Construir el buen gobierno
Para conseguir tener unas instituciones sanas, debemos cambiar los incentivos de fondo del sistema
La investigaci¨®n econ¨®mica muestra que el elemento indispensable del desarrollo econ¨®mico es tener unas instituciones sanas. El buen gobierno est¨¢ asociado con todos los indicadores de progreso: el crecimiento econ¨®mico, la estabilidad democr¨¢tica, la baja desigualdad y hasta la felicidad subjetiva.
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La idea de buen gobierno va m¨¢s all¨¢ de la ausencia de corrupci¨®n. Se refiere a unas instituciones transparentes, ecu¨¢nimes y con reglas predecibles para todos. Pero tambi¨¦n a unos servicios p¨²blicos de calidad ofrecidos de manera efectiva, sin malgastar, y a unas garant¨ªas de seguridad jur¨ªdica para que pueda emerger una econom¨ªa sana y competitiva.
En el coraz¨®n del concepto de ese buen gobierno se encuentra una idea clave: la imparcialidad. Es decir, la capacidad de que el Gobierno permanezca inc¨®lume ante preferencias personales o consideraciones individuales.
En Espa?a los a?os del boom ejercieron una presi¨®n muy fuerte sobre unas instituciones que ya eran de por s¨ª d¨¦biles. El aluvi¨®n de cr¨¦dito alter¨® las se?ales que los votantes pod¨ªan extraer del Gobierno: pol¨ªticos corruptos parec¨ªan estupendos gestores y la excesiva politizaci¨®n de las instituciones hizo que los mecanismos de control dejaran de funcionar. El resultado fue un dram¨¢tico incremento de la corrupci¨®n, un debilitamiento del Estado de derecho y un grave empeoramiento de la calidad de las pol¨ªticas p¨²blicas.
El ¡®capitalismo de amiguetes¡¯ deriv¨® en una p¨¦sima asignaci¨®n de recursos con un enorme coste para la econom¨ªa en t¨¦rminos de productividad
El coste econ¨®mico de la corrupci¨®n durante los a?os del boom fue mucho m¨¢s grande que el que algunos estiman. Adem¨¢s del coste directo de las mordidas (el famoso ¡°tres percent¡±), el capitalismo de amiguetes deriv¨® en una p¨¦sima asignaci¨®n de recursos con un enorme coste para la econom¨ªa en t¨¦rminos de productividad. En Espa?a los contratos o las licencias muy a menudo no se los llevaban las empresas m¨¢s eficientes o con mejores proyectos, sino las que estaban m¨¢s cercanas al poder.
En un trabajo de investigaci¨®n reciente (Growing like Spain), Garc¨ªa Santana y coautores muestran que durante el boom las empresas que m¨¢s crec¨ªan, en todos los sectores, no eran las m¨¢s productivas. Su explicaci¨®n: la importancia del capitalismo de amiguetes en el sector (crony capitalism) y la incidencia de la corrupci¨®n (Bribe Payers Index). Seg¨²n los autores, la variable clave que explica que la productividad no creciera en Espa?a fue la corrupci¨®n. Si la asignaci¨®n de recursos anterior al boom no se hubiera deteriorado, Espa?a hubiera crecido a un 0.8% anual y hoy el PIB ser¨ªa un 20% superior. Es decir, el coste de la corrupci¨®n podr¨ªa haber sido de unos 200.000 millones o de 5.000 euros por cada espa?ol.
Avanzar hacia el ideal de buen gobierno no es una tarea sencilla. Es f¨¢cil denunciar los desastres cometidos. Lo dif¨ªcil es proponer soluciones que de verdad funcionen. El problema institucional de Espa?a no se soluciona demonizando a las ¨¦lites o pagando sueldos bajos a los pol¨ªticos. Tampoco introduciendo mayor influencia de los pol¨ªticos en las instituciones y la econom¨ªa, como les gustar¨ªa a algunos. Si despu¨¦s de esta profunda crisis lo ¨²nico que logramos es cambiar a unas ¨¦lites pol¨ªticas por unas nuevas supuestamente cargadas de buenas intenciones, habremos fracasado.
Para conseguir tener unas instituciones sanas, debemos cambiar los incentivos de fondo del sistema. Pero, ?c¨®mo cambiar esos incentivos? Construir un buen gobierno es como hacer una buena paella: requiere una combinaci¨®n de ingredientes que, aplicados en su justa medida, refuercen conjuntamente sus cualidades positivas. No sirven las medidas aisladas. Es necesaria una reforma institucional integral para salir del mal equilibrio.
Si despu¨¦s de esta profunda crisis lo ¨²nico que logramos es cambiar a unas ¨¦lites por unas nuevas cargadas de buenas intenciones, habremos fracasado
Por ejemplo, el impacto de endurecer las penas contra la corrupci¨®n pol¨ªtica y acabar con privilegios injustificados de los pol¨ªticos como los indultos o los aforamientos ser¨¢ reforzado si, a la vez, introducimos medidas que nos ayuden a prevenirla como mejorar la transparencia en las decisiones de contrataci¨®n p¨²blica o proteger a los denunciantes de corrupci¨®n. Igualmente, las medidas que nos ayudan a reducir la corrupci¨®n, como despolitizar la administraci¨®n, o recuperar la independencia de los organismos reguladores, son imprescindibles para mejorar la calidad de las pol¨ªticas p¨²blicas y luchar contra el capitalismo de amiguetes.
Solamente a trav¨¦s de una reforma de calado que modifique varias variables al mismo lograremos entrar en un circulo virtuoso de confianza que nos lleve a un nuevo equilibrio con menor corrupci¨®n. Si de forma sistem¨¢tica nos encontramos que pocos pol¨ªticos roban, que existe rendici¨®n de cuentas, que la justicia funciona y que los que roban y defraudan pagan, entonces los incentivos a la corrupci¨®n y al fraude disminuir¨¢n.
?C¨®mo puede Espa?a alcanzar ese ideal de buen gobierno? No existe ninguna f¨®rmula m¨¢gica para lograrlo. Pero s¨ª existen ejemplos hist¨®ricos que pueden servirnos de gu¨ªa. Suecia, por ejemplo, no fue siempre la Suecia que conocemos hoy. En Suecia en el siglo XIX los ricos o los que ten¨ªan relaciones con la nobleza acced¨ªan con facilidad a altos cargos en la Justicia o la Administraci¨®n P¨²blica. La corrupci¨®n campaba a sus anchas, los servicios p¨²blicos eran un desastre, y nadie confiaba en el Estado. ?C¨®mo lograron los suecos salir de ese mal equilibrio?
Solo con una reforma de calado que modifique varias variables lograremos entrar en un nuevo equilibrio con menor corrupci¨®n
En varias investigaciones recientes los polit¨®logos Bo Rothstein y Jean Teorell del Instituto de Buen Gobierno en Goteburgo concluyen que en Suecia, tras un largo periodo de guerras y crisis ¡ªque comenz¨® con la derrota contra Rusia en 1808-09 y la p¨¦rdida de Finlandia¡ª una nueva generaci¨®n de l¨ªderes logr¨® sacar adelante en muy poco tiempo (entre 1855 y 1870) un gran n¨²mero de reformas institucionales de calado (de la justicia, de la educaci¨®n, de la burocracia, de la competencia) que, en su conjunto, lograron que el sistema saliera de su equilibrio negativo y entrara en un ciclo virtuoso positivo.
Seg¨²n los autores, en esos a?os cambi¨® la concepci¨®n del servicio p¨²blico: ¡°de un espacio para la extracci¨®n de rentas a un sistema imparcial y meritocr¨¢tico¡±. El profesor Rothstein ha venido a denominar ese proceso el Big-Bang anticorrupci¨®n.
Espa?a no tiene un problema cultural irremediable, como es evidente que tampoco los suecos lo ten¨ªan en su momento. Los espa?oles podemos convertirnos en un pa¨ªs con unas instituciones envidiables. Lo ¨²nico que necesitamos es liderazgo, ambici¨®n y voluntad pol¨ªtica.
Antonio Rold¨¢n Mon¨¦s es portavoz de Econom¨ªa de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados, y coautor de Recuperar el futuro, con Luis Garicano.
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