Esto es lo que pasar¨ªa si los animales pudieran hablar
Algunos animales como los delfines entienden que el orden de una frase puede cambiar su significado; otros, como los orangutanes, prueban con se?ales nuevas si un humano no les comprende
Hace m¨¢s de un siglo, en 1915, cuando estaba en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, un joven ingeniero llamado Hugh Lofting se sinti¨® conmovido por los sufrimientos de los caballos y las mulas inocentes arrastrados al horripilante torbellino de la destrucci¨®n humana. Como ten¨ªa que contar algo en las cartas a sus hijos peque?os, se invent¨® un doctor que asist¨ªa a los animales. Ese hombre extraordinario ¨Cexplicaba Lofting a su prole¨C pod¨ªa hablar con ellos. Herido gravemente por una granada de mano, Lofting volvi¨® a Inglaterra, y m¨¢s tarde se traslad¨® a Estados Unidos con su familia. En el barco, durante la traves¨ªa del Atl¨¢ntico, reley¨® las cartas de la guerra. Llam¨® a su doctor ¡°Dolittle¡± y lo situ¨® en la Inglaterra victoriana, entre los numerosos descubrimientos del mundo vivo que se hicieron en ese periodo. El caballeresco cient¨ªfico de Lofting demostr¨® que los humanos no eran los ¨²nicos seres verdaderamente pensantes. El pasado siglo ha sido el peor de la historia en cuanto a relaciones entre humanos y entre animales humanos y no humanos. Quiz¨¢ tendr¨ªamos que mirarnos al espejo y preguntarnos si deber¨ªamos seguir aspirando a hablar con los animales ¨C?qui¨¦n no comparte el sue?o de Lofting?¨C, o si, por el contrario, deber¨ªamos esforzarnos en bajar el volumen de nuestro parloteo y escuchar mejor lo que los animales necesitan que oigamos.
El fil¨®sofo del siglo XX Ludwig Wittgenstein pronunci¨® la famosa frase seg¨²n la cual ¡°si un le¨®n pudiese hablar, no podr¨ªamos entenderle¡±. Con ello quer¨ªa decir que los leones habitan un mundo incomprensiblemente diferente. En todo caso, si un le¨®n pudiese hablar, probablemente nos aburrir¨ªa con cosas prosaicas: la charca, los jabal¨ªes, ?us hasta la saciedad; el sexo y los cachorros; la inquietud por esos dos nuevos hermanos con sus pobladas melenas. Sus preocupaciones ¨Cel alimento, la pareja, los hijos y la seguridad¨C son las nuestras. Al fin y al cabo, los seres humanos somos animales. Conviviendo con los leones en las mismas llanuras bajo el arco del mismo sol, persiguiendo las mismas presas y rob¨¢ndonos mutuamente las piezas, nos hicimos humanos. Tenemos mucho en com¨²n. No es culpa de los leones que despu¨¦s algunos humanos se convirtiesen en fil¨®sofos.
Acabo de salir del estudio donde escribo. Los perros Chula y Jude est¨¢n tendidos en una agradable mancha de sol sobre un mont¨®n de hojas secas, haciendo lo mismo que har¨ªa yo: mantenerse calentitos y sentirse a gusto. Mientras camino hacia ellos, hago crujir algunas hojas. Chula me mira a los ojos pregunt¨¢ndose si vengo a pedir o a ofrecer algo. Me quedo quieto y su mirada se dirige hacia la calle. El sonido del autob¨²s escolar nos es familiar a ambos. No necesita ir a investigar. En territorio conocido, oyendo sonidos conocidos, absorbiendo el escaso calor de ese sol invernal, compartimos en gran medida el mismo momento.
El pasado siglo ha sido el peor de la historia en cuanto a relaciones entre humanos, y entre animales humanos y no humanos
Pero ni siquiera Chula y Jude pueden hablar. Millones de especies se comunican utilizando el lenguaje corporal y las llamadas instintivas. Los seres humanos tambi¨¦n tenemos llamadas instintivas: nuestros gritos de dolor, la risa, el llanto. Adem¨¢s, tenemos una plantilla cerebral para adquirir el lenguaje. Sobre esa plantilla aprendemos italiano, malgache, etc. Los chimpanc¨¦s pueden aprender a indicar cosas como ¡°dame manzana¡± (los simios no pueden articular sonidos humanos). ¡°Dame manzana¡± puede ser expl¨ªcito, pero el vocabulario extenso con gram¨¢tica y sintaxis parece exclusivo de los humanos. El lenguaje complejo permite contar historias. No solo el ¡°?Peligro! ?Serpiente!¡± en presente de un mono o un p¨¢jaro, sino la capacidad humana de transmitir ¡°Ayer vi una serpiente all¨ª. Ten cuidado¡±.
Cuando una criatura humana dice ¡°and¨¦¡± en vez de ¡°anduve¡± est¨¢ aplicando intuitivamente una regla gramatical. El psic¨®logo de Harvard Steven Pinker cree que los cerebros humanos est¨¢n preprogramados con un instinto del lenguaje para crear estructuras verbales, adquirir la gram¨¢tica y emplear la sintaxis. As¨ª, a los seres humanos hablar les resulta tan natural como a los elefantes barritar y trompetear, a los lobos aullar y gru?ir, y a los delfines chasquear y silbar. Lo cual, si lo pensamos, parece algo obvio.
Las implicaciones son inquietantes. A lo mejor nosotros somos tan verdadera, profunda y constitucionalmente incapaces de entender la riqueza que otras especies perciben en su propia comunicaci¨®n como ellas lo son de entender la conversaci¨®n humana. ?Y si sus modalidades de comunicaci¨®n son fronteras que podemos difuminar pero nunca cruzar del todo? Tal vez ¡°hablar con los animales¡± sea imposible. Puede que seamos tan definitivamente incapaces de tener una conversaci¨®n en elefante como un elefante lo es de comentar las previsiones de lluvia en vietnamita o en farsi. Es posible que uno de los grandes sue?os de la humanidad, la habilidad de Dolittle para ¡°hablar con los animales¡±, quede descartado.
Pese a ello, la cosa no queda aqu¨ª. A veces los orangutanes indican por gestos lo que les gustar¨ªa que hiciese un humano. Cuando parece que el humano entiende en parte lo que le quieren decir, los orangutanes repiten sus gesticulaciones. Pero cuando no se les entiende, prueban con se?as nuevas. Si se les pide que busquen un objeto que no est¨¢ en la piscina, los delfines y los leones marinos bien lo buscan con especial empe?o, o bien ni se molestan en buscar. Conocen lo que est¨¢n buscando, y saben si est¨¢ all¨ª o no. Los delfines pueden comprender la diferencia entre ¡°coge la anilla de John y d¨¢sela a Susan¡± y ¡°coge la anilla de Susan y d¨¢sela a John¡±. Entienden que el orden puede cambiar el significado; eso es sintaxis, el rasgo distintivo del lenguaje humano.
Cuando alguien insiste en que no podemos saber lo que piensan otras especies porque no podemos hablar con ellas, tiene buena parte de raz¨®n. Pero, en el mejor de los casos, las palabras son una imprecisa red de etiquetas que lanzamos sobre nuestras alocadas y confusas percepciones. La comunicaci¨®n oral es un asidero resbaladizo para capturar los pensamientos. La gente miente. Decir ¡°te quiero¡± es suficiente, pero es m¨¢s fiable si se demuestra en silencio. Si est¨¢s pasando un bache con la persona amada, mejor ¡°d¨ªselo con flores¡±. Las artes visuales, la m¨²sica y la danza son la continuaci¨®n de conversaciones ancestrales cuando las palabras cesan.
Los elefantes africanos tienen una alarma peculiar que, al parecer, es su palabra para ¡°?abejas!¡± Una amiga vio c¨®mo unos impalas hu¨ªan cuando oyeron a los elefantes gritar a una jaur¨ªa de perros salvajes. Su gu¨ªa le dijo que los impalas nunca echan a correr cuando los elefantes gritan a la gente o se chillan entre s¨ª. Eso quiere decir que los elefantes dicen determinadas cosas que los impalas entienden. Las cr¨ªas de elefante tienen dos ¡°palabras¡± muy diferentes para expresar alegr¨ªa o enfado. Cuando las consuelan, responden diciendo aauurrrr, y cuando las molestan ¨Clas empujan, les dan golpes con los colmillos o con las patas, o su madre les niega el pecho¨C dicen bar¨²uu. Determinados murmullos de las madres tienen el efecto inmediato de devolver a su lado a una cr¨ªa descarriada. Parece l¨®gico interpretarlo como que le est¨¢n diciendo ¡°ven aqu¨ª¡±.
A lo mejor nosotros somos tan verdadera, profunda y constitucionalmente incapaces de entender la riqueza que otras especies perciben en su propia comunicaci¨®n como ellas lo son de entender la conversaci¨®n humana
Los cercopitecos verdes utilizan llamadas con diferentes significados. Dicho de otro modo: utilizan palabras. Si detectan a un felino peligroso, la alerta hace que todos trepen a la copa de un ¨¢rbol. Cuando un ¨¢guila amenazadora se cierne sobre ellos, su toque de alarma hace que otros monos miren arriba y corran a ponerse a cubierto en el suelo (no en la copa de un ¨¢rbol). No lanzan avisos cuando el ¨¢guila es de una especie que no ataca a los monos. Cuando un mono ve una serpiente peligrosa emite un ¡°gru?ido¡± que hace que sus cong¨¦neres se levanten y registren el suelo en su busca. En resumidas cuentas, los cercopitecos verdes tienen palabras que significan ¡°leopardo¡±, ¡°¨¢guila¡±, ¡°serpiente¡±, ¡°babuino¡±, ¡°otro mam¨ªfero depredador¡±, ¡°humano desconocido¡±, ¡°mono dominante¡±, ¡°mono subordinado¡±, ¡°cuidado, otro mono¡± y ¡°grupo rival¡±.
Los tit¨ªs, los cercopitecos de nariz blanca y los colobos a?aden informaci¨®n por el orden de las llamadas. Si la amenaza est¨¢ lejos, los monos de Campbell introducen su toque de alarma con una especie de adjetivo, un bum grave que significa, esencialmente, ¡°veo un leopardo a lo lejos y lo estoy vigilando. Solo para que teng¨¢is cuidado¡±. Sin el boom, el aviso significa, en tono de apremio, ¡°?Aqu¨ª! ?Un leopardo!¡± Tienen tres secuencias de avisos para los leopardos y cuatro para las ¨¢guilas coronadas. Cuando, en Trinidad, un mono capuchino se separ¨® de su grupo, se subi¨® a un ¨¢rbol por encima de nuestras cabezas y se puso a arrancar ramas y a lanz¨¢rnoslas, claramente nos estaba comunicando ¡°fuera de aqu¨ª¡±. Una ma?ana, nuestro gu¨ªa nos cont¨® que hab¨ªa o¨ªdo a un p¨¢jaro llamado momoto decir ¡°?serpiente!¡± Y en efecto, al poco vimos al agitado momoto en una ramas elevadas revoloteando alrededor de una boa de Cook, alertando a otros p¨¢jaros y echando a perder el sigilo de la boa. Tiko, el loro del Amazonas de la profesora de la Universidad de Rutgers Joanna Burger emite diferentes sonidos para halc¨®n, persona, gato o un perro en el patio. Ella me cuenta: ¡°Antes de mirar, ya s¨¦ qu¨¦ es lo que hay¡±.
Cuanto estoy en mi despacho, por los ladridos puedo saber si Jude y Chula est¨¢n ladrando a alguien que pasa solo o con un perro, a un recadero, a una ardilla que han asustado y est¨¢ trepando a un ¨¢rbol, o si se ladran el uno al otro cuando juegan a pelearse. Las burdas palabras como ¡°chillar¡± o ¡°ladrar¡± que empleamos para sus expresiones y su vocabulario matizados ponen trabas a lo que nosotros entendemos que ellos entienden que significan. No es que no nos est¨¦n diciendo nada. Pero, la mayor¨ªa de las veces, no somos capaces de o¨ªrlo.
Cuando tu perro quiere entrar o salir, lo indica apoyando el hocico en la puerta y meneando la cola. Solo hay que saber a qu¨¦ lado de la puerta est¨¢. La idea queda transmitida. Resulta que nosotros hablamos, pero la mayor¨ªa de nuestro parloteo es banal. Pensemos en todas las palabras malgastadas. Terapeutas profesionales intentan ayudarnos a cruzar los puentes levantados sobre los violentos r¨¢pidos de las palabras fallidas. Guerra significa balas, bombas y miedo a hablar. Millones de palabras se han demostrado ineficaces para cerrar las brechas de las injusticias ¨¦tnicas, las ideolog¨ªas y las religiones. Ah¨ª est¨¢ la ONU, las conversaciones sobre el clima, el ¡°proceso de paz¡±.
Los elefantes africanos tienen una alarma peculiar que, al parecer, es su palabra para ¡°?abejas!¡±
Pensemos en c¨®mo es posible expresar cosas realmente importantes con unos brazos abiertos, la yema de un dedo o una sonrisa, sin necesidad de frases ni sintaxis. Billones de criaturas sobreviven a existencias sumamente dif¨ªciles indicando claramente sus intenciones, sin adverbios ni gerundios. Es el poder silencioso del verdadero prop¨®sito.
Hay misterios a¨²n m¨¢s profundos. Cuando Phoenix y Akeakami, dos delfines de nariz de botella hawaianos que viv¨ªan en cautividad recibieron la indicaci¨®n ¡°haced algo nuevo¡±, se dirigieron nadando al centro de la piscina y estuvieron unos segundos describiendo c¨ªrculos bajo el agua, como si planeasen algo. Luego salieron disparados en vertical atravesando la superficie en perfecta coordinaci¨®n e hicieron girar sus cuerpos en el sentido de las agujas del reloj mientras lanzaban un chorro de agua por la boca. Nada de eso lo hab¨ªan ensayado. El investigador Lou Herman no ten¨ªa la menor idea de c¨®mo lo hicieron. Dijo que hab¨ªa sido ¡°absolutamente misterioso¡±. Parece que los delfines son capaces de deliberar utilizando alguna clase de lenguaje para planear y ejecutar una acrobacia nueva y compleja. Desde entonces se ha entrenado a muchos otros delfines y responden de forma similar. Ning¨²n ser humano sabe si es que existe otra manera de comunicarse ¨C?telepat¨ªa entre delfines?¨C que no alcanzamos a imaginar. Hasta la d¨¦cada de 1960 ni siquiera sab¨ªamos que los delfines usan un s¨®nar. Sea lo que sea, por lo visto para ellos es algo tan normal como cuando los ni?os dicen: ¡°Vamos a hacer tal cosa¡±.
En una ocasi¨®n, el barco de la investigadora Denise Herzing se estaba aproximando a un grupo conocido de delfines que hab¨ªan estado estudiando. Ellos ¡°nos saludaron, pero se comportaron de una manera muy rara¡±. No se acercaron a menos de 15 metros de la embarcaci¨®n y, cosa extra?a, rechazaron las invitaciones a nadar en la estela de la nave. Uno de ellos se acerc¨® un poco m¨¢s durante un instante y huy¨® r¨¢pidamente. En ese momento alguien descubri¨® que una de las personas que iban a bordo acababa de morir mientras echaba una cabezada en su litera. Espeluznante. Pero entonces, cuando viraron para volver a puerto, ¡°los delfines se pusieron al lado del barco, no nadando en nuestra estela, como sol¨ªan hacer, sino flanque¨¢ndonos a 15 metros de distancia en una escolta acu¨¢tica... Nadaron organizadamente en paralelo a nosotros¡±. Despu¨¦s de ocuparse del luctuoso asunto, cuando la embarcaci¨®n volvi¨® a la zona de los delfines, ¡°estos nos saludaron normalmente, nadaron en nuestra estela y jugaron como sol¨ªan hacer¡±. En los 25 a?os de trato con esos delfines, Herzing nunca los vio comportarse como cuando en el barco hab¨ªa una persona muerta. Al parecer, de un modo u otro se dieron cuenta y se comunicaron entre s¨ª que, en la embarcaci¨®n, el coraz¨®n de una persona hab¨ªa dejado de latir. ?Qu¨¦ significa para los delfines la solemnidad ante la muerte de un ser humano?
Las preocupaciones de un le¨®n ¨Cel alimento, la pareja, los hijos y la seguridad¨C son las nuestras. Tenemos mucho en com¨²n. No es culpa de los leones que despu¨¦s algunos humanos se convirtiesen en fil¨®sofos
Los investigadores han dado a conocer recientemente un avance en la traducci¨®n. Resulta que todas las especies de grandes simios que viven en libertad emplean gestos para comunicarse que todos los miembros del grupo entienden. Van dirigidos a individuos determinados, que saben lo que quieren decir, y se utilizan de manera intencionada y flexible. En Uganda, los expertos han elaborado un primer ¡°diccionario¡± de 66 gestos empleados por los chimpanc¨¦s para transmitir 19 mensajes con sentido como ¡°ven¡±, ¡°vete¡±, ¡°vamos a jugar¡±, ¡°dame eso¡± o ¡°me gustar¨ªa que me dieses un abrazo¡±. Los gorilas utilizan m¨¢s de 100 gestos con significado. Y los bonobos hacen una se?a con la mano parecida a la de los humanos para indicar a un cong¨¦nere que se acerque y, a continuaci¨®n, a?aden un airoso giro de la palma para mostrarle la direcci¨®n en la que el saludador invita a dirigirse al saludado para un discreto encuentro sexual privado.
Una mujer llamada Dawn Prince-Hughes, que de peque?a padec¨ªa autismo y ten¨ªa dificultades para adquirir el lenguaje, descubri¨® una especie de identidad con un grupo de gorilas del zoo de Seattle y acab¨® contratada como su cuidadora. Ella los califica de ¡°los primeros y mejores amigos que he tenido nunca... Son gente de una antigua naci¨®n¡±. Al mismo tiempo, en un laboratorio del lenguaje de Georgia, el bonobo Kanzi hab¨ªa visto v¨ªdeos del gorila Koko. Cuando Kanzi conoci¨® a Prince-Hughes, observ¨® un instante su manera de actuar y, acto seguido, indic¨® por se?as: ¡°?Eres un gorila?¡±
Tal vez el dilema de Dolittle se haya enfocado err¨®neamente. A lo mejor en vez de querer aprender a hablar con los animales lo que necesitamos es bajar la voz y aprender a escuchar.
Carl Safina es catedr¨¢tico de Naturaleza y Humanidad en la Universidad Stony Brook. Su libro 'Beyond Words; What Animals Think and Feel' ser¨¢ publicado a finales de 2017 o principios de 2018
Traducci¨®n de NewsClips.
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