Europa debe despertar
El poder de la UE no reside en Bruselas ni en Estrasburgo, sino en los Gobiernos nacionales
El Brexit dejar¨¢ un enorme vac¨ªo en la UE, pero no destruir¨¢ a Europa; hoy, no puede decirse lo mismo de Reino Unido. ?Seguir¨¢ unido el pa¨ªs, o lo abandonar¨¢n los escoceses e Irlanda del Norte buscar¨¢ unirse a la Rep¨²blica de Irlanda? ?Ha sentado el Brexit las bases del declive de una de las econom¨ªas m¨¢s din¨¢micas de la UE y el fin de Londres como uno de los centros financieros globales?
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Nadie sabe realmente c¨®mo se llevar¨¢ a cabo el proceso del Brexit, cu¨¢nto tiempo durar¨¢ (en el caso de Groenlandia fueron tres a?os) y qu¨¦ implicaciones tendr¨¢ para Gran Breta?a y la UE. Incluso si se lleva a cabo de la manera m¨¢s r¨¢pida imaginable, la decisi¨®n brit¨¢nica ha dado inicio a un largo periodo de incertidumbre pol¨ªtica y econ¨®mica. Si las decisiones se tomaran solamente de manera racional, los dem¨¢s 27 Estados miembros fortalecer¨ªan la UE, adoptando medidas inmediatas que fueran en l¨ªnea con sus intereses para garantizar la estabilizaci¨®n y afianzar la integraci¨®n. Pero son demasiado profundas las diferencias entre los Estados clave de la uni¨®n monetaria, en especial Alemania y Francia, y entre los miembros del sur y el norte de la eurozona. Todos saben lo que hay que hacer: llegar a un acuerdo entre el terco ¨¦nfasis de Alemania sobre la austeridad y la necesidad de los pa¨ªses mediterr¨¢neos de elevar el gasto para recuperar el crecimiento e impulsar la competitividad. Pero a los l¨ªderes pol¨ªticos de Europa parece faltarles el coraje para hacerlo.
Las causas del rechazo a Europa son mucho m¨¢s profundas que los actuales conflictos. La reaparici¨®n de los nacionalismos ha revivido el mito de una ¨¦poca dorada de Estados nacionales, ¨¦tnica y pol¨ªticamente homog¨¦neos, libres de limitaciones externas e inmunes a las consecuencias negativas de la globalizaci¨®n. El poder desmitificador de dos terribles guerras mundiales, que alguna vez bast¨® para forjar una Europa com¨²n y fundar la UE, ya no es suficiente para sostener la integraci¨®n europea posterior a 1945. Las palabras del expresidente Fran?ois Mitterand en su ¨²ltimo discurso ante el Parlamento Europeo (¡°Le nationalisme c¡¯est la guerre!¡±) han ca¨ªdo en el olvido.
La reaparici¨®n de los nacionalismos ha revivido el mito de una ¨¦poca dorada de estados ¨¦tnica y pol¨ªticamente homog¨¦neos, libres de limitaciones externas e inmunes a las consecuencias negativas de la globalizaci¨®n
Hoy el nacionalismo est¨¢ creciendo en casi todos los pa¨ªses europeos, y se dirige principalmente contra los extranjeros y la UE, dos objetivos que se usaron en la campa?a del Brexit. Sus partidarios apelaron principalmente al mito nacionalista, mientras que a menudo quienes apostaban por la permanencia sonaban como contables sosos y aburridos.
Para muchos ciudadanos occidentales, entidades como la UE, no menos que el ascenso de importantes econom¨ªas emergentes como China e India, se perciben como agentes de este declive m¨¢s que como una manera de influir en los cambios de poder a escala global y reaccionar en funci¨®n de sus valores e intereses. Se busca la salvaci¨®n en el Estado-naci¨®n. Lamentablemente, como lo demostrar¨¢ Gran Breta?a, se trata de una estrategia que equivale a poco m¨¢s que a una profec¨ªa de decadencia autocumplida.
La marea en ascenso del nacionalismo no retroceder¨¢ mientras la idea de Europa no recupere su poder visionario en positivo. Para ello ser¨¢ necesaria no s¨®lo una nueva narrativa europea (a cuya creaci¨®n podr¨ªa contribuir el propio experimento de autodestrucci¨®n de Gran Breta?a), sino tambi¨¦n una UE renovada.
Debe dejarse claro a millones de europeos que el poder real de la UE no reside en Bruselas ni en Estrasburgo, sino en manos de los Gobiernos nacionales. Se culpa a las instituciones de la UE de todos los problemas: la globalizaci¨®n, la inmigraci¨®n, los recortes a los beneficios sociales y el thatcherismo, el paro juvenil y la falta de democracia. Al impedir que la UE aborde estos problemas, los Gobiernos nacionales (impotentes para darles una respuesta eficaz) los han agravado.
Por ahora, los Gobiernos de casi todos los Estados miembros tienen una postura contradictoria, rechazando una mayor integraci¨®n al tiempo que insisten en que la UE tiene que ¡°cumplir¡±. Nadie explica qu¨¦ es lo que deber¨ªa cumplir, ni c¨®mo, sin esa mayor integraci¨®n. Pero, incluso en Europa, nadie puede tener el oro y el moro. Puede que todav¨ªa haya tiempo para revertir las actuales tendencias de Occidente. No necesitamos una victoria de Trump ni de la l¨ªder del Frente Nacional, Marine Le Pen, para saber hacia d¨®nde lleva el nacionalismo que subyace al voto del Brexit.
Joschka Fischer fue ministro de exteriores y vicecanciller de Alemania de 1998 a 2005 y l¨ªder del Partido verde durante casi 20 a?os.
? Project Syndicate, 2016.
Traducido del ingl¨¦s por David Mel¨¦ndez Tormen.
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