El terror
La humanidad sigue guardando dentro de s¨ª la capacidad de violencia y brutalidad de sus primeros tiempos
La escena del sacerdote franc¨¦s arrodillado y degollado ante el altar por dos yihadistas recuerda a im¨¢genes b¨ªblicas o a las representaciones de los martirios de santos de los primeros tiempos del cristianismo. Por eso nos aterra tanto.
De igual manera, la agresi¨®n con un hacha a los viajeros de un tren alem¨¢n o el atropello masivo del paseo mar¨ªtimo de Niza nos aterrorizan m¨¢s por sus circunstancias que por la cantidad de muertos, incluso siendo casi un centenar en el segundo de los casos. Tanto el hacha, herramienta brutal cuando se usa para agredir por su capacidad para desmembrar, desgarrar o abrir cabezas, como el cami¨®n convertido en arma mort¨ªfera, como antes lo fueron los aviones que abalanzaron los terroristas contra las Torres Gemelas de Nueva York o los trenes que convirtieron en bombas camino de la estaci¨®n de Atocha de Madrid, acent¨²an la sensaci¨®n de terror por su brutalidad, que nos remite a tiempos de la Edad Media y, a¨²n m¨¢s atr¨¢s, de las matanzas indiscriminadas de los primeros siglos de la civilizaci¨®n. Y como el exterminio nazi de los jud¨ªos o las deportaciones y purgas masivas de los reg¨ªmenes estalinista sovi¨¦tico o de los jemeres rojos camboyanos, por no hablar de otros m¨¢s pr¨®ximos, nos enfrentan cara a cara a una verdad que, no por sospechada, nos sorprende menos, llen¨¢ndonos de pavor: que, pese a todos los avances tecnol¨®gicos, pol¨ªticos y culturales, la humanidad sigue guardando dentro de s¨ª la capacidad de violencia y brutalidad de sus primeros tiempos, cuando los hombres luchaban como animales entre ellos y contra la naturaleza para sobrevivir. Descubrir que la barbarie no desapareci¨® en la historia, sino que nos acompa?a en el d¨ªa a d¨ªa presta a hacer acto de aparici¨®n en cualquier momento y de la forma m¨¢s despiadada e indiscriminada es lo que nos aterroriza, y m¨¢s cuando se manifiesta con las maneras y con las armas de ¨¦pocas primitivas, como en los ¨²ltimos atentados de los yihadistas, los nuevos monstruos de nuestra civilizaci¨®n.
El problema del terror es que se convierte a s¨ª mismo en otra arma, m¨¢s destructiva a¨²n que las que lo provocan, que es lo que buscan sus autores. Su crueldad y su impiedad no son fortuitas. Su intenci¨®n es lograr aquello que Hunter S. Thompson, el padre del periodismo gonzo, vaticin¨® hace ya tiempo, cuando el yihadismo a¨²n no hab¨ªa hecho su aparici¨®n del todo: ¡°Estamos convirti¨¦ndonos en una naci¨®n de esclavos gimiendo de miedo. El miedo a la guerra, el miedo a la pobreza, el miedo al terrorismo, al azar, el miedo a bajar de estatus o a ser despedidos del trabajo a causa de una econom¨ªa que se hunde¡±.
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