El pedestal
Con el verbo caliente y el dedo imperativo se?alan un nuevo rumbo de la historia
En la mejor plaza de cualquier ciudad del mundo es muy probable que el viajero se encuentre con la estatua de un prohombre, que desde lo alto del pedestal se?ala con el brazo extendido un hipot¨¦tico horizonte. Ese gesto lleno de autoridad suele pertenecer a un libertador patriota o a un pol¨ªtico revolucionario, que si bien a su debido tiempo indicaba con el ¨ªndice inhiesto la direcci¨®n en que deb¨ªa ir la historia, ahora parece que est¨¢ dirigiendo el tr¨¢fico como un guardia urbano en un atasco sin que ning¨²n conductor le haga caso. En medio de la crisis que nos atenaza se han levantado otros pedestales. Desde el fondo de la c¨®lera ciudadana han surgido los j¨®venes pol¨ªticos de Podemos dispuestos a solucionar nuestro futuro. Con el verbo caliente y el dedo imperativo se?alan un nuevo rumbo de la historia. Es imposible no estar de acuerdo con ellos cuando gritan contra la injusticia social y prometen acabar con la corrupci¨®n, cuando se disponen a regenerar la democracia e intentan plantar cara al sistema. No pasar¨ªa nada si esas f¨®rmulas de salvaci¨®n se quedaran en la pizarra, pero el asunto se agrava cuando esos nuevos pol¨ªticos est¨¢n a punto de alcanzar el poder alimentados por el caldo gordo del apocalipsis social de andar por casa. Uno se pregunta si el miedo que generan en la gente mayor se debe a su inexperiencia, a los vanos sue?os de su ambici¨®n, a su prepotencia, a su demagogia, al radicalismo antisistema edulcorado con una falsa sonrisa o no ser¨¢ que a cierta edad uno no comprende que el mundo ha cambiado y al no entender nada, solo tiene miedo de su propio miedo. Esos j¨®venes redentores, que a trav¨¦s de las redes sociales se han encaramado en un pedestal, extienden el brazo hacia el horizonte, pero uno ya no sabe si en realidad se?alan el sentido de la historia o al final quedar¨¢n en simples guardias de tr¨¢fico.
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