Temibles

En cierta ocasi¨®n, pasando revista a sus tropas eventuales y poco disciplinadas, Lord Wellington coment¨®: ¡°No s¨¦ si dar¨¢n miedo al enemigo, pero a m¨ª me hacen temblar¡±. Siempre que se acercan elecciones, alguien nos comunica su miedo a que gane Fulano o Zutano. Parece que ciertos pol¨ªticos son temibles y en efecto hay algunos de los que cabe esperar las mayores torpezas o arbitrariedades. Pero lo que deber¨ªamos decir es que nos echamos a temblar cuando pensamos en los votantes que pueden elegir a los indeseables. La democracia es el sistema pol¨ªtico donde uno no tiene por qu¨¦ temer a ning¨²n candidato a gobernante, pero como contrapartida est¨¢ justificado que tema a quienes eligen a entre ellos. No temblaremos bajo los caprichos del tirano sino por los caprichos de una mayor¨ªa que puede descartar al mejor y entusiasmarse con el brib¨®n que m¨¢s h¨¢bilmente sabe hacerse querer o desear.

Lord Wellington sinti¨® un sobresalto al pasar revista a sus tropas, pero luego con ellas gan¨® la batalla. Lejos de ser infalible como dice la leyenda, el pueblo al que pertenecemos puede equivocarse junto tal como cada uno nos equivocamos por separado. A¨²n peor: su libertad pol¨ªtica consiste en que tiene el santo derecho a equivocarse. A lo que no tiene derecho es a decir despu¨¦s ¡°a m¨ª no me representan¡± o antes a no prestar la debida atenci¨®n a las mil fuentes de que hoy disponemos para calibrar la catadura de cada candidato y el realismo o el fraude de sus propuestas. Sea como fuere, esas son las tropas con las que debemos salir adelante y nadie puede decidir por ellas. Ya lo dijo Chesterton, ¡°la democracia es como sonarse: aunque sea mal, cada cual debe hacerlo por s¨ª mismo¡±.