¡°No somos un pueblo de mendigos; somos refugiados pol¨ªticos¡±
En los campamentos saharauis, los destinatarios gestionan y reparten la ayuda humanitaria que reciben
Nada puede contrastar m¨¢s con el polvoriento y abrasador entorno que la rodea que la fresca e impoluta sala blanca del Laboratorio Mohamed Embarek Fakal¡¤la, la primera instalaci¨®n de producci¨®n de medicamentos que podr¨ªa homologar la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) en un campamento de refugiados. No result¨® nada f¨¢cil crear una estancia as¨¦ptica adaptada a la normativa europea de laboratorios farmac¨¦uticos, con sistemas de ventilaci¨®n, aislamiento y puertas herm¨¦ticas, en medio de un desierto pedregoso donde la omnipresente arena se filtra hasta por la menor de las rendijas, y en el que espor¨¢dicas lluvias torrenciales se llevan por delante en minutos las construcciones de adobe como la que la alberga.
El laboratorio, situado junto al Hospital Nacional Bachir Saleh en Chahid el-Hafed (antes conocido por el top¨®nimo de Rabuni), el centro administrativo desde el que se gobiernan los campos de refugiados saharauis de Argelia y los territorios del S¨¢hara Occidental que controla el Frente Polisario, elabora antibi¨®ticos, analg¨¦sicos, antis¨¦pticos y sueros est¨¦riles en forma de p¨ªldoras, jarabes, cremas, geles y gotas. Est¨¢ dise?ado para generar hasta 62 tipos de f¨¢rmacos diferentes, aunque la falta de medios lo obliga a limitarse por ahora a una quincena de ellos. La materia prima llega en cubos de cinco kilos de gen¨¦ricos procedentes de India o China. Las c¨¢psulas de las pastillas son rumanas.
"Al principio s¨®lo pod¨ªamos cubrir las necesidades del hospital y de uno de los campamentos. Ahora llegamos a toda la poblaci¨®n", destaca Salama Azman Bnu, de 37 a?os, ingeniero t¨¦cnico en qu¨ªmica industrial, mientras, enfundado en su bata blanca y con los preceptivos gorro, guantes y m¨¢scara para cubrir la boca y la nariz, fabrica en un molde decenas de p¨ªldoras de paracetamol. El proceso semimanual para fabricar 300 unidades dura unos 20 minutos.
El proyecto del laboratorio naci¨® en 1992, cuando una misi¨®n de Medicus Mundi Catalunya desplazada a los campamentos se top¨® con un voluntarioso enfermero que, con las f¨®rmulas que se hab¨ªa tra¨ªdo desde el S¨¢hara Occidental, ocupado en su mayor parte por Marruecos desde 1975, preparaba en condiciones m¨¢s que precarias mercromina y otros productos sanitarios. Su ejemplo pon¨ªa de manifiesto la necesidad de una instalaci¨®n de este tipo.
Con la ayuda de la ONG, el recinto era una realidad en 1996 y posteriormente ha ido ampliando y mejorando sus dependencias y equipo. Tras una completa remodelaci¨®n, en abril del a?o pasado se consigui¨® adaptar la sala as¨¦ptica a los m¨¢s exigentes est¨¢ndares internacionales en lo que supone un enorme salto cualitativo para la iniciativa. "El representante de la OMS en Argelia, Bah Keita, nos dijo que no hab¨ªa visto un laboratorio as¨ª en los m¨¢s de 40 pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo que hab¨ªa visitado, y que podr¨ªa ser homologado cuando estuviera terminado", presume Mar¨ªa Elena del Cacho, la coordinadora para el S¨¢hara de Medicus Mundi en Barcelona.
Aunque dispone de apoyo y asesoramiento for¨¢neo, se trata de un proyecto local. Depende del Ministerio de Salud P¨²blica de la Rep¨²blica ?rabe Saharaui Democr¨¢tica (RASD), proclamada en 1976 tras la invasi¨®n marroqu¨ª y que opera desde el exilio argelino aunque controla casi un tercio del territorio en disputa. Todo el personal, una decena de personas, es saharaui. Hay farmac¨¦uticos, qu¨ªmicos, bi¨®logos y microbi¨®logos, hombres y mujeres, formados en Cuba, Argelia, Libia, Rusia o Ucrania, "y algo en Espa?a, pero no tanto", subrayan. "La idea era que se lo pudieran llevar al S¨¢hara Occidental cuando regresaran", explica Del Cacho.
Pero ese momento no llega nunca. Los refugiados, unas 180.000 personas (con la poblaci¨®n que nomadea por los territorios de la antigua colonia controlados por el Polisario pueden superar las 200.000), acaban de cumplir 40 a?os completamente olvidados por el mundo en uno de los parajes m¨¢s inh¨®spitos del planeta.
Nacidos como tantos otros en todo el globo en forma de aglomeraciones de tiendas de lona levantadas para una estancia provisional, los campamentos se han convertido en verdaderas ciudades de adobe que se extienden junto a las rutas que enlazan Argelia, Mauritania y el mismo S¨¢hara Occidental. Cuatro d¨¦cadas m¨¢s tarde, en sus calles arenosas se multiplican los peque?os y modest¨ªsimos negocios (tiendas, panader¨ªas, talleres mec¨¢nicos o de artesan¨ªa, restaurantes, hasta cibercaf¨¦s) creados en su mayor parte en forma de cooperativas por quienes cuentan con ingresos procedentes del exterior.
Los refugiados, unas 180.000 personas, acaban de cumplir 40 a?os completamente olvidados por el mundo
Pero hay otro factor que los diferencia de cualquier otro espacio de este tipo desde su mismo origen: que los gestiona un estado propio. "Los nuestros son los ¨²nicos campamentos donde la ayuda humanitaria la distribuyen los mismos refugiados. En el resto lo hacen las agencias humanitarias internacionales, o las ONG. Pero desde el primer dia rechazamos esa opci¨®n, que nos habr¨ªa convertido en un pueblo de mendigos. Y no lo somos: somos refugiados pol¨ªticos a los que se ha forzado a vivir aqu¨ª", proclama el que fuera hasta enero pasado el ministro de Cooperaci¨®n, y ahora lo es de Agua y Medio Ambiente, Brahim Mojtar, de 63 a?os.
"Por la misma raz¨®n, tambi¨¦n se trata de una de las operaciones humanitarias m¨¢s baratas del mundo. Una vez llega aqu¨ª la ayuda, los costes operativos se reducen al m¨ªnimo gracias a nuestra contribuci¨®n", subraya el presidente de la Media Luna Roja saharaui, Buhabeini Yahya, de 52 a?os, quien insiste en que "no aceptamos ser considerados simpes receptores de ayuda humanitaria".
A modo de ejemplo, Yahya expone que "toda la ayuda, unas 2.200 toneladas mensuales, llega de Or¨¢n (a unos 1.600 kil¨®metros de desierto por carretera), y tanto en el puerto como en el aeropuerto de esa ciudad tenemos una c¨¦lula de coordinaci¨®n. Somos la primera experiencia en el mundo en que unos refugiados tienen acceso directo al punto de llegada de la misma, y as¨ª nos aseguramos de que no se pierde nada por el camino".
La ayuda, que no ha dejado de reducirse desde el inicio de la crisis en el mundo rico (ha ca¨ªdo un 57% desde 2011) es trasladada en camiones argelinos hasta los campamentos, donde los productos frescos, que se empezaron a distribuir en 2007, se llevan al Centro de Abastecimiento M¨¢rtir Sid Ahmed, inaugurado en 2014 con financiaci¨®n de ECHO, la agencia humanitaria de la Uni¨®n Europea.
Patatas, cebollas, zanahorias, naranjas, manzanas, calabacines o d¨¢tiles se almacenan en sus ocho grandes c¨¢maras frigor¨ªficas, donde la temperatura se mantiene a entre 4 y 8 grados cent¨ªgrados. En verano son hasta 40 grados menos que en el exterior, y el reparto a la poblaci¨®n, de apenas tres kilos por persona y mes, se tiene que hacer de noche: no hay camiones frigor¨ªficos, y los destinatarios tampoco tienen neveras en sus viviendas.
La dependencia de la solidaridad internacional es casi completa. Pero no al cien por cien. En los campamentos emerge una incipiente actividad productiva que trata de limarla poco a poco. As¨ª, por ejemplo, hay una granja av¨ªcola donde unas 20.000 gallinas ponedoras proporcionan una cifra similar de huevos diarios destinados a los sectores m¨¢s vulnerables de la poblaci¨®n, aunque una peque?a parte se vende en el mercado local y argelino para autofinanciar la iniciativa.
El laboratorio Mohamed Embarek Fakal¡¤la es la primera instalaci¨®n de producci¨®n de medicamentos que podr¨ªa homologar la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) en un campamento de refugiados
Adem¨¢s, muchas familias cr¨ªan su propio ganado. Dromedarios, cabras y ovejas, los ¨²nicos animales que logran sobrevivir en este entorno, aportan las prote¨ªnas de las que carece la ayuda internacional (que s¨®lo incluye una lata de 425 gramos de caballa en conserva por persona y mes). Cada campamento tiene su huerto, y tambi¨¦n hay cientos de raqu¨ªticas plantaciones dom¨¦sticas: 210 s¨®lo en El Aai¨²n (todos los campos llevan el nombre de una localidad del S¨¢hara ocupado). Parece imposible que nada pueda germinar aqu¨ª. Los suelos son pobres y estan cargados de sales. Adem¨¢s, los cubre una capa de 40 cent¨ªmetros de arena. Y el siroco, que sopla abrasador y cargado de part¨ªculas de roca pulverizada, quema cualquier brote que se atreva a asomarse.
"Pero hay plantas que pueden resistir, y con mucho abono, e incluso con agua salina, lo logramos", se enorgullece el ingeniero agr¨®nomo Mohamed Mouloud Lahsen, de 45 a?os, que dirige la escuela de agricultura Mohamed Salem Pakito del Ministerio de Desarrollo Econ¨®mico, a la que asisten 16 alumnas (todas son mujeres). En las cuatro calcinadas hect¨¢reas del recinto cosechan remolacha, nabos, zanahorias, lechugas, cebollas, coles, tomates, pimientos, berenjenas, perejil, cilantro y menta, y tambi¨¦n alfalfa, cebada, sorgo o mijo para el ganado.
El a?o pasado entr¨® en funcionamiento, con financiaci¨®n del ACNUR (Alto Comisariado de la ONU para los Refugiados) y ECHO, la f¨¢brica Hassana el-Uali, que elabora diariamente m¨¢s de 10.000 pastillas de jab¨®n de 200 gramos con destino a hospitales, dispensarios y escuelas y en la que trabajan una quincena de operarios. Est¨¢ previsto vender una parte de la producci¨®n en Argelia y Mauritania, y tambi¨¦n en el mercado local de los campamentos, para hacerla financieramente autosuficiente.
La vestimenta tradicional de las mujeres saharauis y mauritanas, la melfa, una colorida tela de cinco metros de largo con la que se envuelven todo el cuerpo, tambi¨¦n est¨¢ generando una modesta actividad econ¨®mica. En el Centro Anna Lindh, profesores mauritanos ense?an a confeccionarlas y te?irlas. En 2013, el a?o de su inauguraci¨®n, se produjeron 3.000 unidades, repartidas gratuitamente a mujeres necesitadas. Pero un a?o m¨¢s tarde ya empezaron a venderse algunas para pagar a las 18 trabajadoras y la materia prima, algod¨®n blanco que llega tambi¨¦n del vecino del sur, al que se quieren exportar. Salen a 2.000 dinares argelinos (unos 16 euros).
Igualmente en 2013, en el campamento de Smara, empezaron a salir paquetes de macarrones y fideos de la f¨¢brica de pasta alimenticia FAN, puesta en marcha con la ayuda de instituciones y organizaciones solidarias andaluzas, en la que trabajan ocho mujeres que elaboran 200 kilos de producto en 5 horas gracias a seis m¨¢quinas llegadas desde el sur de Espa?a. "Adem¨¢s de reducir nuestra dependencia, queremos impulsar la econom¨ªa local y crear empleo para los j¨®venes", subraya su director, Abba Lehbib.
La planta dispone de dos m¨¢quinas para producir pasta sin gluten: los campamentos registran la mayor tasa de cel¨ªacos del mundo, del 6%. "Se debe a la pobreza de la cesta b¨¢sica de alimentos, en la que hay demasiados hidratos de carbono. La ayuda del Programa Mundial de Alimentos de la ONU est¨¢ pensada para emergencias, no para estancias de 40 a?os", se lamenta el presidente de la Media Luna Roja.
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