Entre la niebla p¨²rpura
Si Prince quer¨ªa honrarte con su presencia, todo era encanto. Por el contrario, pod¨ªa mostrarse como la peor ¡®prima dona¡¯ si detectaba motivos comerciales
La pregunta resultaba por lo menos ins¨®lita. El hombre de la discogr¨¢fica Warner quer¨ªa saber cu¨¢nto med¨ªa exactamente el periodista. La explicaci¨®n: exist¨ªa una remota posibilidad de que Prince aceptara una entrevista pero sus representantes hab¨ªan avisado que no quer¨ªan juntarle con reporteros demasiado altos.
Hab¨ªa otras condiciones: la conversaci¨®n no pod¨ªa grabarse y el periodista deb¨ªa aceptar ser cacheado minuciosamente por los vigilantes del cantante. El plan se diluy¨® en los d¨ªas siguientes. Al informador le qued¨® la duda de si realmente planteaba esos requisitos o si todo era teatro para destacar la excepcionalidad de su figura. En el universo Prince se cultivaba el misterio, la exageraci¨®n, la m¨ªstica.
En sus casi 40 a?os de vida p¨²blica, Prince concedi¨® pocas entrevistas y, desde luego, nunca se someti¨® a esas indagaciones a coraz¨®n abierto que ans¨ªa la prensa. Cuesti¨®n de timidez, seguro, pero tambi¨¦n de su torpeza a la hora de hacer declaraciones: tend¨ªa a los arrebatos contra la industria o el mundo de Internet, que luego exig¨ªan rectificaciones.
?La conclusi¨®n? El personaje siempre estuvo rodeado de niebla. Niebla p¨²rpurea, como la canci¨®n de Jimi Hendrix y como su color favorito. Abundan los libros sobre Prince pero suelen ser incompletos, basados en confidencias de novias y colaboradores que ya no forman parte del n¨²cleo duro.
Mientras estaban en la pomada, esos sat¨¦lites tend¨ªan a ser muy precavidos. En 1998, el mismo periodista de antes tuvo la oportunidad de conversar con Mayte Garc¨ªa, primera esposa del m¨²sico. Eran los a?os en que no se pod¨ªa pronunciar su nombre, reemplazado tipogr¨¢ficamente por una combinaci¨®n de s¨ªmbolos.
Durante la primera parte de la entrevista, Mayte hablaba de ¡°¨¦l¡± o ¡°mi marido¡±. Hasta que se cans¨® y, de forma natural, pas¨® a usar el nombre prohibido. Brotaron las risas por lo rid¨ªculo de la situaci¨®n pero su guardaespaldas, una monta?a de aspecto samoano, parec¨ªa genuinamente escandalizado. Al d¨ªa siguiente, se avis¨® al periodista que no hab¨ªa pasado ¡°la prueba¡±. ?Prueba? ¡°S¨ª, te estaban chequeando para ver si eras fiable y pod¨ªas entrevistar a Prince. Dicen que no estuviste respetuoso¡±. Posiblemente, mejor as¨ª.
Visto de cerca, su s¨¦quito daba miedo. En 1993, tras tocar en el Palau Sant Jordi barcelon¨¦s, ofreci¨® una de sus famosas jam sessions nocturnas. A las puertas de la sala Estandar se amontonaron los invitados y muchos seguidores insaciables. Se exigi¨® que formaran dos filas, chicos por un lado y chicas por otro: se requer¨ªa que el p¨²blico tuviera un m¨ªnimo nivel de belleza. Pero todos, guapas y guapos, fueron sometidos al detector de metales. Por lo que se sabe, el nivel de paranoia hab¨ªa crecido en los ¨²ltimos tiempos. Empe?ado en controlar su imagen, Prince prohib¨ªa entrar con m¨®viles al after show party; qui¨¦n era detectado grabando o tomando fotos iba a la calle. Sin contemplaciones, como comprob¨® alg¨²n actor de la serie B de Hollywood.
En general, Prince sab¨ªa engatusar a las celebrities, que se esponjaban al tener acceso a su mundo. El tono cambiaba si se trataba de competidores. Choc¨® con mujeres bravas, como Madonna?y Sin¨¨ad O¡¯Connor. Y abundan las an¨¦cdotas sobre sus desencuentros con Michael Jackson. El creador de Thriller admiraba al chico de Minneapolis: us¨® el nombre de Prince para bautizar a dos de sus hijos. Y se podr¨ªa arg¨¹ir que fue el deseo de superarle lo que aceler¨® su final: Prince llen¨® durante 21 noches el O2 londinense y Michael quiso batirle con 50 conciertos. Un disparate: durante los extenuantes ensayos, su cuerpo no pudo aguantar.
El carisma de Prince no funcionaba si enfrente ten¨ªa a un esc¨¦ptico, especialmente si tambi¨¦n era agn¨®stico en cuestiones religiosas. El cineasta Kevin Smith (Clerks) recibi¨® el encargo de rodar un documental sobre sus encuentros con fans en el recinto de Paisley Park. Como tantos proyectos de Prince, aquello nunca se termin¨® pero Smith narr¨® la experiencia en un desopilante v¨ªdeo de media hora que se puede localizar en YouTube.
Si Prince quer¨ªa honrarte con su presencia, todo era encanto. Por el contrario, pod¨ªa mostrarse como la peor prima donna si detectaba motivos comerciales. En 1999, visit¨® Espa?a para promocionar Rave un2 the joy fantastic. Le hab¨ªan preparado una actuaci¨®n en El S¨¦ptimo de Caballeria, programa de TVE que presentaba Miguel Bos¨¦. Pero Bos¨¦ encarnaba de forma muy evidente los intereses de Warner, la discogr¨¢fica que Prince odiaba por encima de todas. As¨ª que racane¨® en la grabaci¨®n ¡ªreducida a 40 minutos¡ª y rechaz¨® tambi¨¦n ser entrevistado, en c¨¢mara, por Pedro Almod¨®var. Su prioridad no era hacer amigos.
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