5 lecciones del fracaso de Jap¨®n con las monedas sociales
Por Miguel Yasuyuki Hirota
He escuchado en diversas ocasiones que Jap¨®n es el l¨ªder mundial en monedas sociales, a lo mejor debido a las descripciones de Bernard Lietaer que visit¨® ese pa¨ªs del Lejano Oriente. Me siento obligado a desmitificar esta creencia popular que existe en el Occidente, incluso en Espa?a, porque simplemente ya no es verdad.
La primera corriente de monedas sociales en Jap¨®n eran diferentes tipos de bancos del tiempo que surgieron a partir de 1973. Hoy en d¨ªa sobreviven dos corrientes: la asociaci¨®n Volunteer Labor Network (Red de Labor Voluntaria), fundada en 1973 para estimular la ayuda mutua entre unos 500 socios esparcidos a lo largo y ancho del pa¨ªs, y la Fundaci¨®n Sawayaka que promueve Sistemas de Dep¨®sito de Horas, conocidos internacionalmente como Fureai Kippu, mientras que Time Dollar Network Japan ces¨® sus actividades.
Ambas corrientes llegaron a su apogeo en la d¨¦cada 1990 cuando, ante la falta de asistencia a los mayores, mucha gente sent¨ªa la necesidad de organizarse para formar redes basadas en reciprocidad, pero el Seguro de Asistencia, implementado en el a?o 2000, hizo que esas colaboraciones ya no fueran tan necesarias como antes y mucha gente simplemente abandon¨® esos sistemas de intercambio de horas. Aunque esas experiencias no han muerto completamente, ya no se ve el mismo dinamismo que exist¨ªa hace 20 a?os.
La segunda corriente fue ¡°Ecomoney¡±, propuesto en 1998 por Toshiharu Kat?, un tecn¨®crata del Ministerio de Comercio e Industria (actualmente: Ministerio de Econom¨ªa). Al inicio Kat? lo defini¨® como ¡°un dinero del siglo XXI y un intermediario de una variedad de informaciones ¡®soft¡¯, tales como medio ambiente, cuidado, bienestar, comunidad y cultura (sic)¡±, pero luego rechaz¨® el uso de este medio de intercambio en los comercios, limitando su ¨¢mbito al voluntariado. Un voluntario se dedica a la limpieza de la calle. El ayuntamiento le paga el servicio en moneda social, pues en Jap¨®n est¨¢ permitido que los voluntarios cobren, y despu¨¦s el voluntario la gasta en comercios locales que le reembolsan en yenes, sin ning¨²n efecto multiplicador). Kat? convirti¨® esta herramienta en un mero punto de fidelidad para elogiar ¡°comportamientos ecol¨®gicos¡±. Era de esperar que ninguna experiencia de esta categor¨ªa lleg¨® a crear impactos socioecon¨®micos significativos y la gente la rechaz¨® al descubrir su inutilidad.
Tambi¨¦n hubo decenas o,quiz¨¢ centenares de iniciativas de base, inspiradas por un documental que se emiti¨® en 1999. Esas experiencias nacieron y funcionaron entre el 2000 y el 2003, pero la rivalidad entre diferentes escuelas de moneda social, fomentada por las diferencias ideol¨®gicas, adem¨¢s de la indiferencia hacia otras monedas, impidi¨® que se formase una red de monedas sociales para intercambiar experiencias y colaborar, y cada iniciativa perdi¨® su entusiasmo tras pasar sus primeros meses de luna de miel. De hecho, es la primera raz¨®n por la cual me he dedicado a fomentar la red estatal de monedas sociales aqu¨ª en Espa?a.
Las principales lecciones que podemos aprender de Jap¨®n son las siguientes:
Establecer y mantener relaciones colaborativas con otras monedas sociales, a escala estatal y tambi¨¦n internacional, como compa?eros con el mismo sue?o, y realizar encuentros ocasionales para intercambiar experiencias, noticias y opiniones, aunque haya diferencias ideol¨®gicas, en vez de ningunearlas
No dejar que la ¨¦lite manipule conceptualmente las monedas sociales, aunque es siempre importante escuchar opiniones de los investigadores.
Basar monedas sociales en las verdaderas necesidades de la gente, tales como alimentaci¨®n y asistencia a los mayores.
Vincular monedas sociales con otros movimientos sociales, tales como Transition towns y soberan¨ªa alimentaria.
Al introducir una moneda respaldada en moneda oficial, tratar de pensar en maximizar su impacto multiplicador. Os recomiendo estudiar Chiemgauer, pues es una moneda muy bien dise?ada en este sentido.
Es una pena que Jap¨®n haya dejado de ser un pa¨ªs relevante en el movimiento de las monedas sociales. Espero que Espa?a no cometa los mismos errores.
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