Arturo Ripstein, el cineasta latinoamericano m¨¢s directo
ARTURO Ripstein se ha sentado al borde de su vida. En un sill¨®n mullido, de cuero marr¨®n, del que le cuelgan los pies. El cineasta tiene 72 a?os y recibe en su estudio de la colonia Condesa. Es un ¨¢tico c¨¢lido, repleto de libros, desde el que se divisa un cielo envuelto en p¨²rpura violenta. La se?al de que va a anochecer en la Ciudad de M¨¦xico. ¡°Yo le debo todo a esta ciudad. Mis tripas, mis ojos y mi coraz¨®n, que es con lo que yo trabajo. La quiero y la odio¡±.
Acomodado en su sill¨®n, los brazos cruzados, Ripstein habla sin perderse en meandros. No le gustan. Prefiere que le entiendan a la primera; lanzar directos, golpear. l?¨¢rritu no hace cine mexicano. Garc¨ªa M¨¢rquez es un escritor cursi. Bu?uel alumbr¨® desastres de pataleo. En su conversaci¨®n, Ripstein, cargado de iron¨ªa, dispara contra todos. Tambi¨¦n contra s¨ª mismo.
¨CMi vida ha sido divertida, pero no con la fortuna que yo quer¨ªa. Yo quer¨ªa otra.
¨C?Cu¨¢l?
¨CLa del que s¨ª puede. No la del que casi puede. Hubiera querido ser otro.
¨C?Por ejemplo?
¨CKurosawa o Fellini. Y Kurosawa tambi¨¦n hubiera querido ser otro. Intent¨® suicidarse, pero no muri¨®, lo que es a¨²n peor.
El destino de Ripstein qued¨® sellado cuando a los pocos a?os, sentado en las rodillas del montador de Bu?uel, vio funcionar la moviola. ¡°Para m¨ª no hubo ya otra cosa; entr¨¦ en esa sala y me dije: ¡®Yo no salgo de aqu¨ª jam¨¢s¡¯. Y ah¨ª pas¨¦ mi vida¡±.
Hijo de un productor, nunca aprendi¨® en las escuelas al uso. Iba al cine y memorizaba las pel¨ªculas; entraba en los estudios y rogaba a los directores que le permitieran asistir a sus filmaciones. As¨ª conoci¨® a Bu?uel. El exiliado era un gran amigo de su padre. ¡±Compart¨ªan un amor loco por las armas, les fascinaba disparar, hablar de los ¨²ltimos modelos¡±.
Con 15 a?os, un emocionado Ripstein se acerc¨® al aragon¨¦s. ¡°Acababa de ver Nazar¨ªn?[1958] y hab¨ªa decidido ser director de cine como ¨¦l¡±. Le pidi¨® trabajar, pero el autor de Un perro andaluz,?brutal y distante, le dio con la puerta en las narices. A?os despu¨¦s, lo volvi¨® a intentar. Fue durante el rodaje de El ¨¢ngel exterminador.?La obra maestra. Esta vez, s¨ª que le autoriz¨® a entrar. ¡°?l ten¨ªa 62 a?os y yo 18. Al principio lo llevaba en coche y cargaba su portafolios, despu¨¦s ya me dej¨® pasar a su casa. Convers¨¢bamos, ¨ªbamos al cine juntos. Sin ser amigos, era generoso y amable conmigo. Estaba muy solo, nadie se le acercaba: daba miedo porque era Bu?uel. El genio asusta. Y la profesi¨®n no le quer¨ªa, porque no pod¨ªan compararse con ¨¦l¡±.
Desde aquel momento, Bu?uel qued¨® clavado en la biograf¨ªa de Ripstein. Para bien y para mal. A lo largo de medio siglo, el cineasta mexicano ha creado una isla ¨²nica a salvo de los tifones comerciales. Cuarenta pel¨ªculas, algunas de ellas tan perennes como El castillo de la pureza?(1973) o Profundo carmes¨ª?(1996), donde los personajes, muchos procedentes de las p¨¢ginas de sucesos, viven en el l¨ªmite. Pueden ser prostitutas, enanos, gigol¨®s o enfermeras obesas atrapadas por delirios de amor. A veces, como en su ¨²ltima creaci¨®n, La calle de la amargura,?encarnan el esperpento. Otras son puro humor. Negro, ¨¢spero, doloroso. A todos ellos, la c¨¢mara de Ripstein los muestra en su desolaci¨®n, atravesados de realidad. Aunque su autor haya repetido hasta la saciedad que su cine nace del rencor, en sus fotogramas la amargura se sobrepone al odio; la tristeza, al mal. Es as¨ª desde sus inicios, cuando se le identific¨® con Bu?uel y se les hizo caminar de la mano. Quisiera ¨¦l o no. ¡°Durante 50 a?os he sido el hijo de Bu?uel. Pero ni siquiera es mi director favorito ni el que m¨¢s me ha influido. Me gusta, pero tiene desastres de pataleo. Fue determinante para mi vocaci¨®n, no para mi aprendizaje. Descubr¨ª m¨¢s con Pabst o Mizoguchi. F¨ªjese, hasta de mi ¨²ltima pel¨ªcula dicen que es muy Bu?uel, cuando es puro Valle-lncl¨¢n y picaresca¡±.
Ripstein lo cuenta con tranquilidad, desde el fondo de su sill¨®n, mientras el d¨ªa se apaga en el estudio. El lugar se ha poblado de sombras. La suya, la del periodista, la de los libros en las estanter¨ªas. En la penumbra, el cineasta repasa sus albores. Unos d¨ªas en los que el azar le puso en el mismo camino que a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez.
Su primera pel¨ªcula se basa en un guion de ¨¦l. Es de Garc¨ªa M¨¢rquez antes de que fuera Garc¨ªa M¨¢rquez. ?l acababa de llegar a M¨¦xico y trabajaba en una agencia de publicidad. Hac¨ªa notas para tiendas de ropa, y cosas as¨ª. Le gustaba mucho el cine, pero por fortuna no se dedic¨® a ello sino a lo que le sal¨ªa mejor, la literatura cursi. Ja, ja, ja¡ Yo en aquel momento ejerc¨ªa de actor de teatro, y escrib¨ªa guiones terribles sobre mujeres catat¨®nicas en medio de iglesias, puros horrores adolescentes. Pero como hab¨ªa le¨ªdo El coronel no tiene quien le escriba?y Los funerales de la Mam¨¢ Grande,?le ped¨ª a un amigo com¨²n que me presentase a Garc¨ªa M¨¢rquez para que me ayudara con un guion. ?l me ense?¨® El charro.?Mi padre acept¨® producir la pel¨ªcula, pero me exigi¨® que fuera de vaqueros, porque era lo ¨²nico que se vend¨ªa en aquel momento. As¨ª naci¨® Tiempo de morir?[1965].
?Cu¨¢l fue el resultado? Podr¨ªa haber sido otra pel¨ªcula. Es la historia de mi vida. Todas las cosas que he cometido podr¨ªan haber sido otras, y buenas. Pero no.
Al menos esa pel¨ªcula le puso en contacto con Garc¨ªa M¨¢rquez. En aquel momento no era nadie. Poco despu¨¦s public¨® Cien a?os de soledad?y se volvi¨® una estatua de s¨ª mismo. Hay dos fen¨®menos en espa?ol que est¨¢n espalda con espalda: Garc¨ªa M¨¢rquez y Almod¨®var, los dos son popstars.
Almod¨®var habla bien de usted. Yo tambi¨¦n hablo bien de Almod¨®var. De Garc¨ªa M¨¢rquez no tengo buenos recuerdos.
?Por? Por muchas razones que prefiero no tratar. Almod¨®var, fuera del universo gringo, es el director m¨¢s conocido del mundo. Tiene el estatus de Garc¨ªa M¨¢rquez.
Bueno, ahora hay una generaci¨®n de grandes cineastas mexicanos: Alejandro Gonz¨¢lez l?¨¢rritu, Alfonso Cuar¨®n, Guillermo del Toro¡ Son mexicanos de nacimiento, pero no hacen cine mexicano.
?No ve ra¨ªces mexicanas en l?¨¢rritu? Probablemente las tenga, pero las pel¨ªculas son gringas.
?Y le gustan? No importa si las pel¨ªculas son p¨¦simas o buen¨ªsimas, haber llegado hasta donde ha llegado ya es heroico. Muchos quieren hacer una carrera as¨ª, pero son poqu¨ªsimos los que logran su estatus. Ahora bien, The Revenant?[El renacido] es una pel¨ªcula gringa hecha por un se?or que naci¨® en M¨¦xico. El que tenga elementos surgidos de su mexicanidad es incontrolable.
?Y de Carlos Reygadas, autor de Luz silenciosa y mejor director en Cannes 2012? Reygadas me importa m¨¢s all¨¢ de si sus pel¨ªculas son buenas o malas. Es el iniciador de una generaci¨®n que hace el cine que le sale del forro, detr¨¢s de ¨¦l hay gente como Amat Escalante [mejor director, Cannes 2013]. Ellos son los que llevan la estafeta.
Su hijo Gabriel tambi¨¦n va por ese camino. Acaba de debutar con 600 millas. ?l ser¨¢ un gran director. Me encanta lo que hace, pero qu¨¦ va a decir su padre.
?Hay una edad de oro del cine mexicano? Por un lado, en M¨¦xico hay un cine abyecto que solo pretende ser una plataforma para ir a Hollywood. Y por el otro lado, est¨¢n los autores, muy pocos, cinco o seis singularidades, como ocurre en todos los lugares del mundo. Dios es avaro con el talento y toca en la frente a poqu¨ªsimos.
Hay quien dice que un director hace siempre la misma pel¨ªcula. Es verdad. Uno no puede separarse de s¨ª mismo. Matisse contaba: ¡°Cuando pinto una puerta, hago un autorretrato¡±. Nadie puede quitarse la cara que tiene. Cabe ponerse m¨¢scaras, pero al final el rostro de uno resurge y permanece. A los cineastas se nos deber¨ªa permitir hacer dos o tres pel¨ªculas en la vida, nada m¨¢s, pero hacerlas todo el tiempo; rodando cantos, perfeccionando las frases. Si pudi¨¦ramos repetir, repetir y repetir, quiz¨¢ saliera algo bien.
?Y c¨®mo ser¨ªa la pel¨ªcula de su vida? Eso que lo digan los cr¨ªticos. Soy malo para juzgarme a m¨ª mismo. En alg¨²n momento, mi tema fue el destino y la intolerancia. Y un poco el odio a la familia, que siempre me ha estimulado mucho.
?Y el desamparo de sus personajes? Puede ser, pero eso le toca a usted. A m¨ª los personajes me salen de las tripas, no hay mucho an¨¢lisis. Generan ternura a pesar de s¨ª mismos.
Eso ocurre en Profundo carmes¨ª (1996), donde retrata a una pareja de asesinos en serie. Ellos descubren el amor loco. Y la ¨²nica forma de que perdure es la muerte, porque el amor se desgasta, es una emoci¨®n sobrevalorada.
Pero existe, ?no? Posiblemente. No hay certezas.
?Usted no se ha enamorado? Pero eso no es el amor. Es una enfermedad del amor.
En la primera imagen, escena de la pel¨ªcula ?Profundo carmes¨ª? (1996). En la segunda, la actriz Patricia Reyes Sp¨ªndola, en 'La calle de la amargura' (2015).
Paz Alicia Garciadiego. Es guionista y su pareja. Su obra es dif¨ªcilmente entendible sin ella. La mitad de mi obra. Siempre tuve buen ojo en ese sentido y siempre trabaj¨¦ con escritores, m¨¢s que con guionistas, que estaban esclerotizados. Los escritores tienen m¨¢s ideas. Yo les contaba lo que quer¨ªa filmar y ellos escrib¨ªan. Despu¨¦s lleg¨® Paz, ella es la voz de mis ojos.
?Se compenetran? M¨¢s o menos. Ja, ja, ja¡
Viendo sus pel¨ªculas se dir¨ªa que es usted un creador de tristeza. Por supuesto. Es una definici¨®n inevitable. Yo filmo por odio, por revancha, por vengarme de la realidad, que es espantosa.
?Y qu¨¦ es espantoso? ?La muerte? No, no, la muerte es la liberaci¨®n. Llega un momento, a una edad, en que le das la bienvenida. La mejor nota suicida es la de George Eastman, el inventor de Kodak, que dec¨ªa: ¡°Mi trabajo est¨¢ hecho, por qu¨¦ esperar¡±.
Usted le pone humor. Mis pel¨ªculas son comedias. El humor es la ¨²nica salvaci¨®n. Cuando John Ford fue a visitar al actor Will Rogers [1879-193 5] en plena agon¨ªa, este le dijo: ¡°Morirse es f¨¢cil, la comedia es lo dif¨ªcil¡°. Es as¨ª, el mejor humor es el que pega, duele y hiere. Mis pel¨ªculas lo buscan.
Lleva m¨¢s de 50 a?os de cine, ?qu¨¦ echa de menos? No haber hecho la pel¨ªcula que quer¨ªa.
Pero a¨²n tiene ocasi¨®n de hacerla. No. Ya hice lo que hice.
?Da por hecha su obra? Puede que no haya terminado. No tengo proyecto, sino esperanza de un proyecto. Pero la esperanza es horrible porque nunca se cumple; es un sentimiento malvado, lo inventa la naturaleza para asegurar la supervivencia. Como si fu¨¦ramos una especie en extinci¨®n. Pero posiblemente siga haciendo cine porque no s¨¦ hacer otra cosa.
?Y sigue yendo al cine? No, ya no. Estoy harto de ir y encontrarme coches volando por las ventanas. Estoy cansado de que el cine sea estr¨¦pito y estruendo. Me puse a hacer cine para ver y poder mirar. Hoy es pura emoci¨®n loca, pero inocua; no llega a nada. En todo caso, voy a festivales; ah¨ª se ven peque?os milagros, pruebas fehacientes de la existencia de Dios.
?Es ateo? No, soy jud¨ªo-jud¨ªo.
?Creyente? Soy el ¨²nico de mi generaci¨®n que dice s¨ª, creo.
?E ideol¨®gicamente d¨®nde se sit¨²a; centro, derecha, izquierda? Yo vivo de derechas y filmo de izquierdas.
?Entonces? Al final, lo que uno quiere es la felicidad de todos. Es decir, la justicia, cierta equidad. Nada m¨¢s.
?Nunca fue radical? No, nunca. Formo parte de una generaci¨®n de cineastas en Am¨¦rica Latina para la que era importante rodar con los pu?os cerrados. Y yo filmaba con las manos en los bolsillos, pero toc¨¢ndome un poco los cojones.
Usted ha defendido el cine como una opci¨®n ¨¦tica. ?Por qu¨¦? Mi cine no es pol¨ªtico, ni social ni antropol¨®gico. Son cuentos, pero con una ¨¦tica. Hay una distancia entre lo que hago y lo que resulta.
?Piensa en los espectadores al hacer sus pel¨ªculas? No, yo tengo un solo espectador.
Que es usted. No, es un argentino que vive en mi oreja y que cuando est¨¢s rodando te dice: ¡®Pero cheeee,?qu¨¦ hacee¨¦s¡¡¯. Es alguien a quien tengo que explicar qu¨¦ estoy haciendo. Me tiene que entender. No me produce satisfacci¨®n confundir. Ni saber que estoy por encima de mi espectador. No, ¨¦l es mi par. Pero es uno. Mire, por alguna extra?a raz¨®n, cuando me preguntaron hace ya muchos a?os para qui¨¦n filmaba, contest¨¦ con la majader¨ªa de quien es jovencito: para m¨ª. Pero como advert¨ªa Santa Teresa, hay que tener cuidado con lo que se pide, porque puede cumplirse. Y se me cumpli¨®, ya nadie ve mis pel¨ªculas m¨¢s que yo. Es desgarrador.
?Eso es una met¨¢fora? No.
Pero usted es conocido, uno de los grandes. No soy grande. Ni soy idiota.
?Y vanidoso? Lo soy, y ego¨ªsta y majadero. S¨¦ que me ha ido mejor que a otros. En este panorama lamentable del cine latinoamericano, he hecho cosas, pero por contumacia y buena suerte, que es como se construyen las carreras.
?Y se ha sentido libre? No del todo, solo en unos cuantos momentos, porque adem¨¢s de ser vanidoso, soy cobarde. Y eso te detiene.
?Por miedo al fracaso comercial? No, por algo mucho peor, porque no me di cuenta de que pod¨ªa hacer cosas m¨¢s arriesgadas.
?C¨®mo define la obra maestra? La que es inevitable.
?Ha visto muchas? S¨ª, he tenido esa fortuna. Parafraseando a Borges, me jacto de las pel¨ªculas que pude ver, no de las que hice.
?De qu¨¦ t¨ªtulo se siente m¨¢s orgulloso? De ninguno. Un d¨ªa, una periodista muy bonita, muy ingenua, chiquitina, me pregunt¨® en Par¨ªs por mi mejor pel¨ªcula. Y yo le dije: ¡°El ¨¢ngel exterminador¡±.?Y lo anot¨®.
Si volviera atr¨¢s, ?qu¨¦ cambiar¨ªa? Si lo hiciera con memoria, todo, todo, todo.
?Ahora mismo tiene alg¨²n proyecto? No.
?Eso quiere decir que est¨¢ tranquilo? No, eso quiere decir que estoy cansado.
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