctamente.
La vida en los campamentos
La violencia de la que huyen, los peligros del viaje, o las duras condiciones de vida suponen enormes riesgos para la salud de estas personas. Muchas fueron hasta Idomeni, en la frontera con Macedonia, para intentar proseguir su ruta, pero tras el cierre y tras no poder soportar la dureza de aquel campamento tuvieron que volver a Atenas u otros lugares.
La familia de Azimi es una de las que tuvo que regresar de Idomeni hasta Atenas. Ahora viven, en condiciones a¨²n precarias, aunque algo mejores, en el antiguo estadio ol¨ªmpico de hockey, en una gran tienda de campa?a con unas 30 familias m¨¢s. ?l era escritor, pintor y profesor de canto en Afganist¨¢n, hasta que escaparon de la violencia de los talibanes. Han tenido que llevar a sus dos hijos peque?os a la consulta de la pediatra, que atiende en una peque?a sala del campamento tres horas por la ma?ana y otras tres por la tarde. La mitad de la gente del campamento est¨¢ padeciendo infecciones respiratorias y gastrointestinales.
Por desgracia, hay problemas de salud mucho m¨¢s serios que un simple resfriado. A Samir, por ejemplo, estando en Idomeni, le tuvieron que operar por laparoscopia por una perforaci¨®n intestinal. Es un abogado sirio y que al o¨ªr Espa?a, no menciona al Real Madrid o al Barcelona; habla de Cervantes. Tras la operaci¨®n no aguant¨® en Idomeni y regres¨® al puerto del Pireo, donde sigue durmiendo en el suelo. Al o¨ªr hablar de las dificultades de Idomeni, otros refugiados se unen a la conversaci¨®n: ¡°?D¨ªficil? Idomeni no es dif¨ªcil. Es el infierno¡±.
Seg¨²n ellos mismos, en los campamentos de Atenas se est¨¢ mejor, aunque las personas que viven en el puerto se quejan de que no hay duchas donde poder asearse. ¡°Algunos nos juntamos y pagamos entre varios una habitaci¨®n de un hostal cercano, para poder ir a ducharnos por turnos¡±.
El drama de menores y j¨®venes no acompa?ados
Las miles de personas que viven en los campamentos de Grecia se pasan el d¨ªa haciendo cola para recoger el desayuno, para pedir ropa de segunda mano, para ir al aseo, para ser atendidos por el m¨¦dico, para recoger la cena. En la cola de la cena hay un chaval que unos d¨ªas atr¨¢s acudi¨® a la unidad m¨®vil por una infecci¨®n respiratoria. Se llama Fahimzia y tiene 19 a?os. Es de Afganist¨¢n y viaja solo con su hermano peque?o. ?ste ¨²ltimo habla con orgullo de su hermano mayor, jugador profesional de f¨²tbol en la selecci¨®n nacional sub-19 de Afganist¨¢n y trabajador en la Federaci¨®n Nacional de F¨²tbol, dando apoyo a equipos femeninos y masculinos. Tuvo que huir de su pa¨ªs despu¨¦s de ser atacado hasta en dos ocasiones por los talibanes. ¡°Es la primera vez que hago cola para cenar la comida que nos dan¡±, cuenta, como quit¨¢ndole importancia, pero se nota que no est¨¢ bien. Es tristeza, resignaci¨®n y algo m¨¢s; ese algo m¨¢s que acaba con los ¨¢nimos de tantos.
Su vulnerabilidad se multiplica cuando viajan solos, pero a muchos no les queda otra opci¨®n. Mustafa es uno de ellos, con tan solo 13 a?os. Es sirio y su familia muri¨® en la guerra. Huy¨® en solitario. Se queja de que le han ubicado en un campamento donde casi todos son de Afganist¨¢n: ¡°No hablamos el mismo idioma y no puedo hacer amigos. No puedo hablar con nadie¡±.
Algunos de estos j¨®venes colaboran voluntariamente como int¨¦rpretes. Bachar es uno de ellos. Es afgano, tiene 20 a?os y tambi¨¦n est¨¢ solo. Habla casi todos los idiomas del campamento y est¨¢ encantado de explicar s¨ªntomas y tratamientos a unos y a otros. ¡°Lo hago por ayudar, y porque necesito estar ocupado en algo. Me ayuda a no pensar¡±, explica. Su labor es fundamental.
La soluci¨®n es pol¨ªtica
Las ONG no solo ofrecen atenci¨®n sanitaria y psicosocial, sino que tratan de proporcionar alojamiento en mejores condiciones, en sus refugios. Sin embargo, apenas hay unas pocas decenas de plazas para miles de personas reci¨¦n llegadas.
El nuevo acuerdo entre la Uni¨®n Europea y Turqu¨ªa pretende cerrar el acceso al continente. Sin embargo, centenares de personas desesperadas contin¨²an llegando a las islas griegas todos los d¨ªas, encontrando ahora centros de detenci¨®n. Personas como Samir, a pesar de que se explican con dificultad en ingl¨¦s, se hacen entender perfectamente: ¡°Huimos de la guerra. No queremos ropa ni comida. Queremos protecci¨®n. Queremos que abran las fronteras¡±.
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