¡®Y que le gusten los perros¡¯ | De beb¨¦s y perretes
Convivir con un can da vidilla y felicidad (excepto cuando toca sacarlo de noche en invierno) y es un gran entrenamiento para tener un beb¨¦
Convivir con un perrete da vidilla y felicidad (excepto cuando toca sacarlo de noche en invierno) y es un gran entrenamiento para tener un beb¨¦. Prepara a la pareja para pensar en alguien m¨¢s, con necesidades diarias como comer, pasear y soltar un lastre que hay que limpiar por oloroso que sea. (Los primeros meses, la diferencia entre el beb¨¦ y el perrete es el pelo, los dientes y las horas que puedes dormir).
De normal, cuando nace la criatura, el perro se convierte en el pr¨ªncipe destronado. Por mucho que se le quiera y se le considere familia, en la cl¨ªnica/hospital no le dejan estar, aunque se podr¨ªa colar camuflado entre un ramo de flores. Nosotros se lo dejamos a unos amigos, que lo cuidaron con tanto amor que a¨²n le echan de menos, porque irme a mitad del parto a pasearlo no era pr¨¢ctico.
Para evitar celos y cabreos de nuestra mascota, para el primer encuentro de ni?a y perra en plan programa de la Gemio usamos el m¨¦todo recomendado por C¨¦sar Mill¨¢n, el encantador de perros, que como le han mordido pocos yo me f¨ªo. Si se le lleva un pa?al del beb¨¦ para oler, el perro se acostumbra al olor y respeta a su nueva mini-due?a.
Las primeras semanas, la interacci¨®n entre las dos fue m¨ªnima. Y lo ¨²nico que not¨® el animalillo era que con el agotamiento y somnolencia que ven¨ªan gratis con la criatura, el ritmo y la duraci¨®n de sus paseos fueron recortados. Porque a la consulta del pediatra tampoco dejan llevarlo y ¨¦sas eran nuestras principales salidas.
Pero con los meses y la llegada del buen tiempo, pudimos hacer el pack d¨²o, que sale mucho mejor, como os asegurar¨¢ cualquier teleoperadora de las que llaman a la hora de comer. Ahora los paseos son de ni?a y perra, atada al cochecito y asociando beb¨¦ y libertad. Sinergia y amortizaci¨®n, lo llamar¨ªa alg¨²n cu?ado empresario.
Y como a las dos les gusta m¨¢s la calle que a un manifestante, paseamos y paseamos. Para maximizar mis sinergias, s¨®lo me falta repartir correo comercial durante el paseo, porque cada d¨ªa nos hacemos medio barrio a pie.
Por supuesto, es una delicia pasear con nuestra perra, que ni ladra ni muerde y va bien atada. A diferencia de algunas bestias¡ y sus perros que van sueltos y que insisten en acercarse r¨¢pida y peligrosamente al cochecito. De tanto ver Mad Max he aprendido a dar volantazos con el carrito, pero me gustar¨ªa no sufrir porque ninguna de las dos sea confundida con un bufete libre andante y gratuito. ?Malditos Ramsays Bolton de ciudad!
Ahora las dos ya juegan juntas en una armon¨ªa digna de foto de Instagram. Dentro de nada, sospecho que la ni?a, cuando vea Dentro del laberinto, intentar¨¢ subirse a lomos de la perra para convertirla en su corcel.
Y lo que es mejor: cada vez falta menos para que la ni?a pasee sola al perro.
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