Las dos banderas
La rojigualda y la tricolor no son incompatibles y ambas representan a Espa?a
?El pasado 14 de abril, varios Ayuntamientos gobernados por las izquierdas exhibieron la bandera de la Segunda Rep¨²blica, la tricolor roja-amarilla-morada. De inmediato, los medios conservadores les acusaron de realizar actos inconstitucionales e incluso antidemocr¨¢ticos. Se cruzaron argumentos sobre las leyes acerca de los s¨ªmbolos oficiales, la libertad de expresi¨®n y el significado de esa ense?a. Una pol¨¦mica que, dada la importancia de estos elementos en las identidades nacionales, habla de fracturas y visiones contrapuestas de la comunidad pol¨ªtica. Porque hay, o al menos hubo, dos banderas de la naci¨®n espa?ola.
Durante el siglo XIX, la combinaci¨®n roja-amarilla-roja se gan¨® el puesto de bandera nacional. Inventada en tiempos de Carlos III para la armada, los liberales la enarbolaron en sus luchas contra el absolutismo y se convirti¨®, con el respaldo de la monarqu¨ªa constitucional, en el mejor s¨ªmbolo de Espa?a. As¨ª se consagr¨® en las guerras coloniales, cuando comenz¨® a llamarse rojigualda para resaltar su valor, pues el amarillo se asimilaba al oro. Sus principales defensores proven¨ªan del Ej¨¦rcito, que la erigi¨® en un t¨®tem sagrado. Luego, como en otros pa¨ªses, lleg¨® a la escuela y a toda clase de fiestas. All¨¢ por 1869 surgi¨® la idea de a?adir a estos colores un tercero, para componer un dise?o parecido al de la Revoluci¨®n Francesa, madre de las dem¨¢s. Y se eligi¨® el morado, que se asociaba con los Comuneros de Castilla, rebeldes en el siglo XVI contra el tirano Carlos V en las historias progresistas: era el color de la libertad. Pero, hasta bien entrado el siglo XX, la tricolor espa?ola solo fue signo de los grupos republicanos, cuyo modelo era Francia. Y, durante a?os, las dos banderas fueron compatibles, pues el republicanismo empleaba ambas.
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Pero el rey abraz¨® la dictadura de Primo de Rivera y la rojigualda, s¨ªmbolo nacional casi indiscutible, qued¨® en emblema de la Monarqu¨ªa. Cuando se proclam¨® la Segunda Rep¨²blica, en medio del entusiasmo popular, la tricolor se impuso de manera casi inevitable y las expresiones mon¨¢rquicas pasaron a la clandestinidad. La nueva bandera se present¨® como la verdadera bandera nacional, la de la comunidad de ciudadanos que hab¨ªa surgido de los combates por la libertad y conectaba con el progreso mundial. En la Guerra Civil, y no sin algunas dudas iniciales, los sublevados recuperaron la vieja ense?a, adornada con un escudo que enfatizaba su arraigo en la tradici¨®n.
As¨ª, la bandera republicana, junto con otros s¨ªmbolos partidistas y territoriales, fue la del bando derrotado en la guerra. El franquismo se apropi¨® de los emblemas nacionales hasta hacer que la oposici¨®n los odiara, pero, curiosamente, la tricolor apenas asom¨® en las manifestaciones contra la dictadura. En la transici¨®n a la democracia fueron pocos los partidos que la reivindicaron y en 1977 el Comunista acept¨® la rojigualda. Carrillo declar¨® que con la republicana se hab¨ªa reprimido la insurrecci¨®n de octubre de 1934, por lo que tampoco hab¨ªa que idolatrarla. Aunque la bicolor sigui¨® despertando recelos, el escudo de 1981 la aval¨® como constitucional, reivindicada por los socialistas en su periodo de gobierno. La otra parec¨ªa olvidada.
Sin embargo, la ense?a republicana resurgi¨® en las protestas contra el Partido Popular a comienzos de este siglo. La reivindicaci¨®n de las v¨ªctimas del r¨¦gimen franquista y la puesta en solfa de los relatos habituales sobre la Transici¨®n impulsaron ese renacimiento. La crisis de la corona, que desemboc¨® en la retirada de Juan Carlos I, tambi¨¦n ayud¨®. Pese a todo, la bicolor ha demostrado su fortaleza y ha sido asumida por la mayor¨ªa de quienes se sienten espa?oles como algo propio, es el s¨ªmbolo banal de los triunfos de La Roja. Es una bandera democr¨¢tica, la del Estado de las autonom¨ªas integrado en Europa. Resulta pues insustituible.
Pero la tricolor conserva significados relevantes. M¨¢s all¨¢ del cambio en la jefatura del Estado o de proyectos radicales minoritarios, para una parte significativa del electorado representa la memoria de los vencidos, es la de Manuel Aza?a o de Antonio Machado; y encarna a la vez los valores reformistas de aquella primera democracia espa?ola, ese republicanismo c¨ªvico que reivindica la igualdad junto a la libertad y la virtud. Ni la memoria ¡ªtornada reconciliaci¨®n¡ª ni el civismo son ajenos a la Constituci¨®n de 1978 y al sistema pol¨ªtico actual. O no deber¨ªan serlo. Por eso, el pabell¨®n republicano merece respeto y ambas ense?as tendr¨ªan que volver a ser compatibles. Las naciones, sobre todo las complejas, pueden tener varias banderas.
Javier Moreno Luz¨®n es catedr¨¢tico de Historia en la Universidad Complutense.
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