Presidente Trump
Hay que ponerse en lo peor, y los aliados deben prepararse para un EEUU menos amistoso si gana

Amigos y aliados de Estados Unidos observan con estupor la perspectiva casi segura de que la elecci¨®n presidencial de noviembre sea una competencia entre Hillary Clinton y Donald Trump. Pero con la ansiedad no se gana nada. Hay que esperar lo mejor y empezar a prepararse para lo peor.
El hecho central de esta elecci¨®n de 2016 no es que un magnate inmobiliario y estrella de los reality shows, que nunca fue elegido para cargo alguno, de repente se haya convertido en el candidato m¨¢s probable por el Partido Republicano, sino la enorme diferencia que supondr¨ªa una victoria de Trump para el resto del mundo, en comparaci¨®n con una de Clinton.
En toda elecci¨®n presidencial estadounidense de tiempos modernos, los amigos y aliados de Estados Unidos han tenido, en privado, sus preferencias. Pero nunca antes los candidatos dem¨®crata y republicano hab¨ªan sido tan distintos como el agua y el aceite. Entre Reagan y Carter, entre Clinton y Bush, entre Bush y Gore, entre Obama y McCain no hab¨ªa un abismo insalvable. Entre Trump y Clinton s¨ª lo hay.
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Para el resto del mundo, Clinton representa la continuidad y Trump implica cambios dr¨¢sticos. No hay modo de saber exactamente cu¨¢n dr¨¢sticos, pero en el caso de Trump no es posible confiar en el supuesto normal de que durante las primarias los candidatos buscan congraciarse con su n¨²cleo duro de partidarios, pero despu¨¦s viran al centro para la elecci¨®n general. La suya es una candidatura anormal.
Por eso tiene sentido prepararse. El 27 de abril Trump confirm¨® en su discurso sobre pol¨ªtica exterior ante el Centro para el Inter¨¦s Nacional de EE?UU en Washington que ¡°Estados Unidos primero¡± ser¨ªa el tema dominante de su Gobierno. Est¨¢ decidido a rechazar acuerdos de comercio e instituciones multilaterales, adoptar una l¨ªnea mucho m¨¢s dura respecto de la inmigraci¨®n ilegal y modificar el esquema de alianzas de seguridad y defensa de su pa¨ªs.
Trump declar¨® en ese discurso que quiere que Estados Unidos sea ¡°predeciblemente impredecible¡±, pero tambi¨¦n aclar¨® que no abandonar¨¢ su posici¨®n b¨¢sica. Los aliados tendr¨¢n que pagar m¨¢s a cambio de su defensa. Y pueden esperar duras medidas de su Gobierno si mantuvieran por mucho tiempo un gran super¨¢vit comercial bilateral con Estados Unidos. Los tratados regionales, como el NAFTA (suscrito en 1994 por Estados Unidos, M¨¦xico y Canad¨¢), son un ¡°desastre total¡±: han atado las manos de Estados Unidos. As¨ª que cabe suponer que Trump los derogar¨¢.
?C¨®mo pueden entonces los amigos y aliados de Estados Unidos prepararse para un presidente Trump? Discretamente, por supuesto. Pero Trump, quien en 1987 public¨® un bestseller llamado El arte del acuerdo, coincidir¨¢ sin duda en que la buena preparaci¨®n es esencial para hacer buenos negocios. Si ya instalado en la Casa Blanca Trump se encuentra con que los otros Gobiernos ya se prepararon para tratar con ¨¦l, sentir¨¢ innegablemente admiraci¨®n (aunque no lo admita).
Un Jap¨®n d¨¦bil y una colecci¨®n mal avenida de 28 pa¨ªses en la UE son un blanco tentador
Hay dos clases de preparativos para lo peor que los aliados y amigos de Estados Unidos pueden y deben hacer. Una es hacerse m¨¢s fuertes para mejorar su capacidad de enfrentarse a los hostigamientos. La otra es apoyarse mutuamente, previendo que lo de ¡°Estados Unidos primero¡± provoque una ruptura de las viejas alianzas y del orden internacional liberal predominante desde los a?os cuarenta.
Un Jap¨®n d¨¦bil y una colecci¨®n mal avenida de 28 pa¨ªses en la Uni¨®n Europea ser¨ªan blancos tentadores para el presidente Trump. Pero un Jap¨®n que en los pr¨®ximos 12 meses realmente haya adoptado la estrategia de liberalizaci¨®n para el crecimiento que a menudo prometi¨® el primer ministro Shinzo Abe estar¨ªa en una posici¨®n m¨¢s fuerte. Lo mismo ocurrir¨ªa si los pa¨ªses europeos abandonan su obsesi¨®n con la austeridad fiscal y usan la inversi¨®n p¨²blica para estimular el crecimiento y reducir el desempleo.
Esas decisiones (necesarias en todo caso) facilitar¨ªan la tarea de crear alianzas m¨¢s s¨®lidas, que bien podr¨ªan volverse esenciales.
Si un eventual Gobierno de Trump intenta anular el NAFTA, Canad¨¢ y M¨¦xico tendr¨¢n que hacer causa com¨²n. Si decide descartar el Acuerdo Transpac¨ªfico (ATP) negociado por el Gobierno de Obama con 12 econom¨ªas de Asia y el Pac¨ªfico, estos pa¨ªses, tal vez liderados por Jap¨®n o Australia, deben estar listos para seguir con el acuerdo, o algo parecido, entre ellos (Clinton tambi¨¦n se pronunci¨® en contra del ATP, pero en su caso puede considerarse una mera maniobra t¨¢ctica; en el de Trump, no hay garant¨ªas de que ese sea el caso).
Para el mundo, Clinton representa la continuidad, y Trump implica cambios dr¨¢sticos
Algo similar puede aplicarse a Europa. Los miembros de la UE y la OTAN deben prepararse para estar unidos y evitar as¨ª que Trump los maneje a su antojo en asuntos relacionados con el comercio o la seguridad. Tal vez eso implique gastar m¨¢s en su propia defensa (una demanda de Trump que no deja de ser razonable). Tambi¨¦n implica estar lo suficientemente unidos para no convertirse por separado en v¨ªctimas de abusos de Estados Unidos.
Pero la solidaridad europea est¨¢ debilitada (por decir poco) por la crisis de los migrantes y las consecuencias econ¨®micas de la debacle financiera de 2008. El 23 de junio los votantes brit¨¢nicos pueden empeorar mucho la situaci¨®n si el resultado del referendo es abandonar la UE. Para fortalecer a Gran Breta?a ¡ªy a la UE misma¡ª en preparaci¨®n para Trump ser¨ªa aconsejable que voten por la permanencia.
Asia no se destaca por la solidaridad. Ha dependido (tal vez demasiado) de la influencia de Estados Unidos para equilibrar sus rivalidades. Jap¨®n, por ejemplo, tiene estrechos v¨ªnculos con pa¨ªses del sudeste asi¨¢tico, pero ninguna relaci¨®n de defensa formal. Jap¨®n y su vecino m¨¢s cercano, Corea del Sur, tienen desde hace mucho tiempo tratados de defensa con Estados Unidos, pero son hostiles entre s¨ª.
Dada la posibilidad de que en los pr¨®ximos 9 a 12 meses se desaten guerras comerciales y de divisas, y se abandonen hist¨®ricas alianzas defensivas, es hora de poner la solidaridad regional por encima de viejas enemistades y de las fuerzas de la fragmentaci¨®n. Los amigos y aliados de Estados Unidos deben empezar a prepararse para un Estados Unidos menos amistoso.
Bill Emmott fue jefe de Redacci¨®n de The Economist.Traducci¨®n: Esteban Flamini.? Project Syndicate, 2016.
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