Infancia y elecciones
La brecha entre pobres y ricos se ha convertido en sima y la desigualdad se ha cebado con los ni?os
"Dadnos a nosotros, vuestros ni?os, un buen presente. Nosotros, por nuestra parte, os daremos un buen futuro", proclam¨® un aplaudido Toukir Ahmed, nacido en Banglad¨¦s, de 16 a?os de edad, ante los emocionados representantes de todas las naciones. Era mayo de 2002 y se celebraba en Nueva York una sesi¨®n especial a favor de la infancia en la sede de la ONU. Hoy, catorce a?os m¨¢s tarde, la emoci¨®n y los aplausos han desaparecido y hasta las ilusiones se han agotado: la ¨²nica certeza que tenemos los humanos es la propia certeza de la incertidumbre.
Vivimos una nueva ¨¦poca que nos demanda con urgencia una revoluci¨®n ¨¦tica y un cambio de valores donde las personas tendr¨ªan que recuperar el centro del universo, la ciudadan¨ªa el protagonismo perdido y los dirigentes ¡ªy no otro es su destino ni deber¨ªa ser su af¨¢n¡ª recobrar el poder transformador de la pol¨ªtica y la obligada y necesaria funci¨®n social que corresponde a empresas e instituciones. Esa catarsis/prodigio es el principio de cualquier progreso econ¨®mico y del desarrollo social, y la raz¨®n ¨²ltima para que los seres humanos sigamos avanzando hasta alcanzar la utop¨ªa, esa esperanza consecutivamente aplazada de la que habla Caballero Bonald.
Mientras, inexplicablemente, la desigualdad y la pobreza siguen teniendo rostro infantil en todo el mundo. Tambi¨¦n en Espa?a, donde 2,3 millones de ni?os y ni?as viven a nuestro lado en riesgo de pobreza, un 29,6% del total, considerando que el umbral de pobreza 2015 en un hogar de dos adultos y dos ni?os era de 16.822 euros anuales de ingresos. Nuestro gasto en protecci¨®n social de familia e infancia solo representa el 1,3 de nuestro PIB, un punto por debajo de la media europea, y el gasto por habitante en protecci¨®n social, tambi¨¦n de familia e infancia, es de 258 euros, la mitad de lo que invierte la media de la Union Europea; el Reino Unido nos triplica e Irlanda, por ejemplo, gasta anualmente 1.128 euros por habitante.
Como consecuencia de la crisis, pero no solo por ella, la brecha entre pobres y ricos se ha convertido en sima, y la desigualdad, aunque parezca incre¨ªble, se ha cebado especialmente con los ni?os y se ha instalado de forma natural entre nosotros. Parece como si los adultos nos conform¨¢ramos con este escenario y, haciendo dejaci¨®n de nuestra propia dignidad, hubi¨¦ramos decidido convivir con esa lacra ante la inactividad de los pol¨ªticos, que saben que los ni?os no votan, pero han olvidado que la desigualdad es el tal¨®n de Aquiles de la econom¨ªa moderna y a¨²n de la propia sociedad; y que, en palabras del Nobel Angus Deaton, puede corromper la democracia.
Nuestras tasas de fracaso escolar incrementan la inequidad del sistema educativo
Desatendemos la educaci¨®n, el m¨¢s poderoso instrumento de transformaci¨®n social: el que hace posible que los vicios individuales se transformen en bienes colectivos, la debilidad en fuerza, el prop¨®sito en acci¨®n y las palabras en hechos y no en ret¨®rica. Y a pesar de que la educaci¨®n es uno de los derechos que m¨¢s y mejor pueden romper el c¨ªrculo de la pobreza, de la desigualdad y la exclusi¨®n social, nuestras tasas de fracaso escolar siguen siendo un esc¨¢ndalo e incrementan la inequidad de un sistema educativo en el que se multiplica por cuatro el riesgo de pobreza para los ni?os cuyos padres solo han finalizado la ense?anza secundaria.
En el periodo 2009-2014, el gasto anual de las Administraciones p¨²blicas en educaci¨®n no universitaria ¡ªpreescolar, primaria y secundaria (datos de IGAE 2016)¡ª ha ca¨ªdo en m¨¢s 5.000 millones de euros. Las Administraciones han gastado casi 2.700 millones menos cada a?o en protecci¨®n social de familias e infancia.
En tiempo electoral hay que seguir reclamando a los pol¨ªticos y a nuestros futuros representantes, como hacen UNICEF y muchas organizaciones que velan por la infancia, un pacto de Estado que blinde los derechos de los ni?os (de los que el Estado es garante) mas all¨¢ de vaivenes electorales. Un pacto que nos acerque definitivamente a Europa y refuerce socialmente el papel que los menores deben jugar en el inmediato futuro. Un pacto como proyecto y responsabilidad com¨²n; un pacto que nos legitime como personas y como sociedad y garantice la igualdad de oportunidades, basado en el di¨¢logo sincero; que incluya objetivos, indicadores, controles y dotaci¨®n presupuestaria, transparente y abierto a la participaci¨®n de ni?os y ni?as que, a la postre, ser¨¢n sus protagonistas. Algunos pa¨ªses, los que m¨¢s se desarrollan y progresan, nuestros referentes, decidieron invertir en infancia y en educaci¨®n para crear riqueza; en Espa?a ¡ªmire usted por donde¡ª estamos esperando a ser ricos para hacerlo.
Juan Jos¨¦ Almagro es vicepresidente del Comit¨¦ Espa?ol de UNICEF.
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