El diablillo de Einstein
Hay un diablo embotellado tanto o m¨¢s famoso que el de Stevenson: el ludi¨®n o diablillo de Descartes. Y no es el ¨²nico que hace sus diabluras en el campo de la f¨ªsica¡
La paradoja encerrada en El diablo de la botella, el famoso cuento de Robert L. Stevenson mencionado la semana pasada, tiene que ver con la del ahorcamiento inesperado, y tambi¨¦n con el acertijo de los sombreros y el de los isle?os de ojos azules o marrones, que hemos visto recientemente. En todos estos casos desempe?a un papel importante la recursividad: partimos de un razonamiento b¨¢sico que nos permite sacar una primera conclusi¨®n, a partir de la cual repetimos el mismo razonamiento para avanzar un paso m¨¢s, y as¨ª sucesivamente hasta alcanzar la soluci¨®n del problema. A veces el m¨¦todo funciona de forma impecable y otras veces nos conduce a situaciones parad¨®jicas, o cuando menos desconcertantes.
En el caso del cuento de Stevenson, la paradoja es esta: quien comprara la botella por un centavo, ya no podr¨ªa venderla y se condenar¨ªa sin remedio (damos por supuesto que estamos hablando de la moneda de menor valor existente). Pero quien pudiera comprarla por dos centavos pensar¨ªa: ¡°Si la compro nunca podr¨¦ venderla, pues nadie querr¨¢ comprarla por un centavo¡±. Y quien pudiera comprarla por tres centavos pensar¨ªa: ¡°Nadie querr¨¢ comprarla por dos centavos, pues luego no podr¨ªa venderla por uno¡±. Y as¨ª sucesiva e indefinidamente¡ Pero quien tuviera ocasi¨®n de comprar la endiablada (nunca mejor dicho) botella por mil euros, ?razonar¨ªa de este modo recursivo y se negar¨ªa a comprarla paralizado por la idea de no poder venderla luego?
Por otra parte, no hay que olvidar la paradoja teol¨®gica: la salvaci¨®n o condenaci¨®n de una persona no puede depender de lo que hagan otros (comprar o no la botella, en este caso). Si un pecador se arrepiente sinceramente, no puede ir al infierno por m¨¢s pactos con el diablo que haya suscrito.
Los diablillos de la f¨ªsica
El de Stevenson es el diablo embotellado m¨¢s conocido de la literatura; pero en el terreno de la f¨ªsica tiene un par de cong¨¦neres igualmente famosos: el diablillo de Descartes y el de Maxwell.
El ludi¨®n o diablillo de Descartes es un sencillo artilugio que juega con la incompresibililidad del agua y la gran compresibilidad del aire para hacer que un mu?equito hueco (o en su defecto un frasquito) con un orificio en la parte inferior descienda al presionar una membrana el¨¢stica que cubre un recipiente lleno de agua y ascienda al soltar la membrana.
En cuanto al diablillo de Maxwell, es el protagonista de un experimento mental ideado en 1867 por el f¨ªsico escoc¨¦s James Clerk Maxwell. Mediante un tabique, dividimos en dos partes un recipiente lleno de gas y aislado del exterior, y en el tabique abrimos una diminuta puertecilla vigilada por un demonio que la abre cuando una mol¨¦cula m¨¢s caliente que la media intenta pasar de la parte derecha a la izquierda y la cierra en caso contrario; con el tiempo, la parte de la izquierda estar¨ªa m¨¢s caliente que la de la derecha, con lo que se violar¨ªa el segundo principio de la termodin¨¢mica, seg¨²n el cual la entrop¨ªa -el desorden- de un sistema aislado no puede disminuir. Dicho de otro modo, el diablillo conseguir¨ªa que una masa de gas a una temperatura homog¨¦nea quedara dividida en dos partes entre las que podr¨ªa fluir calor unidireccionalmente, lo que equivale a crear energ¨ªa. ?D¨®nde est¨¢ la trampa?
Aunque no se lo conoce con ese nombre, hay un tercer diablillo igualmente travieso, ligado a un experimento mental que Einstein le plante¨® a Bohr: tenemos un recipiente lleno de radiaci¨®n electromagn¨¦tica -o sea, de fotones- con dentro un reloj (o un diablillo con reloj de bolsillo, como el Conejo Blanco de Alicia) que opera un mecanismo que abre y cierra un orificio por el cual puede escapar un fot¨®n. Si el recipiente se pesa antes y despu¨¦s de que se abra el orificio durante un lapso m¨ªnimo y en un instante preciso controlado por el reloj, se producir¨ªa una violaci¨®n del principio de indeterminaci¨®n, pues conocer¨ªamos a la vez la masa del fot¨®n por la diferencia de peso (y por ende su energ¨ªa, de acuerdo con la f¨®rmula (E = mc2) y el instante en que se mide.
Encontrar el fallo del razonamiento de Einstein requiere un adecuado conocimiento de la f¨ªsica (al propio Bohr le cost¨® un buen rato), por lo que no lo propongo como acertijo, sino como jugosa adenda al tema de los diablillos. Y como pretexto para seguir hablando de f¨ªsica.
Carlo Frabetti es escritor y matem¨¢tico, miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York. Ha publicado m¨¢s de 50 obras de divulgaci¨®n cient¨ªfica para adultos, ni?os y j¨®venes, entre ellos ¡®Maldita f¨ªsica¡¯, ¡®Malditas matem¨¢ticas¡¯ o ¡®El gran juego¡¯. Fue guionista de ¡®La bola de cristal¡¯
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