Para¨ªsos
Los hay fiscales e imaginarios y otros que consisten simplemente en alcanzar las costas de Europa

El t¨ªtulo de la fotograf¨ªa ganadora del Premio de Periodismo Ortega y Gasset en la que una mujer siria pide, ca¨ªda en el mar, desesperadamente ayuda para su beb¨¦ es demoledor: Llegando al para¨ªso.Y es que para¨ªsos hay muchos. Los hay fiscales e imaginarios para los que hemos tenido la suerte de haber nacido en el primer mundo y los hay que consisten simplemente en alcanzar las costas de Europa, para los que viven en el segundo y en el tercero.
El mito del para¨ªso, que viene de los albores de la humanidad, nos acompa?a a lo largo de la historia reconvertido en m¨²ltiples fantas¨ªas y representaciones individuales y colectivas. Solo en Espa?a tenemos media docena, desde la Babia arc¨¢dica y ensimismada que se corresponde con una comarca real en el antiguo Reino de Le¨®n a la Jauja cordobesa de los cuentos en la que se come y se bebe y no se trabaja, seg¨²n el refr¨¢n, y que no es otra que lo que en Francia llaman Pays de Cocagne, en Italia el pa¨ªs de Cucagna, en Gran Breta?a el de Lubberland y en los Pa¨ªses Bajos el de Luilekkerland, ese lugar fabuloso al que, seg¨²n los que han alcanzado a verlo, se accede excavando una monta?a de papilla y por el que los cerdos se pasean con cuchillo y tenedor para que el que se los encuentre pueda trincharlos mientras que de los ¨¢rboles cuelgan salchichones y todo tipo de dulces.
El mito del para¨ªso que Ad¨¢n y Eva disfrutaron antes de ser expulsados de ¨¦l pervive en nuestro subconsciente junto con el deseo de recuperarlo un d¨ªa. Pero, mientras que para algunos su identificaci¨®n coincide con esos lugares a los que la Hacienda de su pa¨ªs no puede llegar porque est¨¢n fuera de su alcance, lo que les garantiza que no tendr¨¢n que pagar impuestos por sus fortunas, para otros se reduce simplemente a alcanzar las costas de un continente que les garantiza, o deber¨ªa hacerlo por humanidad, vivir a salvo de la guerra, el hambre o la persecuci¨®n pol¨ªtica o religiosa.
Que la palabra se use igualmente para denominar a unos y a otro, a los agujeros negros fiscales y financieros y al continente que para mucha gente es sin¨®nimo de libertad o simple supervivencia, indica la inmoralidad de un mundo que se llama el primero a s¨ª mismo cuando es el tercero o el cuarto. Si la medida de nuestras vidas la dan nuestras ilusiones, las de esas personas que arriesgan la suya para buscar un futuro mejor para sus familias son infinitamente superiores a las de quienes, viviendo en el para¨ªso, lo buscan tambi¨¦n para su dinero sin importarles lo que a los dem¨¢s les pase.
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