En el purgatorio
Decenas de viajeros esperan en Barajas que haya sitio en alg¨²n avi¨®n de Aerom¨¦xico para volver a casa
?Qu¨¦ sucede cuando lo ocasional se vuelve permanente? ?Y qu¨¦ les pasa a quienes el azar obliga a pasar un periodo dilatado en ninguna parte? Los aeropuertos son eso: sitios vac¨ªos, sin referencias, lugares de paso, pausas previsibles en las que se puede apagar un rato el flujo de las urgencias y los deberes e, incluso, de las emociones.
Pero hay veces en que lo que ten¨ªa que ser nada m¨¢s que estaci¨®n de tr¨¢nsito se convierte en domicilio inevitable. Les est¨¢ pasando eso ahora en el aeropuerto de Madrid a decenas de viajeros de Aerom¨¦xico. Compraron billetes m¨¢s baratos, pero que no les garantizaban sitio en el viaje de regreso. Sab¨ªan que quedaban al albur de la suerte: si hay un hueco, vuelas; si no lo hay, b¨²scate la vida. Hay ya algunos que llevan alrededor de dos semanas en tierra ¡ªy el n¨²mero va creciendo d¨ªa a d¨ªa¡ª, y sin muchas perspectivas de que la vida les sonr¨ªa y puedan volver a casa.
As¨ª que pasean de un lado a otro, van tejiendo conversaciones, procuran mantener el ¨¢nimo, se entretienen con sus m¨®viles o sus tabletas. Nada saben de su futuro m¨¢s cercano, cuenta Cristian Gallegos en la edicion digital de este diario. No tienen m¨¢s remedio que presentarse cada vez que hay previsto un vuelo de regreso, y preguntar. Al otro lado de la mesa, un empleado de la compa?¨ªa mueve un dedo: s¨ª o no.
Pocos son los afortunados. A los dem¨¢s no les queda otro remedio que quedarse en el purgatorio. Cometieron el pecado de perseguir una ganga, y el sever¨ªsimo dios del consumo los ha castigado.
Habitar de manera permanente en un sitio de paso puede convertirse en una aut¨¦ntica pesadilla. Es bastante probable que no se tenga ya mucho dinero para la mera supervivencia, no digamos para permitirse un capricho. A los dos d¨ªas, adem¨¢s, suelen terminarse los asuntos de largo recorrido que mantienen viva una conversaci¨®n. Las bater¨ªas de los aparatos electr¨®nicos se consumen y puede haber complicaciones para recargarlas, las bromas llegan a su fin, crece el aburrimiento, se disparan las m¨¢s variadas ansiedades, se acaba cualquier min¨²sculo inter¨¦s por el pr¨®jimo. En las alturas, impert¨¦rrito, un dios maligno se frota las manos: ?para que aprendan!
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