Fr¨ªo y olvido en los Andes
M¨¢s de 50 personas han muerto de fr¨ªo en lo que va de a?o en Per¨². La raz¨®n que subyace es la pobreza de pueblos que, por a?os, fueron casi botados hacia el abandono
Todos los a?os, desde hace d¨¦cadas o acaso siglos, pasa lo mismo: llega la mitad del a?o en los Andes (entre junio y julio) y un fr¨ªo glacial, despiadado, aterriza sobre varios pueblos ubicados a m¨¢s de 3.500 metros de altura sobre el nivel del mar. Se congela el agua de los riachuelos y las tuber¨ªas, los cultivos, los animales, la propia gente; se pierden las cosechas, las peque?as inversiones, la comida, la m¨ªnima esperanza. La vida se vuelve g¨¦lida, desoladora, dif¨ªcil.
En lo que va de este a?o, en el cual el fr¨ªo ha sido particularmente m¨¢s intenso, ya han muerto en el Per¨² al menos 50 personas, la mayor¨ªa de ellos ni?os, que sucumbieron de pulmon¨ªa y otros males sin remedio (o con remedio al que no tienen acceso). En Bolivia, el panorama de hielo es a?o a a?o algo similar; en esta ocasi¨®n ya hay muertos, heridos, carreteras cortadas. Es como si al llegar el invierno andino, al menos en estos dos pa¨ªses no quedara m¨¢s que la resignaci¨®n.
En Lima, la capital peruana ¡ªque ahora sufre un fr¨ªo algo inusual, pero de ning¨²n modo comparable a lo que se vive en las alturas¡ª, una de las reacciones recurrentes, infaltables, es organizar campa?as p¨²blicas de ayuda, rotuladas por lo general como Ayudemos a nuestros hermanos del Sur (porque es en el sur del pa¨ªs donde el problema es m¨¢s grave). En ellas se involucran los ciudadanos, las empresas, los canales de televisi¨®n, incluso las autoridades.
Esto habla muy bien de la sensibilidad p¨²blica, aunque hay un problema: los a?os pasan, los muertos se suman, el drama persiste y no hay una soluci¨®n sostenible de Estado, para una tragedia que, en rigor, no es inevitable y no tiene por qu¨¦ ser un karma fatal para el poblador andino. En Finlandia, en Canad¨¢, o en Chile y Argentina se viven temperaturas parecidas, o a¨²n peores, y s¨®lo ocasionalmente, cuando el clima se desborda hacia abajo, sobreviene la muerte.
En las zonas altoandinas es distinto, por la simple raz¨®n de que se juntan en un haz penoso una serie de problemas hist¨®ricos, institucionales y sociales. Para comenzar, y a contracorriente de un difundido mito sobre ¡°la curtida resistencia del hombre andino al medio ¡±, las poblaciones donde los ciudadanos mueren, cada a?o y como si fuera su destino inevitable, no son en su mayor¨ªa asentamientos prehisp¨¢nicos, sino pueblos que crecieron donde nunca debieron.
Al instaurarse la colonizaci¨®n espa?ola, desde el siglo XVI, se produjeron desplazamientos forzados, que empujaron a las poblaciones ind¨ªgenas explotadas hacia zonas desprotegidas. Yauri, por ejemplo, capital de la provincia de Espinar en el departamento del Cusco (un paraje casi fuera de la ruta tur¨ªstica) est¨¢ a cerca de cuatro mil metros de altura y en un descampado. En agosto de 2008, durante una incursi¨®n period¨ªstica en el lugar, registramos una medici¨®n de espanto.
Los a?os pasan, los muertos se suman, el drama persiste y no hay una soluci¨®n sostenible de Estado
Nada menos que menos 27 grados cent¨ªgrados, una temperatura que ninguna de las miles de frazadas o jerseis que se juntan en Lima para ser llevados a este y otros pueblos puede mitigar. ?Se volvi¨® orate la gente para vivir en este p¨¢ramo? No, est¨¢ all¨ª porque, a lo largo de los siglos, se fue instalando obligada en esos territorios donde no hab¨ªa abrigo; en zonas muy distintas a, verbigracia, la propia ciudad original del Cusco, que est¨¢ rodeada de cerros que la arropan.
Es muy dif¨ªcil encontrar poblaciones prehisp¨¢nicas ubicadas en ese nivel de desamparo. No es que el poblador andino no circulara por esos parajes, o que los ignorara; es que transitaba por all¨ª con fines rituales o de pastoreo; pero casi nunca se asentaba a merced del fr¨ªo maldito de las pampas altas. El doctor Luis Lumbreras, el m¨¢s reputado arque¨®logo peruano, sostiene que incluso se preve¨ªa los climas extremos con la forma de las casas, la comida, la prevenci¨®n.
Hab¨ªa un manejo de los ecosistemas, una previsi¨®n de las ¨¦pocas del a?o, que se arruin¨® casi por completo con la colonizaci¨®n y que hasta ahora causa estragos en las zona andinas. A las que, por a?adidura, el Estado republicano creado en 1821 ningune¨® por d¨¦cadas, debido a que los procesos de la independencia fueron fundamentalmente criollos y no incluyeron de manera clara a los ind¨ªgenas. Hoy, cada ola fr¨ªo parece un recuerdo fr¨ªvolo de ese pasado tan excluyente.
Otro problema que agrav¨® la desprotecci¨®n clim¨¢tica fue el nacimiento de poblaciones vecinas a asientos mineros ya surgidos en la Rep¨²blica, pero que rastreaban el boom minero del Virreynato. Ciudades como Cerro de Pasco, considerada ¡°la capital minera del Per¨²¡±, situada a 4,338 metros de altura ¡ªy donde tambi¨¦n el fr¨ªo causa serias consecuencias¡ª son una se?al de c¨®mo la vocaci¨®n por no casar la infraestructura con la prevenci¨®n persisti¨® casi sin resistencias.
Surgi¨® en el siglo XVI, por las minas, en un sitio g¨¦lido, lejos de los asentamientos ind¨ªgenas originarios, ubicados lejos de donde se asienta esta capital. La constante se da pr¨¢cticamente en todos los Andes peruanos: hay un sitio donde estaba la poblaci¨®n prehisp¨¢nica original, que est¨¢ en un ¨¢rea m¨¢s abrigada y m¨¢s baja, y una ciudad nueva, colonial, que surgi¨® al calor de la fiebre minera o de otros intereses. Sin importar que el clima descerrajara sus grados sobre las casas.
Lo peor de todo es que las soluciones existen en la actualidad. Ya en el 2008, el ingeniero suizo Luciano Re estableci¨® en Espinar casas solares, que mediante una tecnolog¨ªa simple, consistente en acumular radiaci¨®n solar durante el d¨ªa en esos parajes andinos (donde el sol es intenso), logra atemperar viviendas hasta hacer el fr¨ªo soportable. Al interior de una de ellas, se puede caminar sobre el piso de madera, con 16 grados de temperatura, mientras afuera hay menos 15 grados.
Hay otras alternativas tambi¨¦n en curso, similares a las de este profesional europeo que vivi¨® varios a?os en Per¨². Promovidas por el propio Estado peruano, que este a?o act¨²a de manera m¨¢s coordinada, o por fundaciones como Ayuda en Acci¨®n. Pero no es suficiente. Son m¨¢s de 200.000 personas en riesgo y solo se asiste a un peque?o porcentaje de ellas. Deber¨ªan incorporarse formas de construir que, al fin, neutralicen la desgracia de todos los a?os. O hacerse traslados parciales de algunas poblaciones, posibilidad que se cuestiona por motivos culturales.
Hay mucho dolor en el Per¨² por este problema
?Tiene sentido eso? Hace poco en un reportaje de televisi¨®n sobre el tema ¡ªen esta temporada los periodistas nos lanzamos a registrar el drama¡ª, m¨¢s de un ciudadano dijo que tuvo que emigrar a zonas m¨¢s bajas. M¨¢s a¨²n: en algunos pueblos se constataba que hab¨ªa poca gente, algo que, debido a la falta de visi¨®n hist¨®rica, es visto como una fatalidad m¨¢s. Pero no: las personas probablemente saben lo que hacen; o mejor dicho, est¨¢n haciendo lo que hac¨ªan sus ancestros.
Para que esa ruta sea eficaz, los movimientos deber¨ªa facilitarlos el Estado, que tendr¨ªa que prever c¨®mo la actividad econ¨®mica se manejar¨ªa, o podr¨ªa permanecer en las zonas altas, mientras las viviendas van hacia otra parte. O si est¨¢n cerca del pastoreo tendr¨ªan que construirse de un modo que amortig¨¹e el fr¨ªo feroz. Las conexiones de gas natural para calefacci¨®n tambi¨¦n ayudar¨ªan. En cierto modo, no se ponen por la cruel raz¨®n de que los pobladores no pueden pagarlas.
Hay mucho dolor en el Per¨² por este problema. Y en el fondo de esto se clava la pobreza, como una cruz imposible de cargar por pueblos que, por a?os, fueron casi botados hacia el abandono, y cuyos ciudadanos mueren prematuramente. No son la caridad o las colectas, por respetables y necesarias que sean mientras tanto, las que van a acabar con esta tragedia. Son el Estado y las instituciones quienes, al final, deben salvar a tantos inocentes de perecer en una congeladora.
Ramiro Escobar es periodista, analista internacional y profesor en la Pontificia Universidad Cat¨®lica del Per¨², la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y la Universidad Antonio Ruiz de Montoya
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