Federalismo y soberan¨ªa
Un federalismo que supere el estado-naci¨®n en Espa?a y Europa es hoy la mejor vacuna contra el repliegue identitario y el nacional-populismo en ascenso. Es tambi¨¦n la mejor manera de gobernar la globalizaci¨®n y alcanzar una prosperidad compartida
En 1973 el polit¨®logo Juan J. Linz apuntaba que Espa?a se hab¨ªa construido como Estado pero hab¨ªa fracasado en su intento de edificar una naci¨®n: era un Estado para todos los espa?oles pero una naci¨®n-estado s¨®lo para una parte de ellos. Hoy, 43 a?os despu¨¦s, Linz tendr¨ªa que considerar factores adicionales. Las Comunidades Aut¨®nomas se han consolidado como centros de poder. El fen¨®meno de la inmigraci¨®n ha provocado que muchos espa?oles tengan sentimientos de identidad relacionados con sus pa¨ªses de origen, mientras otros empiezan a echar ra¨ªces en los pa¨ªses donde se han instalado como emigrantes. Espa?a forma parte adem¨¢s de la Uni¨®n Europea, un marco a¨²n m¨¢s complejo que nos obliga a buscar el encaje de nuevas identidades e intereses diversos.
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Construir una colectividad para s¨®lo una parte la sociedad, aunque sea mayoritaria, apelando a una soberan¨ªa nacional que, como dice Josep M. Colomer, ya no existe ni existir¨¢, no parece la mejor forma de aproximarse al problema, como s¨ª podr¨ªa serlo la de desarrollar un proyecto de estructura institucional (acompa?ada de un marco conceptual y mental) en la que todos los sectores con distintos sentimientos de identidad puedan sentirse c¨®modos. A esta tarea puede contribuir lo que representa la tradici¨®n y la experiencia federal en gran parte del mundo. Algunas de las democracias m¨¢s grandes, estables y complejas, como Canad¨¢, Estados Unidos, Suiza o la India, son federales y lo son porque han encontrado en este modelo la forma de encajar la diversidad y a la vez organizar la democracia con un sistema de pesos y contrapesos, cada una de ellas con especificidades propias de su evoluci¨®n hist¨®rica.
Cuando se pregunta por el federalismo en las encuestas, tanto en Catalu?a como en el conjunto de Espa?a, alrededor de un 40% se muestra a favor. El 60% restante se distribuye en posiciones diferentes, radicalmente enfrentadas entre ellas y fragmentadas. La soluci¨®n federal aparece as¨ª como la ¨²nica forma de organizaci¨®n institucional en torno a la que podr¨ªan ponerse de acuerdo, cediendo en parte, una mayor¨ªa cualificada de legisladores, pero tambi¨¦n una gran mayor¨ªa de ciudadanos, porque minimiza la distancia entre la opci¨®n preferida por la inmensa mayor¨ªa y la opci¨®n acordada. Un sistema federal avanzado reduce el descontento de todas las partes, algo necesario en un pa¨ªs como Espa?a cuya grave crisis pol¨ªtica e institucional requiere poner sobre la mesa opciones que despierten el mayor consenso.
Federalismo consagra el derecho a la diferencia sin que se produzca una diferencia de derechos
Una de las excusas esgrimidas en los ¨²ltimos a?os para no abrazar expl¨ªcitamente el federalismo en Espa?a es su supuesta tensi¨®n con el objetivo de la igualdad de todos los ciudadanos. Pero el federalismo, lejos de ser un obst¨¢culo para la igualdad, la facilita. El reconocimiento de la diversidad y de la singularidad no tiene nada que ver con la igualdad de derechos de todas las personas. En una federaci¨®n, todos los ciudadanos tienen derecho a los mismos servicios b¨¢sicos, al igual que tienen derecho a gastar de diferentes maneras una cantidad similar de ingresos fiscales. Federalismo es derecho a la diferencia sin diferencia de derechos. Una federaci¨®n con una pol¨ªtica fiscal com¨²n permite evitar la competencia fiscal a la baja y hacer frente a shocks diferenciados de renta mediante transferencias solidarias, expl¨ªcitas y transparentes de unos territorios a otros. Presenta adem¨¢s otras ventajas: la descentralizaci¨®n no s¨®lo del gasto sino del poder permite innovar y copiar las mejores pr¨¢cticas, facilita la rendici¨®n de cuentas y acerca los servicios p¨²blicos al ciudadano.
El objetivo de igualdad tambi¨¦n es una cuesti¨®n que tiene que ver con el respeto a las identidades diversas. Una federaci¨®n pluriling¨¹e, en la que cada uno de sus ciudadanos puede dirigirse a todos los niveles de gobierno en su idioma materno y puede escuchar a sus representantes expresarse en varios idiomas ¡ªcomo sucede en Suiza, B¨¦lgica y Canad¨¢¡ª es una conquista que iguala en derechos. No se trata tampoco de afirmar aqu¨ª que el federalismo es una panacea. Los conflictos no desaparecen m¨¢gicamente en una democracia, sea federal o no lo sea, sino que surgen y evolucionan constantemente. Se trata m¨¢s bien de gestionar nuestras discrepancias en una sociedad integrada y buscar el camino que m¨¢s se adecue a nuestras necesidades.
Espa?a y Europa tienen ya muchos aspectos federales. Espa?a ha evolucionado desde un Estado centralista y unitario a uno que desde 1978 se ha descentralizado progresivamente, y donde la mayor¨ªa de niveles relevantes de gobierno (excepto las diputaciones) son elegidos directamente por los ciudadanos. En este camino, sin embargo, se han producido disfunciones y distorsiones del modelo que se traducen especialmente en la falta de elementos de gobierno y soberan¨ªa compartidos, lo que se corregir¨ªa disponiendo de un Senado reformado como C¨¢mara territorial. En todos estos a?os tampoco se ha clarificado suficientemente la distribuci¨®n de las competencias entre los distintos niveles ni la financiaci¨®n de ¨¦stas, lo que es una fuente constante de tensiones y que una reforma de la Constituci¨®n en sentido federal podr¨ªa resolver. Tampoco est¨¢ claro cu¨¢l es el rol de los poderes sub-centrales en el dise?o de las reglas de d¨¦ficit y endeudamiento que impone la pol¨ªtica com¨²n europea.
La descentralizaci¨®n permite innovar, rendir cuentas y acercar los servicios al ciudadano
No se avanzar¨¢ en este camino mientras los soberanistas catalanes y los soberanistas espa?oles prioricen movilizar a la opini¨®n p¨²blica con proclamas patri¨®ticas, avivando el enfrentamiento para mantener a corto plazo sus opciones de seguir al frente de sus gobiernos. Pelearse por la soberan¨ªa nacional cuando ning¨²n Estado europeo tiene una pol¨ªtica econ¨®mica aut¨®noma ni ej¨¦rcito ni moneda ni una ¨²nica lengua, es algo que no tiene sentido.
Los soberanistas espa?oles y los catalanes dicen apoyar una Europa federal pero recelan de una Espa?a federal, lo que es una contradicci¨®n. No se puede estar dispuesto a derribar las fronteras con otros pa¨ªses europeos pero crear nuevas fronteras en Espa?a, ni pretender que el resto de los europeos renuncien a sus nacionalismos sin estar dispuestos a rebajar los decibelios del nacionalismo espa?ol. Los s¨ªmbolos y las emociones siguen siendo en gran parte nacionales, pero las pol¨ªticas y las transacciones lo son cada vez menos. Como bien explican el economista franc¨¦s Thomas Piketty, o el fil¨®sofo alem¨¢n J¨¹rgen Habermas, cuestiones como el combate contra la desigualdad o la crisis migratoria no se pueden afrontar ya desde la perspectiva del estado-naci¨®n, que no es capaz de dar respuesta a los grandes problemas de la globalizaci¨®n ni de ser el contexto ¨²nico en que se articula el contrato social.
Un federalismo que supere el estado-naci¨®n en Espa?a y Europa es hoy la mejor vacuna contra el repliegue identitario y el nacional-populismo en ascenso en todo el mundo, tambi¨¦n entre nosotros. Y es la mejor manera de desarrollar una arquitectura institucional que permita gobernar la globalizaci¨®n y alcanzar una prosperidad compartida.
Francesc Trillas es profesor de Econom¨ªa de la UAB y vicepresidente de Federalistes d'Esquerres.
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