Animales al poder
LA PRESENCIA de jirafas en el Imperio Romano iba mucho all¨¢ del circo. Un equipo de la Universidad de Cincinnati (Estados Unidos) lleva a?os excavando una serie de edificios de viviendas en la ciudad romana sepultada por el Vesubio. En lo que fue una taberna encontraron restos de muchos productos consumidos all¨ª, entre ellos un hueso de jirafa. Un descubrimiento extraordinario porque el mam¨ªfero africano de cuello interminable era un animal extra?o, muy dif¨ªcil de transportar y, sobre todo, muy valioso. La profesora de lat¨ªn de Cambridge Mary Beard, que entre otras muchas obras ha escrito un ensayo sobre el Coliseo de Roma, confesaba en una entrevista reciente que no tenemos la menor idea de c¨®mo los romanos hab¨ªan sido capaces de acarrear animales salvajes desde ?frica hasta Europa, no ya leones o leopardos, sino bestias enormes como jirafas o elefantes.
El historiador franc¨¦s Michel Pastoureau describe en su estupendo ensayo Les animaux c¨¦l¨¨bres (Los animales famosos)?los enormes esfuerzos desplegados para transportar una jirafa en la Francia en el siglo XVIII. Era la segunda vez que una de estas criaturas visitaba Europa desde el fin del Imperio Romano. La primera vivi¨® en la Florencia renacentista despu¨¦s de que el sult¨¢n de Egipto le regalase un ejemplar a Lorenzo el Magn¨ªfico. La jirafa de Carlos X, el ¨²ltimo Borb¨®n que rein¨® en Francia entre 1824 y 1830, fue tambi¨¦n un presente del pach¨¢ de Egipto, y el animal, que hab¨ªa sido capturado en Etiop¨ªa, lleg¨® en barco al puerto de Marsella. El naturalista ?tienne Geof?froy Saint-Hilaire, fundador del zoo del Jard¨ªn de Plantas, que todav¨ªa existe en Par¨ªs, acompa?¨® al animal a pie junto a un cortejo m¨¢s bien peculiar: tres vacas lecheras, dos muflones y un ant¨ªlope macho, adem¨¢s de dos egipcios que viajaban con la criatura desde Etiop¨ªa. El propio Saint-Hilaire cuenta la odisea que representaba encontrar cada noche un alojamiento en el que cupiese el inmenso animal. ¡°A veces era necesario demoler el techo de un establo¡±, escribi¨®. La jirafa provoc¨® un fervor popular descomunal durante un recorrido de 775 kil¨®metros, que se prolong¨® casi dos meses.
Puede parecer absurdo invertir tanta energ¨ªa en trasladar una jirafa hasta Par¨ªs; pero tiene todo el sentido del mundo porque los animales ex¨®ticos han sido siempre un s¨ªmbolo de poder. Los romanos reservaban para los que llamaban ¡°enemigos del Estado¡±, como los cristianos, uno de sus castigos m¨¢s crueles, la damnatio ad bestias, la condena a las bestias, durante la cual los prisioneros eran devorados por criaturas salvajes ante la multitud. El museo de la ciudad tunecina de El Djem, que alberga el segundo anfiteatro m¨¢s grande del mundo, conserva un mosaico en el que se ve a un reo mordido en la cara por leopardos. El poder no consist¨ªa en tomarse tantas molestias para ejecutar a alguien, sino en mostrar que Roma era capaz de desplazar animales desde cualquier rinc¨®n del mundo (de la misma forma que las columnas del Pante¨®n son de granito macizo y fueron acarreadas enteras desde el desierto egipcio). El mensaje era poner de manifiesto que un imperio es eso: una potencia capaz de trasladar cualquier cosa a cualquier lugar.
La ensayista estadounidense de origen ruso Marina Belozerskaya estudia en su libro La jirafa de los Medici (Gedisa) la relaci¨®n de los animales con el poder, desde aquella jirafa de Lorenzo el Magn¨ªfico hasta la diplomacia del panda del comunismo chino. Los ejemplos son innumerables: si uno visita el palacio de los Papas en Avi?¨®n, que alberg¨® a los pont¨ªfices romanos durante el siglo XIV, descubrir¨¢ que su jard¨ªn m¨¢s bello escond¨ªa un zoo con jabal¨ªes o leones. El narcotraficante colombiano, megal¨®mano y asesino de masas Pablo Escobar fund¨® su propio parque zool¨®gico en su lujosa residencia, la Hacienda N¨¢poles, a 200 kil¨®metros de Medell¨ªn. Tras su muerte, en 1993, se escaparon varios hipop¨®tamos con los que todav¨ªa se topan los campesinos de la zona, ya que los animales se adaptaron perfectamente y se reprodujeron. Hoy forman la comunidad de hipop¨®tamos salvajes m¨¢s grande del mundo fuera de ?frica. Escobar compr¨® cuatro ejemplares a un zoo de San Diego y los cient¨ªficos estiman que hoy campan a sus anchas unos 35. Se pueden imaginar pocas muestras de poder tan rotundas como haber sembrado el campo de Colombia de bestias africanas dos d¨¦cadas despu¨¦s de su muerte.
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