El pueblo que aprendi¨® la lengua de signos para hablar con sus sordos
En Bengkala (Bali), 46 de sus 2.000 habitantes no oyen. Los vecinos han abordado esta particularidad con pragmatismo
En el patio de una casa con gallinas y gatos sin cola, en un rec¨®ndito pueblo al Norte de Bali, el matrimonio de bailarines Nyoman y Pindu baila sin o¨ªr la m¨²sica. El pueblo, a 85 kil¨®metros del aeropuerto de Denpasar ¡ªtres horas, en el mejor de los casos¡ª, en la otra punta de la Isla, y a 10 kil¨®metros de la piscina natural p¨²blica Air Sanih, est¨¢ lo suficientemente apartado en el mapa que incluso en la localidad m¨¢s cercana, Singaraya, pocos conozcan su historia.
Bengkala, como se llama el municipio, se parece mucho a cualquier otra aldea de Bali. Las mujeres, con cestos de fruta y le?a sobre sus cabezas, transitan por los caminos de espigadas palmeras y cultivos de c¨²rcuma, jengibre y mandioca. Unos ancianos de pareo de dibujos y sandalia, matan la ma?ana repanchigados a la sombra. Huele a incienso y agua de rosas que emana de un vistoso y colorido templo hinduista. Suena al claxon intermitente de las motos con los cuatro miembros de la familia encima. Y sabe a bakso ¡ªsopa de alb¨®ndigas¡ª y caf¨¦ de sobre, que venden en los puestos callejeros. La particularidad de Bengkala es que de sus poco m¨¢s de 2.000 vecinos, 46 son sordos de nacimiento. Todo se debe a un gen dominante en la aldea.
En 1995, un art¨ªculo de la revista Nature explicaba que el 2% de los habitantes de Bengkala cuenta con "una profunda sordera neurosensorial no sindr¨®mica debida a una mutaci¨®n autos¨®mica recesiva en el locus DFNB3¡±. En otras palabras: en Bengkala, el que no pertenece a una familia totalmente sorda, tiene un hijo, un hermano, un vecino o un amigo que no puede o¨ªr. Sus habitantes han abordado esta particularidad gen¨¦tica con pragmatismo: casi todos se defienden en el lenguaje de signos.
Viaje al pueblo inclusivo
La escena podr¨ªa repetirse en casi cualquier otro lugar del mundo. Es la hora del recreo y unos ni?os de uniforme ¡ªpantal¨®n rojo y corbata¡ª cruzan a saltos la calle a por un tentempi¨¦. La tienda de todo un poco, frente al colegio, la regenta una se?ora de cabello blanco recogido en un mo?o, piel reluciente y una gran sonrisa mellada, que parece acostumbrada a sus peque?os clientes. Desde lejos, una adolescente de falda tableada por la rodilla y calcetines blancos hace gestos con las manos y la se?ora responde de igual modo. En la puerta de la escuela, dos adultos conversan en el lenguaje de signos. La tendera explica que se las arreglan para comunicarse: ¡°As¨ª es comer¡±, describe, llev¨¢ndose los dedos amontonados juntos a la boca; ¡°y as¨ª, beber¡±, contin¨²a, con los dedos estirados.
El 57% de los vecinos de Bengkala utiliza el lenguaje de signos, aunque solo el 2% no puede o¨ªr, cifra la investigadora Connie de Vos, del Instituto para la Psicoling¨¹¨ªstica Max Planck, que para su investigaci¨®n pas¨® 12 meses en esta aldea, repartidos en varias estancias durante cinco a?os. Gracias a esto, ¡°los sordos de Bengakala no experimentan las mismas desigualdades sociales que muchos de comunidades urbanas¡±, concluye De Vos en el libro Los lenguajes de signos en las comunidades de pueblo: percepci¨®n antropol¨®gica y ling¨¹¨ªstica, del que es coautora y donde recoge ejemplos, adem¨¢s de este de Bali, de lenguaje de signos rurales en Australia, Ghana, India, Israel, Jamaica, M¨¦xico, Turqu¨ªa y Tailandia. ¡°La integraci¨®n de los vecinos sordos de Bengkala tambi¨¦n se refleja en que tienen las mismas probabilidades de casarse y similares oportunidades de trabajo¡±, a?ade.
Adem¨¢s, todos en la aldea veneran al Dios de la Sordera, que se cree que vive en el cementerio y que dot¨® a los que no oyen con m¨¢s fortaleza f¨ªsica y sensibilidad. Y a los sordos no se les considera inferiores, argumenta De Vos en el libro.
Aldeas biling¨¹es en armon¨ªa
Durante generaciones, las poblaciones con un gran n¨²mero de sordos han adoptado lenguajes de signos para vivir en armon¨ªa con sus vecinos y se han convertido, de manera natural, en biling¨¹es. El caso m¨¢s c¨¦lebre es el de la Isla de Los Vi?edos de Marta, en las costas de Massachusetts, mitificada como una utop¨ªa para los sordos puesto que, debido a la amplia presencia de personas que no o¨ªan, hasta el siglo XIX todo el mundo dominaba el lenguaje de signos. El cat¨¢logo de lenguas del mundo Ethnologue recoge 136 lenguas de signos vivas actualmente. Los ling¨¹istas estimas que el n¨²mero podr¨ªa alcanzar las 400, data The Boston Globe.
En Bengkala, hasta se baila sin m¨²sica
En Bengkala, tambi¨¦n se ha transmitido de padres a hijos un lenguaje de signos propio: el Kata kolok¡± ¡°Por ejemplo, aqu¨ª, se da las gracias pasando una mano sobre la otra¡± y ¡°Espa?a se expresa emulando a un torero con su capa¡±, apunta, divertido Wisnu Giri, coordinador pedag¨®gico del ¡°SD Negeri 2¡±, el colegio inclusivo de la localidad.
Sordos, no mudos
En una de las clases de la escuela inclusiva es hora de Matem¨¢ticas. Una ni?a sonriente con coletas a los lados ense?a el resultado a la profesora. En la pared cuelga un gran alfabeto con el lenguaje de signos. De los 16 estudiantes del aula, dos son sordos. No siempre fue as¨ª. En Bengkala, con pocos recursos, solo cinco de los adultos del pueblo saben leer y escribir, detalla Matt Alesevich en un art¨ªculo para la revista ¡®VICE¡¯. ¡°La situaci¨®n de las personas sordas, a diferencia de la de otras minor¨ªas ling¨¹¨ªsticas, se complica por el hecho de que a menudo se les ve como discapacitados¡±, cuestiona Lorraine Leeson, del Consejo de Europa, en el informe El leguaje de signos en la Educaci¨®n en Europa.
El coordinador Wisnu aprendi¨® el lenguaje de signos de su mejor amigo, Nyoman. Lo explica como si nada: ¡°Es normal, pas¨¢bamos todo el d¨ªa juntos¡±. Toda la familia del matrimonio Nyoman y Pindu es sorda. Tienes tres hijas: Darish, de 17 a?os, Sumarni, de 16 a?os y Nadi, de 11.
La danza de los sordos
Sobre las puertas y paredes de pintura violeta de la casa hay fotograf¨ªas y recortes de revistas en los que se ve al matrimonio ataviado con elegantes vestidos balineses, pomposas coronas y colorido maquillaje. Son de su espect¨¢culo. Pertenecen al grupo de bailarines del Janger Kolok (la danza de los sordos), una apuesta creativa y de superaci¨®n que practican en el pueblo con miembros de tres generaciones. Todo un reto de coordinaci¨®n si se tiene en cuenta que bailan sin escuchar la melod¨ªa.
¡°Deber¨ªamos aprender de estos pueblos que es posible que toda una comunidad use el lenguaje de signos. Incluso que, aunque no lo dominen, pueden tener un conocimiento b¨¢sico tanto de la lengua como sobre las personas sordas¡±, argumenta la antrop¨®loga sorda Annelies Kusters, autora de un libro sobre la comunidad rural de signos Adamorable, en Ghana, que acaba de estrenar un documental sobre la interacci¨®n entre oyentes y sordos en Mumbai, India.
Kusters se especializ¨® en estudios de sordera tras ser diagnosticada, de adulta, con problemas de audici¨®n. Dice que le quedaba ¡°hundirse o nadar¡±, y se decant¨® por lo segundo. Sue?a con que un d¨ªa el lenguaje de signos ¡°est¨¦ en todas partes: en las asignaturas del colegio, en las universidades, en la televisi¨®n, pero tambi¨¦n que la gente se muestre m¨¢s abierta a una interacci¨®n con signos¡±. Si se quiere, como en Bengkala, hasta se baila sin m¨²sica.
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