La hora de Michelle Obama
AQUELLA semana su marido, el presidente Barack Obama, estaba en Jap¨®n para reunirse con los l¨ªderes de las potencias industriales y visitar Hi?roshi?ma, la ciudad sobre la que Estados Unidos lanz¨® la bomba at¨®mica en agosto de 1945. Muy lejos del escenario global, ella, Michelle, acud¨ªa a la graduaci¨®n de los alumnos de secundaria de una escuela ind¨ªgena de Nuevo M¨¦xico. Acababa de conocerse la ubicaci¨®n de la residencia donde, despu¨¦s de abandonar la Casa Blanca el pr¨®ximo enero, los Obama vivir¨ªan en ?Washington. Pero la primera dama segu¨ªa con su agenda por la educaci¨®n y las minor¨ªas y Santa Fe, la capital de Nuevo M¨¦xico, viv¨ªa un ambiente de fiesta con su llegada. Muy distinto era el clima en su vecina Alburquerque, a apenas cien kil¨®metros, donde un mitin de Donald Trump, candidato republicano a la Casa Blanca, hab¨ªa degenerado en altercados. Una serie de televisi¨®n sobre traficantes de drogas, Breaking Bad,?y una investigaci¨®n del Gobierno federal por abusos policiales contra minor¨ªas hab¨ªan convertido esta ciudad en medio del desierto en el ejemplo, un mal ejemplo, de algunas disfunciones del Estados Unidos de este principio del siglo XXI, a?os que en parte coinciden con la presidencia del dem¨®crata Obama.
En la Santa Fe Indian School, todo estaba preparado para el gran d¨ªa. Los jefes de las tribus locales ¨Cpueblos, apaches, hopis y navajos¨C ocupaban la primera fila de las gradas del pabell¨®n, en un campus de edificios bajos de adobe, como la mayor¨ªa de construcciones de la ciudad. Los graduados iban engalanados con las ropas y plumajes tradicionales de sus tribus.
Para los profesores y estudiantes de la escuela, que Michelle Obama hubiera aceptado la invitaci¨®n de hablar a los alumnos el d¨ªa de la graduaci¨®n fue m¨¢s que una sorpresa. Era un milagro que, entre la multitud de invitaciones que cada a?o llegan al Ala Este de la Casa Blanca, sede de la oficina de la primera dama, esta hubiese elegido la Santa Fe Indian School, dedicada a la educaci¨®n de una de las dos minor¨ªas m¨¢s humilladas y castigadas en la historia de Estados Unidos, la india. La otra minor¨ªa es la negra, a la que pertenece Michelle Obama, la primera descendiente de esclavos en vivir en la Casa Blanca, con excepci¨®n del personal del servicio. Delante de la escuela, al otro lado de la carretera, un cartel visible para todos los que acud¨ªan a la ceremonia ped¨ªa a Michelle Obama que fuese la pr¨®xima presidenta.
¡°Aunque yo haya podido nacer en la otra punta del pa¨ªs, y aunque mi traves¨ªa pueda ser un poco distinta de la vuestra, cuando me hablaron de vosotros, me qued¨® claro que nuestras historias estaban conectadas, y que vuestros valores, los valores que os infunden en esta escuela, son los mismos que me transmitieron mis padres¡±, dijo al millar de graduados, estudiantes, familiares y jefes tribales que llenaban el gimnasio.
El 20 de enero de 2017, despu¨¦s de ocho a?os en el cargo, Barack Obama dejar¨¢ de ser presidente. Le suceder¨¢ el vencedor de las elecciones del 8 de noviembre: la dem¨®crata Hillary Clinton o el republicano Trump. Salvo sorpresas o accidentes inesperados, ser¨¢ uno de los dos. El mismo d¨ªa, Michelle Obama ¨Chija de una familia de clase trabajadora del sur de Chicago, graduada en universidades de ¨¦lite como Princeton y Harvard, profesional de ¨¦xito antes de consagrarse a la carrera de su marido¨C dejar¨¢ de ser la primera dama. Entrar¨¢ en uno de los clubes m¨¢s selectos del mundo, despu¨¦s del de los expresidentes: el de las ex primeras damas. Lo har¨¢ en un momento excepcional. Quien suceda a su marido quiz¨¢ sea precisamente una ex primera dama, Hillary Clinton, y a ella, a Michelle Obama, puede sucederle un hombre, que a la vez fue presidente: Bill Clinton. Si el candidato republicano gana, su sucesora puede ser una exmodelo nacida en Eslovenia, Melania Knavs, y el pr¨®ximo presidente, un hombre de negocios y showman televisivo sin experiencia pol¨ªtica y con un discurso xen¨®fobo. La telerrealidad irrumpir¨¢ en el despacho oval.
Su legado es profundamente pol¨ªtico. No en el sentido de la politiquer¨ªa partidista, sino como espejo de este pa¨ªs. Qu¨¦ es y ad¨®nde va.
Ocurra lo que ocurra, nada ser¨¢ igual: es posible que Michelle Obama sea la ¨²ltima primera dama tradicional. Y al mismo tiempo su legado es profundamente pol¨ªtico: no en el sentido de la politiquer¨ªa partidista, sino como espejo de este pa¨ªs. Qu¨¦ es y ad¨®nde va.
Estos a?os ha dado algunas pistas. Una, que no tiene la intenci¨®n de entrar en pol¨ªtica, como hizo la hoy candidata Hillary Clinton.
Dos, que, al contrario que Hillary, una primera dama que durante la presidencia de su marido entr¨® en la refriega partidista y en algunos momentos aspir¨® a ejercer de copresidenta, Michelle se ha dedicado a temas que escapan a las disputas de Washington, como la educaci¨®n de las ni?as, el cuidado de las familias de excombatientes o la lucha contra la obesidad.
Y tres, que su herencia, el mensaje que deja su presidencia, ser¨¢ m¨¢s ¨¦tico que pol¨ªtico. ¡°Espero que siempre record¨¦is vuestra historia, y que la llev¨¦is con tanto orgullo como yo llevo la m¨ªa¡±, dijo en Santa Fe. Es un mensaje de memoria y futuro. Un mensaje conservador en el mejor sentido de la palabra: la familia y la comunidad impulsan el progreso humano. Y un mensaje de identidad: ella no estar¨ªa donde est¨¢ sin los esfuerzos de sus antepasados, y lo mismo val¨ªa para los adolescentes que aquel d¨ªa se graduaban.
¡°Cuando Michelle Obama deje la Casa Blanca en enero, ceder¨¢ un meg¨¢fono muy grande, pero ella no es el tipo de persona que desaparece¡±, dice Peter Slevin, autor de Michelle Obama. A Life?(Michelle Obama. Una vida), su biograf¨ªa m¨¢s completa. Slevin se refiere por ejemplo a los programas de educaci¨®n como Let Girls Learn (dejad que las ni?as aprendan), que la llev¨® a Espa?a a finales de junio de 2015. Explica que la primera dama est¨¢ escribiendo un libro ¡°que sin duda pondr¨¢ millones de d¨®lares en su bolsillo¡±. ¡°?Entrar en pol¨ªtica como Hillary Clinton?¡±, contin¨²a. ¡°No. Cuando le preguntaron qu¨¦ pensar¨ªa si dentro de 10 a?os se despertase y le dijesen que Michelle se presentaba para presidenta, Barack Obama respondi¨® que pensar¨ªa que la hab¨ªan abducido unos alien¨ªgenas¡±.
El presidente Obama y la primera dama son recibidos en el palacio de Buckingham por Isabel II, en 2009.
¡°No, no le gusta la pol¨ªtica, y cuando la gente le menciona que deber¨ªa entrar en pol¨ªtica, Michelle y sus amigos se r¨ªen de la idea¡±, corrobora Kate Andersen Brower, autora de First Women. The Grace and Power of America¡¯s Modern First Ladies?(Primeras mujeres. La gracia y el poder de las primeras damas modernas de Estados Unidos). Sobre la base de entrevistas con ex primeras damas vivas y con personas de su entorno, Brower indaga en el poder e influencia de este cargo oficioso ¨Cno figura en la Constituci¨®n, no est¨¢ remunerado y su poder real es nulo¨C y traza el perfil de las primeras damas y de la relaci¨®n entre ellas.
¡°Creo que [Michelle Obama] se dedicar¨¢ a temas por los que se ha preocupado en la Casa Blanca, como asegurarse de que m¨¢s chicas vayan a la escuela en todo el mundo, trabajar para ayudar a las familias de militares, y el control de las armas¡±, dice Brower.
Sus modelos, m¨¢s que Hillary Clinton, con quien mantiene una relaci¨®n tirante, podr¨ªan ser Betty Ford y Rosalynn Carter, seg¨²n la autora de First Women.?Betty Ford, esposa de Gerald Ford, que fue presidente entre 1974 y 1977, dej¨® huella despu¨¦s de abandonar la Casa Blanca, cuando admiti¨® su adicci¨®n al alcohol y a las pastillas y dedic¨® el resto de su vida al activismo en este ¨¢mbito. Rosalynn Carter, esposa de Jimmy Carter (1977-1981), ha colaborado durante d¨¦cadas con su marido en la Fundaci¨®n Carter.
Sus palabras, su biograf¨ªa y su identidad son una refutaci¨®n del estados unidos del candidato republicano donald trump.
El legado de Michelle Obama, seg¨²n Brower, ¡°ser¨¢ su trabajo para acabar con la obesidad infantil, logrando que en los barrios menos privilegiados haya acceso a los alimenos sanos, y su labor en ayuda de las familias de militares¡±. ¡°En ¨²ltima instancia, sin embargo, ella vio que su tarea era la de mam¨¢ en jefe, y creo que fue capaz de educar bajo los focos a dos hijas muy estables¡±, a?ade.
La adaptaci¨®n a la vida corriente despu¨¦s de la burbuja de la Casa Blanca puede ser complicada. Brower cuenta en su libro que Lady Bird, como era conocida la esposa del presidente Lyndon Johnson (1963-1969), se sinti¨® como una cenicienta el d¨ªa que regres¨® a su casa de Texas y se vio rodeada de montones de maletas sin ning¨²n empleado para echarle una mano. Tambi¨¦n a Barbara Bush, esposa y madre de presidentes, le cost¨® adaptarse a la vida civil, ¡°sin el ej¨¦rcito de doncellas, mayordomos y cocineros a su disposici¨®n¡±. Cuando los Obama se muden a la mansi¨®n alquilada del barrio de Kalorama, en el noroeste de Washington, mantendr¨¢n la protecci¨®n del Servicio Secreto ¨Cel cuerpo policial que vela por la vida de presidentes y expresidentes¨C y un sueldo de cerca de 200.000 d¨®lares anuales, y recuperar¨¢n la libertad de movimientos de la que carecen en la Casa Blanca, ¡°una prisi¨®n realmente agradable¡±, como brome¨® una vez Michelle Obama. Tendr¨¢ 53 a?os reci¨¦n cumplidos.
Mientras tanto, la primera dama se escapa cuando puede de la prisi¨®n, en salidas an¨®nimas en Washing?ton o en viajes como el que en mayo la llev¨® a Nuevo M¨¦xico.
La Santa Fe Indian School se fund¨® en 1890 con la idea, prevalente entonces, de ¡°matar al indio para salvar al hombre¡±. Es decir, con la voluntad de extirpar la cultura aut¨®ctona ¨Cla lengua, las creencias¨C y asimilar al americano nativo. Todo ha cambiado. Ahora son las tribus las que controlan la administraci¨®n de la escuela. ¡°Usamos los valores de los [integrantes del grupo nativo] indios pueblo para orientar nuestro programa educativo¡±, dice Anthony Dorame, que se gradu¨® en 1993 y es profesor de ciencia agr¨ªcola en la escuela. Dorame es un indio pueblo de Tesuque, al norte de Santa Fe. Su lengua materna es el tewa. ¡°Algunos de estos valores son el respeto, la perseverancia. Aunque los identificamos como m¨¦ritos de los indios pueblo, son virtudes que todos los humanos deben encarnar para hacer del mundo un lugar mejor¡±.
La graduaci¨®n en una escuela secundaria no es un acto pol¨ªtico ni partidista, pero la campa?a electoral queda cercana. Los altercados tras el mitin de Trump en Albuquerque comparten portada en la prensa con la visita de Michelle Obama. Como otras minor¨ªas, muchos nativos americanos se sienten amenazados por Trump y su nostalgia de un Estados Unidos donde los blancos de origen anglosaj¨®n eran hegem¨®nicos. ¡°Les he dicho a mis estudiantes, que van a cumplir 18 a?os, que deben votar: es crucial¡±, dice Dorame. ¡°Vi una estad¨ªstica que dec¨ªa que solo un 22% de la tribu pueblo vota. Debemos mostrar a nuestra gente el poder del voto y c¨®mo puede ayudarnos¡±.
Michelle Obama, sentada en una silla en el estrado, con una botella de pl¨¢stico de agua en la mano, escucha los discursos previos de los estudiantes que est¨¢n a punto de graduarse. Hablan Chyanne Quintana, de la tribu pueblo de Santa Clara, y Emanuel Vigil, de los apaches de Jicarilla. Quintana estudiar¨¢ en la Universidad de Nuevo M¨¦xico. Vigil, n¨²mero uno de su promoci¨®n, en la de Columbia, en Nueva York. Michelle, seguramente la ¨²nica afroamericana en el auditorio, lo abraza y empieza a hablar.
¡°Quiero hablar de quienes vinieron antes de m¨ª y de c¨®mo hicieron que yo fuese quien soy¡±, dice.
¡°Soy la tataranieta de Jim Robinson, que naci¨® en Carolina del Sur, que vivi¨® como esclavo y que probablemente est¨¦ enterrado en una tumba an¨®nima en la plantaci¨®n donde trabaj¨®. Soy la bisnieta de Fraser Robinson, un sirviente iletrado que aprendi¨® a leer solo y se convirti¨® en emprendedor, vendiendo peri¨®dicos y zapatos. Soy la nieta de Fraser Robinson J¨²nior, que abandon¨® la ¨²nica vida que hab¨ªa conocido para trasladar a su familia al norte, buscando un lugar para que los sue?os de sus hijos no estuvieran tan limitados por el color de su piel. Y soy la hija de Fraser Robinson III y de Marian Robinson, que me educaron, a m¨ª y a mi hermano, en un peque?o apartamento en el South Side de Chicago, en el piso de arriba de mis ancianos t¨ªos abuelos, a quienes mis padres cuidaban, y a unas manzanas de nuestros parientes, un mont¨®n de abuelos y t¨ªas y t¨ªos y primos que siempre entraban y sal¨ªan de las casas y las vidas respectivas, compartiendo historias y comida y hablando y ri¨¦ndose durante horas¡¡±.
La primera dama identifica su genealog¨ªa particular ¨Cy la historia colectiva de esclavitud, segregaci¨®n y marginaci¨®n de los negros¨C con la de la audiencia. Los hijos de las tribus de Nuevo M¨¦xico se reconocen en las historias de la familia Robinson. ¡°Como sabemos, esta escuela se fund¨® como parte de un esfuerzo deliberado y sistem¨¢tico para extinguir vuestra cultura, para aniquilar literalmente lo que erais y aquello en lo que cre¨ªais¡±, dice. ¡°Pero mirad c¨®mo est¨¢is hoy. Las lenguas nativas, que anta?o estuvieron prohibidas aqu¨ª, se escuchan por los pasillos y en las conversaciones de los dormitorios de la escuela por la noche¡±.
Sin citarlo, la primera dama tambi¨¦n habl¨® de Donald Trump. ¡°Algunas de las voces m¨¢s gritonas en nuestro debate nacional proclaman cosas que van en contra de todos y cada uno de los valores que hab¨¦is experimentado en esta escuela. Nos dicen que deber¨ªamos faltar al respeto a los otros por ser quienes son, o por su lugar de procedencia, o por c¨®mo rezan¡±.
Parece que Michelle Obama no es pol¨ªtica, y es verdad que nada le apetece menos que dedicarse al oficio de su marido. Pero escuch¨¢ndola en Santa Fe, en un Estado con la mitad de la poblaci¨®n latina y un 10% de nativos, ante miembros de una minor¨ªa golpeada por la mayor¨ªa blanca, en un pa¨ªs en tensi¨®n por el ascenso de Trump, queda claro que el discurso no es un compromiso protocolario m¨¢s de una primera dama. Sus palabras inciden en las fallas de esta sociedad, en la discusi¨®n sobre qu¨¦ significa ser ciudadano y qu¨¦ significa ser americano. No cabe imaginar un mensaje m¨¢s pol¨ªtico que el de Michelle Obama. Sus palabras, su biograf¨ªa y su identidad son una refutaci¨®n del Estados Unidos de Donald Trump.
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