Un gran hombre

Mi hijo Daniel, entonces un chaval de nueve a?os, me hablaba a menudo de su amigo Miguel. ¡°Tienes que conocerle, mam¨¢. Ha estado en Bolivia, nuestro pa¨ªs, al que quiere mucho¡±. Un d¨ªa me arranc¨® de mis tareas diciendo: ¡°Mam¨¢, Miguel est¨¢ ah¨ª fuera, ven,¡±. Sal¨ª presurosa y al no ver ning¨²n ni?o cerca pregunt¨¦: ?D¨®nde est¨¢ Miguel?. ¡°All¨¢, junto al coche, ?no le ves?¡±. A pocos pasos de la puerta hab¨ªa un coche y al lado, de pie, un se?or con un espeso bigote. Sin salir de mi asombro me present¨¦ al que luego supe que era Miguel de la Quadra-Salcedo. A?os m¨¢s tarde, Daniel fue monitor de la Ruta Quetzal en su viaje a Bolivia. ¡°Tienes que ser el mejor ¡ªle dijo Miguel¡ª, t¨² has nacido all¨¢¡±. En mis a?os como responsable de la consejer¨ªa cultural de la Embajada de Bolivia, cont¨¦ siempre con el apoyo entusiasta de Miguel, que hablando con los alcaldes de Trujillo, Santa Cruz de la Sierra y otras ciudades en Extremadura abri¨® puertas para nuestras delegaciones corales y culturales. Las conversaciones que tuve con ¨¦l fueron siempre enormemente enriquecedoras. Daniel, ahora exitoso profesional, al enterarse del deceso de su amigo Miguel, escribe: ¡°?l cambi¨® la vida de mucha gente. Ha muerto un gran hombre¡±.¡ª Teresa Rivera de Stahlie. Madrid.