El espacio p¨²blico como leyenda urbana
No nos enga?emos. Eso que damos en llamar "el espacio p¨²blico" no existe. Es una quimera, una leyenda, algo de lo que se habla o escribe, incluso que se proclama administrar, y que genera encuentros internacionales de alto copete como el de Barcelona hace mes y medio, pero que nadie ha visto ni ver¨¢.
Hace pocas semanas se celebraba en Barcelona la conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo urbano sostenible y Vivienda (Habitat III), consagrada monogr¨¢ficamente al espacio p¨²blico. As¨ª se hizo eco del encuentro nuestro blog. Pero, ?qu¨¦ es exactamente el "espacio p¨²blico" y qu¨¦ lo distingue de otras nociones parecidas, pero con un contenido bien distinto, como "espacio colectivo", "lugar p¨²blico" o simplemente, como hasta no hace mucho, "calle".
Para responder a esa pregunta cabr¨ªa establecer primero que espacio p¨²blico es un concepto tomado de la filosof¨ªa pol¨ªtica que s¨®lo desde unas tres o cuatro d¨¦cadas se ha incorporado de manera generalizada al dialecto tanto del dise?o como de la administraci¨®n de las ciudades. Como concepto pol¨ªtico, espacio p¨²blico quiere decir esfera de coexistencia pac¨ªfica y armoniosa de lo heterog¨¦neo de la sociedad. Teorizado por Arendt, Habermas y Kosselleck, el espacio p¨²blico es aquel en el que se debe desplegar la evidencia de que lo que nos permite hacer sociedad es que nos ponemos de acuerdo en un conjunto de postulados program¨¢ticos en el seno de las cuales las diferencias se ven superadas, sin quedar olvidadas ni negadas del todo, sino definidas aparte, en ese otro escenario al que llamamos privado. Ese espacio p¨²blico se identifica, por tanto, como ¨¢mbito de y para el libre acuerdo entre seres aut¨®nomos y emancipados que viven en tanto se encuadran en ¨¦l y viven juntos una experiencia masiva de desafiliaci¨®n.
El espacio p¨²blico es, entonces, en el lenguaje pol¨ªtico, un constructo espacial abstracto en el que cada ser humano se ve reconocido como tal en relaci¨®n y como la relaci¨®n con otros, con los que se vincula a partir de pactos reflexivos permanentemente reactualizados. Ese espacio es la base institucional misma sobre la que se asienta la posibilidad de una racionalizaci¨®n democr¨¢tica de la pol¨ªtica, de acuerdo con el ideal de una sociedad culta formada por personas privadas iguales y libres que establecen entre si un concierto racional, en el sentido de que hacen un uso p¨²blico de su raciocinio en orden a un control pragm¨¢tico de la verdad. De ah¨ª la vocaci¨®n normativa que el concepto de espacio p¨²blico viene a explicitar como totalidad moral, conformada y determinada por ese ¡°deber ser¡± en torno al cual se articulan todo tipo de pr¨¢cticas sociales y pol¨ªticas que exigen de ese marco deje de ser abstracto y encuentre su realizaci¨®n en tanto que f¨ªsico.
Pues bien, ese proscenio en que el espacio p¨²blico te¨®rico debe hacerse ¡°carne entre nosotros¡± no puede ser sino la calle, la plaza y todos aquellos lugares en que se encuentran seres que siendo con frecuencia desiguales, deben aprender a comportarse en todo momento como si fueran tan solo diferentes. Ah¨ª fuera, en esos lugares de encuentro generalizado, es donde el Estado debe lograr desmentir, aunque sea moment¨¢neamente, la naturaleza asim¨¦trica de las relaciones sociales que administra y a las que sirve y escenificar el sue?o imposible de un consenso equitativo en el que llevar a cabo su funci¨®n integradora y de mediaci¨®n.
El objetivo de convertir en realidad ese espacio p¨²blico m¨ªstico es lo que hace que cualquier apropiaci¨®n considerada inapropiada sea r¨¢pidamente neutralizada, por la v¨ªa de la violencia si es preciso, pero sobre todo por una inhabilitaci¨®n y luego una expulsi¨®n de quienes osen desacatar o desmentir la utop¨ªa, por lo dem¨¢s imposible, de una autogesti¨®n basada en el consenso civil y la ¡°buena convivencia ciudadana¡±. Esto afecta de lleno a la relaci¨®n entre el urbanismo y los urbanizados, puesto que lo que se da en llamar urbanidad ¨Csistema de buenas pr¨¢cticas c¨ªvicas¨C viene a ser la dimensi¨®n conductual adecuada al urbanismo, entendido a su vez como lo que est¨¢ siendo en realidad hoy: mera requisa de la ciudad, sometimiento de ¨¦sta, por medio tanto del planeamiento como de su gesti¨®n pol¨ªtica, a los intereses en materia territorial de las minor¨ªas dominantes.
No nos enga?emos. Eso que damos en llamar "el espacio p¨²blico" no existe. Es una quimera, una leyenda, algo de lo que se habla o escribe, incluso que se proclama administrar, y que genera encuentros internacionales de alto copete como el de Barcelona hace mes y medio, pero que nadie ha visto ni ver¨¢. Esos lugares pretendidos como del encuentro amable y cooperativo entre iguales raras veces ven soslayado el lugar que cada concurrente ocupa en un organigrama social que distribuye e institucionaliza asimetr¨ªas de clase, de edad, de g¨¦nero, de etnia, de ¡°raza¡±. A determinadas personas en teor¨ªa beneficiarias del estatuto de plena ciudadan¨ªa se les despoja o se les regatea en p¨²blico la equidad, como consecuencia de todo tipo de estigmas y negativizaciones. A los no-ciudadanos pobres ¨Clos llamados ¡°inmigrantes¡±¨C se les obliga a ocultarse o a pasarse el tiempo exhibiendo papeles.
Lo que se ten¨ªa por una vida p¨²blica basada en la comunicaci¨®n generalizada entre seres abstractos ¨C¡°los ciudadanos¡±¨C, se ve una y otra vez desenmascarado como una arena de y para el marcaje de ciertos individuos o colectivos, a quienes su identidad real o atribuida les coloca en un estado de excepci¨®n del que el espacio p¨²blico no les libera en absoluto, puesto que ese lugar lo es para ellos de y para todo tipo de vulnerabilidades y vulneraciones. Es ante esa verdad que el discurso del espacio p¨²blico invita a cerrar los ojos, hacer como si no existiese, puesto que en la calle y en la plaza s¨®lo caben las pruebas inequ¨ªvocas del final de una clase media universal y feliz, a solas consigo misma en un mundo de cordialidad, por la que circulan ciudadanos ¨¢vidos por colaborar en el mantenimiento de la paz social, sin conflictos, sin miseria, sin pasiones..., sin nada de lo que conforma hoy la ciudad real.
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