?Qu¨¦ es la pol¨ªtica?
No debe impregnarlo todo, como quiere el populismo. Ni tampoco tiene que evaporarse, como propone la tecnocracia. Es lo que est¨¢ en medio, entre el sistema y el individuo. La gesti¨®n de las reglas comunes y no de los nombres propios
Andamos confundidos. Los ciudadanos no queremos elecciones, pero nos disgustan todas las coaliciones sobre la mesa. Los pol¨ªticos no ponen l¨ªneas rojas, pero levantan muros a los del otro bando. Y los periodistas sueltan el ¡°p¨®nganse de acuerdo de una vez¡± en sus sermones matinales para, a continuaci¨®n, pasar a destripar las declaraciones de fulanito de tal contra menganito de cual. Monta?as de nobles aspiraciones pol¨ªticas paren ratones de cotilleo.
Cuando todos los integrantes de un ecosistema est¨¢n despistados suele deberse a que falla algo b¨¢sico. Como el aire o el agua. Algo tan primordial que lo damos por descontado. Y, en nuestro caso, creo que lo que nos falla es una definici¨®n compartida de pol¨ªtica. Los espa?oles no nos ponemos de acuerdo sobre qu¨¦ es la pol¨ªtica. Y, si no sabemos qu¨¦ es, no podemos mejorarla.
No es que carezcamos de definiciones te¨®ricas. Tenemos muchas reflexiones escritas sobre el sentido de la pol¨ªtica. Lo que nos falta es una definici¨®n operacional que nos permita navegar en un contexto socioecon¨®mico crecientemente complejo e impredecible. Hasta hace poco viv¨ªamos en un mundo con muchos riesgos. Por ejemplo, no sab¨ªamos si tendr¨ªamos un a?o de vacas gordas o de vacas flacas. Y, en ese contexto, era relativamente f¨¢cil ponerse de acuerdo en cu¨¢l es el ¨¢mbito de la pol¨ªtica. En realidad, se trataba de continuar con la l¨®gica anticipada ya en la Biblia: guardar en los a?os de vacas gordas en previsi¨®n de los a?os de vacas flacas. Pero ahora vivimos en una realidad con muchas incertidumbres, que son m¨¢s amenazantes que los riesgos. No sabemos si nos aguarda un a?o de vacas o de patos. O de cisnes negros. La labor de la pol¨ªtica no est¨¢ tan clara. Las fronteras entre lo que nos concierne a todos y lo que concierne s¨®lo a los individuos son m¨¢s difusas que nunca.
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As¨ª, en Espa?a se han consolidado dos visiones antag¨®nicas de la pol¨ªtica que, una por defecto y otra por exceso, dificultan la comunicaci¨®n entre los adversarios pol¨ªticos. Y polarizan el pa¨ªs hacia dos tentaciones igualmente peligrosas: el populismo, para quienes la pol¨ªtica debe impregnarlo todo, y la tecnocracia, para quienes la pol¨ªtica debe evaporarse y dejar paso a los expertos.
Unos, sobre todo idealistas de izquierdas, piensan que ¡°todo es pol¨ªtica¡±. Su objetivo es ¡°conquistar espacios para la pol¨ªtica¡±, arrebat¨¢ndoselos a los mercados. Cuantos m¨¢s aspectos abarque la pol¨ªtica, m¨¢s justa ser¨¢ una sociedad, pues pol¨ªtica es sin¨®nimo de justicia. De forma que, cada conflicto aislado (de los retrasos de los trenes y los accidentes de tr¨¢fico en autopistas de peaje a las cuentas offshore en para¨ªsos fiscales), cualquier molino de viento, se convierte en una excusa para emprender una quijotesca batalla contra los gigantes mercados. Los problemas son sist¨¦micos. Los casos de corrupci¨®n no son hechos aislados o contingentes a unas instituciones determinadas, sino el resultado de un sistema corrupto. Esta actitud es la antesala de populismo, el ¡°poscapitalismo¡± o cualquier otro ¡°ismo¡± que nos salvar¨¢ de este valle de l¨¢grimas.
Los papeles de Panam¨¢ se analizan como casos morales o se acusa a los para¨ªsos fiscales
Los otros, fundamentalmente realistas de derechas, achican tanto la definici¨®n de pol¨ªtica que la reducen a su factor humano. La pol¨ªtica son los pol¨ªticos. Si hay corrupci¨®n es porque hay pol¨ªticos deshonestos. En toda cesta habr¨¢ algunas manzanas podridas. Se quitan y ya est¨¢. La pol¨ªtica consiste en sustituir a los individuos (o partidos) malos por los buenos. Luego, los m¨¢s conservadores propondr¨¢n oposiciones hasta para el cargo de ministro y los m¨¢s aperturistas mecanismos de selecci¨®n propios de una start-up, pero con el mismo sustrato de fondo: el gobierno de los mejores.
Pero la buena pol¨ªtica no es ni una cosa ni la otra: ni cuestionar el ¡°sistema¡± en general ni a unas personas en particular. La pol¨ªtica es lo que est¨¢ en medio, entre el sistema y el individuo. La pol¨ªtica es la discusi¨®n sobre las normas formales, las instituciones, que regulan el comportamiento de los miembros de una comunidad. Las sociedades que circunscriben el ¨¢mbito de la pol¨ªtica a este terreno intermedio tienen m¨¢s posibilidades de superar los problemas colectivos que aquellas, como la espa?ola, donde no existe un consenso m¨ªnimo sobre cu¨¢l es la esfera de actuaci¨®n de la pol¨ªtica.
La cuesti¨®n es intentar saber qu¨¦ normas y protocolos han propiciado la evasi¨®n de impuestos
Ve¨¢moslo con la discusi¨®n en torno a los papeles de Panam¨¢. En Espa?a predominan dos visiones. Por un lado, se discuten hasta la saciedad los casos individuales. De forma justificada o no, hemos hecho juicios medi¨¢ticos a numerosas personalidades con relevancia pol¨ªtica. La asunci¨®n de fondo es que se trata de un problema de moralidad individual: hay buena gente, que paga sus impuestos, y mala gente (o una mala tribu pol¨ªtico-empresarial), que crea sociedades offshore para evadirlos. Y, por el otro, abundan las grandes reflexiones sobre el sistema econ¨®mico global y la imperiosa necesidad de coordinar una acci¨®n internacional contra los para¨ªsos fiscales. Aqu¨ª la asunci¨®n de fondo es que falla el sistema capitalista o la globalizaci¨®n en su conjunto. La sed de sangre de unos y otros es saciada: sabemos que hay unos individuos (y alg¨²n partido pol¨ªtico) p¨¦rfidos o un sistema global perverso. Pero, como es f¨¢cil de imaginar, ni de una visi¨®n ni de la otra salen prescripciones ¨²tiles.
Al contrario, en otros pa¨ªses europeos la discusi¨®n transcurre m¨¢s en el ¨¢mbito propio de actuaci¨®n de la pol¨ªtica, sin caer en los casos individuales y, a la vez, sin elevarse a las nubes abstractas del sistema. Obviamente, tambi¨¦n se ha hablado de personas particulares y se ha especulado sobre la globalizaci¨®n econ¨®mica, pero periodistas y analistas han puesto el foco sobre las reglas impersonales que han permitido la fuga de capitales a para¨ªsos fiscales. La asunci¨®n de fondo es que el problema no es individual ni sist¨¦mico, sino institucional. ?Qu¨¦ normas y protocolos de actuaci¨®n de las instituciones p¨²blicas, pero tambi¨¦n de las privadas como los bancos, han propiciado la evasi¨®n de impuestos? Y, en consecuencia ?qu¨¦ cambios normativos habr¨ªa que introducir para revertir esta situaci¨®n? En estos pa¨ªses se habla m¨¢s de, y con, representantes de bancos y de reguladores p¨²blicos que de evasores concretos. M¨¢s de las instituciones que han fomentado el pecado que de los pecadores.
Algo similar ocurre con muchos otros debates pol¨ªticos, como, por ejemplo, la lucha contra la corrupci¨®n. Nos obsesionamos con los casos particulares (de personas o partidos) o nos dejamos arrastrar en meditaciones vagas sobre el sistema. Olvidando que la pol¨ªtica es la gesti¨®n de las reglas comunes y no de los nombres propios.
Victor Lapuente Gin¨¦ es profesor de Ciencias Pol¨ªticas de la Universidad de Gotemburgo.
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