Bolivia, la partitura de la misi¨®n
EN BOLIVIA conviene andar atento a los bloqueos, un arma de lucha sindical potenciada por su presidente, Evo Morales, antes de llegar al poder. Los bolivianos hablan de ellos como del tiempo y se han hecho tan cotidianos como la manera de burlarlos. Una soluci¨®n puede pasar por darle la vuelta al mapa en busca del camino m¨¢s largo, lejos del asfalto que cubre las carreteras de pago del pa¨ªs, e incluso cruzar el r¨ªo Grande en una barcaza de madera. Vamos camino de la Ciudad de Dios que so?aron los jesuitas.
A las misiones ahora se llega en coche, pero la orden abandon¨® esas tierras caminando en 1776, expulsada por la propia Iglesia. Atr¨¢s quedaban las comunidades ind¨ªgenas con las que hab¨ªan convivido en relativa armon¨ªa desde 1691. Parte de la ¨¦pica y tragedia del momento qued¨® plasmada en la pel¨ªcula La Misi¨®n. Como el jesuita que interpret¨® Jeremy Irons, los religiosos entraban a predicar en la selva amaz¨®nica haciendo sonar la flauta, con la m¨²sica como elemento de encuentro, para convertir a los nativos a la fe cristiana. Los habitantes de la Chiquitania, como se conoce ahora a esa regi¨®n, situada en el extremo sureste de Bolivia, en el departamento de Santa Cruz, quedaron prendados de esas notas que todav¨ªa hoy suenan en las iglesias y en el Festival de M¨²sica Barroca y Renacentista, que se celebra cada a?o y en el que las orquestas de la zona comparten cartel con formaciones de todo el mundo.
En la Chiquitania, bautizada con ese nombre por los jesuitas debido al tama?o de las viviendas, a las que se acced¨ªa agachado, el pasado se cruza con el presente. Los conjuntos arquitect¨®nicos de ocho municipios ¨Cconocidos como reducciones¨C en los que la vida se estructuraba en torno a una plaza, presidida por la iglesia, el campanario y la escuela de m¨²sica, siguen en pie, aunque la misa ya no se cante en lat¨ªn y los querubines de alas de pan de oro ocupen las vitrinas de los museos junto a las partituras musicales de la ¨¦poca. La museograf¨ªa cuenta que los jesuitas defend¨ªan la frontera, enfrent¨¢ndose a los portugueses que sembraron de trampas la selva para capturar a los nativos, convertirlos en esclavos y llevarlos a Brasil. Los religiosos viv¨ªan del comercio con Potos¨ª y alcanzaron unos niveles de convivencia y cultura que el tiempo no ha borrado. Las misiones trascend¨ªan a la mera organizaci¨®n religiosa, al abrirlas a contenidos de tipo econ¨®mico, social, cultural y espiritual.
En Santa Ana, una aldea de casas de adobe y caminos de tierra, situada a unos 500 kil¨®metros de Santa Cruz, el tiempo parece haberse detenido. Con la ca¨ªda de la tarde, las notas de un chelo distraen la atenci¨®n sobre la plaza, en la que florece salvaje un toborochi (nombre boliviano con que se conoce al palo borracho). Todo parece guardar cierta pureza. A los 10 a?os, Jos¨¦ ?scar toca con fluidez a Vivaldi. Como muchos ni?os, aprendi¨® m¨²sica antes que a jugar al f¨²tbol. Aqu¨ª son los alumnos mayores los que se ocupan de ense?ar las notas a los peque?os en locales destartalados. La falta de medios es evidente y en uno de los ensayos hay que compartir el arco del viol¨ªn. La m¨²sica se transmite de generaci¨®n en generaci¨®n. El catedr¨¢tico ¨Cal menos ejerce como tal¨C se llama Jaunario, un virtuoso del viol¨ªn de 83 a?os, que guarda en su cabeza las notas de muchas de las canciones populares de la Chiquitania. Las compagina con la m¨²sica religiosa que trajeron los jesuitas. De los 10 hijos que tuvo le quedan 7 y con alguno de ellos comparte una humilde vivienda de paredes desconchadas, con un grifo en el patio donde picotean las gallinas entre botellas vac¨ªas de Coca-Cola. El alcantarillado es casi inexistente y, como mucha gente del pueblo, posee un chaco (sembrad¨ªo) donde, a golpe de azad¨®n o anta?o ayudado por bueyes, cultiva ma¨ªz, yuca y ca?a ¨Cen las casas falta lo imprescindible, pero se hornea el pan y se prepara melaza¨C.
Jaunario ya no sale al campo y su trabajo consiste en supervisar la formaci¨®n de los peque?os m¨²sicos, entre los que se cuenta alguno de sus nietos. Hablan un espa?ol cargado de diminutivos, rico en vocabulario. Jaunario posee un don, y para evitar que su m¨²sica se pierda, Adalid Poquiviqu¨ª Poice¨¦, otro m¨²sico ya entrado en la treintena, trata de poner en papel pautado canciones populares que solo ¨¦l conoce.
En la amazonia boliviana hablan UN ESPA?OL cargado de diminutivos, rico en vocabulario.
En la iglesia, entre el revoloteo de los murci¨¦lagos que salen de los confesionarios y atraviesan el altar, se escuchan las notas del ¨®rgano. Luis Rocha, maestro de capilla, no naci¨® con el talento de la m¨²sica ¨C¡°me faltaba el instinto¡±¨C, pero se atreve a improvisar a Bach en el ¨²nico instrumento de madera que se conserva de la ¨¦poca en la zona, una pieza notable que alg¨²n visitante avispado ha tratado de comprar.
Como los m¨¢s mayores, el maestro de la capilla recuerda bien la visita, en los a?os setenta del siglo pasado, de Hans Roth, el arquitecto jesuita que emprendi¨® la reconstrucci¨®n de los templos cuando el abandono amenazaba con acabar con ellos. Para muchos fue como abordar otra reconstrucci¨®n. Hubo que sustituir los pilares y recuperar los techos, trazados con tiral¨ªneas, una tarea que hubiera sido imposible sin la ayuda desinteresada de los vecinos, como ya ocurri¨® en el siglo XVII.
En la primera foto, empanadillas de queso y charque. En la segunda, frescos de la iglesia de San Jos¨¦.?/?GABRIEL PECOT
Si la construcci¨®n anta?o de estos majestuosos templos sin la ayuda de maquinaria da una idea de la fuerza de la tenacidad humana, su reconstrucci¨®n tambi¨¦n debi¨® ser ¨¦pica. La ruta misional ¨Cdeclarada por la Unesco en 1990 Patrimonio Hist¨®rico de la Humanidad¨C abarca un espacio de unos 600 kil¨®metros. No hace mucho que se inaugur¨® la primera carretera asfaltada desde la capital hasta San Jos¨¦ y con ella se ha reactivado la vida en el pueblo. La misi¨®n, con su iglesia de piedra de un color tostado, extra¨ªda de una cantera cercana, se utiliza como centro cultural y sala de ensayos de la orquesta. La inauguraci¨®n de un nuevo aeropuerto y la construcci¨®n de carreteras, cuyas obras son visibles, cambiar¨¢ la configuraci¨®n de la zona. Todos sue?an con la concesi¨®n de un pr¨¦stamo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para mejorar el patrimonio tur¨ªstico.
Hasta que llegue el desarrollo, la comunicaci¨®n con las otras reducciones se realiza por caminos de tierra, bordeados por la exuberante vegetaci¨®n amaz¨®nica y el vuelo de los halcones en busca de alimento. Garzas, avestruces, monos y armadillos cruzan los caminos acostumbrados al paso de las motos o las furgonetas. Las vacas pastan libremente en los caminos, muchos vallados con el nombre tallado en madera de las haciendas ganaderas. En la Chiquitania se cultiva soja a gran escala, sobre todo en las colonias menonitas, cuya presencia con carros tirados por caballos o sus atuendos luteranos forma parte tambi¨¦n del paisaje.
En la calle se respira la tranquilidad de los pueblos. La escasez de transporte p¨²blico se suple con motos privadas, fabricadas en China, que se usan como taxis, aunque lo habitual es verlas circular con toda una familia subida a su lomo. La zona dispone de una peque?a red de hoteles, de decoraci¨®n colonial, m¨¢s que aceptables, y restaurantes donde degustar la buena comida local. En Concepci¨®n, los majaditos de Guadalupe Antelo, de 55 a?os, se han convertido en un reclamo, aunque en su restaurante, El Buen Gusto, se expenden otros platos locales, en los que no faltan el pl¨¢tano y la yuca fritos, ante la mirada atenta de Lorenzo, el loro de la casa. Como otros vecinos, Guadalupe, madre soltera de dos hijos, recuerda la reconstrucci¨®n del complejo misional: ¡°Tocaban las campanas y los ni?os sal¨ªamos a la calle a mirar c¨®mo sub¨ªan los pilares entre todos, apoyados por cuerdas¡±.
Existe un plan para recuperar el patrimonio para que los propios vecinos lo gestionen y atraiga al turismo.
¡°Una obra de estas caracter¨ªsticas no ser¨ªa posible ahora, ya no existen ¨¢rboles de esa talla que puedan talarse¡±, aclara Marcelo Vargas, director del Plan Misiones, sin cuya colaboraci¨®n hubiera quedado inconclusa la tarea de Hans Roth. Impulsado especialmente por los Ayuntamientos de la zona, Gobiernos locales, Ministerio de Cultura, la Iglesia y la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n para el Desarrollo (AECID) como socio estrat¨¦gico, la tarea del Plan pasa por la recuperaci¨®n del patrimonio cultural e hist¨®rico para que sea gestionado por los propios vecinos. En su haber se cuenta ya el inventario de inmuebles, la planificaci¨®n urbana, un plan de viviendas, la creaci¨®n (entre otras) de una red integral de museos y la construcci¨®n de una escuela-taller que incluye desde turismo hasta gastronom¨ªa y carpinter¨ªa, as¨ª como la recuperaci¨®n de la memoria oral de cuentos y leyendas. La filosof¨ªa de la cooperaci¨®n espa?ola ¨Cque lleva trabajando en la zona desde 1997¨C se resume en que los vecinos aprendan haciendo: ¡°Empezamos ayudando en la obra cuando todav¨ªa viv¨ªa Roth, pero ahora nuestra tarea se limita al asesoramiento y el seguimiento de lo realizado, sin interferir en pol¨ªtica¡±, aclara Francisco Sancho, coordinador de AECID en Bolivia. Todo ello en un pa¨ªs con un Ministerio para la Descolonizaci¨®n.
La Chiquitania, como casi todo el oriente boliviano, se ha convertido en un basti¨®n contra las pol¨ªticas de Evo Morales. Las pintadas pidiendo el no para lo que el presidente denomina ¡°la segunda parte¡± del refer¨¦ndum que le permita cambiar la Constituci¨®n y presentarse para un tercer mandato inundan los muros (¡°No a la re, re, re elecci¨®n¡±). El alcalde de Robor¨¦, Rub¨¦n Costas, expresa un descontento que parece generalizado: ¡°Desde el Gobierno se beneficia a aimaras y quechuas en detrimento de otras etnias en un momento en que se han reducido los ingresos de la gobernaci¨®n tras la ca¨ªda del precio de los hidrocarburos¡±, aclara con su mejor sonrisa.
?Bienvenidos al para¨ªso! La so?ada Ciudad de Dios que levantaron los jesuitas sigue viva y goza de buena salud, aunque de regreso a Santa Cruz, la segunda ciudad en importancia de Bolivia, toda la belleza acumulada en la retina se disuelva tratando de burlar el atasco que han provocado los camioneros en huelga que bloquean la capital.
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