Paisaje
El griter¨ªo del mundo y las voces de los pol¨ªticos y de las televisiones no son m¨¢s que imperfecciones de una naturaleza que sobrevive a pesar de todo

Mientras en las afueras de Madrid arden monta?as de neum¨¢ticos y los pol¨ªticos espa?oles siguen hablando de la ma?ana a la noche, diciendo y contradici¨¦ndose, queri¨¦ndose y enemist¨¢ndose, insult¨¢ndose y pidi¨¦ndose perd¨®n, mientras las radios vomitan goles y resultados de f¨²tbol que a la vuelta de unos d¨ªas ser¨¢n eco como todo en esta vida, en el campo de B¨¦jar, al sur de la provincia de Salamanca, la naturaleza sigue su curso ancestral. Las vacas pastan en las dehesas, los riachuelos murmuran su canci¨®n de siempre y por la v¨ªa romana de la Plata, que desde hace veinte siglos une las dos mitades de la pen¨ªnsula por su parte m¨¢s occidental y pura, algunos peregrinos pasan en direcci¨®n a Santiago de Compostela, cuyo camino principal alcanzar¨¢n en Astorga, lejos de estas blancas sierras.
A mitad de mayo a¨²n en las cumbres de la cordillera central se ven neveros y nubes densas y las intensas lluvias de estas semanas han dejado el paisaje transparente, como una s¨¢bana verde reci¨¦n lavada y tendida al sol. Que aparece y desaparece entre las monta?as y entre las nubes como una rueda mientras debajo de ¨¦l las vacas pastan como hace cientos de siglos, cuando por estos caminos bajaban y sub¨ªan ej¨¦rcitos vencedores o en derrota cuyos miliarios hist¨®ricos, fortines, arquitecturas resisten entre la hierba y junto a los riachuelos amparados en su lejan¨ªa y olvido, dos circunstancias que envuelven todav¨ªa hoy a este Far West espa?ol, cuya grandiosidad y belleza le asemejan al norteamericano. Si el paisaje es una mirada del mundo, un reflejo de este en nuestro coraz¨®n, estas dehesas de B¨¦jar en las que pastan miles de vacas y de cig¨¹e?as entre narcisos y tamarices y encinas reci¨¦n brotadas, como los fresnos junto a los arroyos, en medio de un silencio primitivo mientras por el aire cruzan aviones y aves rapaces a¨²n m¨¢s esbeltas y r¨¢pidas que en la noche se convierten en dibujos o destellos luminosos en el cielo, son la prueba de que la tierra sigue girando como hizo siempre, de que la vida sigue fluyendo como ese r¨ªo de nombre que es poes¨ªa, casi un haiku japon¨¦s: Cuerpo de Hombre, y que el griter¨ªo del mundo, las voces de los pol¨ªticos y de las televisiones, el humo de los neum¨¢ticos quem¨¢ndose noche y d¨ªa, la religi¨®n del f¨²tbol y la de la ambici¨®n humana, no son m¨¢s que imperfecciones de una naturaleza que sobrevive a pesar de todo. Y que cada primavera vuelve para consolarnos de tantas y tantas tragedias.
¡°Pare, escuche, mire¡± aconsejan los letreros de los pasos a nivel sin barreras de los ferrocarriles de v¨ªa estrecha portugueses. ¡°Cuando en el sendero de mi casa crezca la hierba ser¨¦ feliz¡±, dice Kenzaburo O¨¦.
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