Mujeres que torturan, agreden y matan
Marian Partington ha hecho lo posible por perdonar a Rosemary West, culpable, junto a otros, del asesinato de su hermana. Cree que la ¨²nica manera de romper la espiral de violencia femenina es comprenderla
Es la visita que nadie espera tener que recibir nunca. La polic¨ªa se presenta en tu casa para comunicarte que uno de tus familiares ha muerto asesinado. Para Marian Partington, esa visita acab¨® con 20 a?os de incertidumbre acerca del destino de su hermana Lucy, un s¨¢bado por la ma?ana, en marzo de 1994.
Lucy desapareci¨® en diciembre de 1973 mientras esperaba al autob¨²s en Cheltenham. Ten¨ªa 21 a?os y cursaba de ¨²ltimo a?o de licenciatura en filolog¨ªa inglesa, en la Universidad de Exeter. Tuvieron que pasar dos d¨¦cadas para que Lucy fuera encontrada y pudiera revelarse la terrible verdad acerca de su muerte. Lucy fue torturada, asesinada, descuartizada y enterrada en el s¨®tano del n¨²mero 25 de Cromwell Street, en Gloucester, junto a las otras v¨ªctimas de los asesinos en serie Fred y Rosemary West.
Fred West se suicid¨® en prisi¨®n en el d¨ªa de A?o Nuevo de 1995. En noviembre del mismo a?o, Rosemary hab¨ªa sido condenada por diez homicidios incluido el de su hija de 16 a?os, su hijastra de ocho y la amante embarazada de su marido. Fue condenada a cadena perpetua sin libertad condicional.
"Yo no uso la palabra vil a la ligera, pero recuerdo estar sentada, escuchando lo que hab¨ªa hecho... y sentirme envilecer. Para m¨ª, trabajar con delincuentes femeninas supone un verdadero desaf¨ªo"
"Lucy muri¨® por agresi¨®n sexual y pura crueldad", recuerda Marian. "Su muerte fue un tormento, fue tortuosa, y no puedo hablar de ello sin enfrentarme al horror por el que pas¨®. Una de las peores cosas es que no tuviera voz. Lucy estuvo amordazada... sent¨ª que si yo no hablaba sobre lo que le pas¨®, lo mismo me valdr¨ªa tambi¨¦n estar muerta".
Marian trabaja con una organizaci¨®n secular llamada?The Forgiveness Project, y visita c¨¢rceles en las que cuenta su historia a los presos, como parte de su labor de justicia restaurativa. En 2004 le escribi¨® una carta a Rosemary West (una de las figuras m¨¢s odiadas del Reino Unido), una carta llena de compasi¨®n y empat¨ªa. West le pidi¨® que no volviera a ponerse en contacto con ella.
Aceptar el crimen no ha sido tarea f¨¢cil. Marian recuerda el juicio de West. "Yo no uso la palabra?vil a la ligera, pero recuerdo estar sentada, escuchando lo que hab¨ªa hecho... y sentirme envilecer. Para m¨ª, trabajar con delincuentes femeninas", asegura, "supone un verdadero desaf¨ªo".
Las mujeres son mucho menos propensas a delinquir que los hombres, pero las tasas de violencia femenina han aumentado. El n¨²mero de mujeres y ni?as arrestadas por delitos violentos en Reino Unido se ha m¨¢s que duplicado entre 1999/2000 y 2007/2008. Todav¨ªa est¨¢ por ver si se debe a un aumento de la violencia en s¨ª, de su visibilidad o de ambas cosas.
La idea de que una mujer pueda ser violenta, que llegue a asesinar incluso, nos resulta desconcertante. Pero, ?por qu¨¦? ?Es la violencia en manos de mujeres de alguna manera diferente a la de los hombres? Lo que est¨¢ claro es que no tratamos la violencia de unos y otros de la misma forma. Los medios de comunicaci¨®n a menudo estereotipan a las delincuentes femeninas con crueldad, y tanto ellas como sus v¨ªctimas pueden recibir un trato injusto por parte del sistema judicial.
Aunque la violencia femenina no es f¨¢cil de afrontar, existe un creciente n¨²mero de personas que sostiene que, si queremos rehabilitar a las delincuentes femeninas y ofrecer un mejor apoyo a sus v¨ªctimas, tendremos que comprender de una forma m¨¢s progresiva las razones por las que una mujer decide matar o infligir da?o.
Una historia de violencia
En el pasado, el poder y la violencia de las mujeres era algo reconocido e incluso celebrado. Mujeres como Juana de Arco, Boudica o las Amazonas guerreras fueron iconos. De un tiempo a esta parte, las mujeres, tanto de Oriente como de Occidente, han ocupado con frecuencia roles de liderazgo en el ej¨¦rcito. Las mujeres han demostrado ser capaces de desplegar su violencia en formas que denotan m¨¦todo y selecci¨®n, a veces incluso de manera atroz. En la Alemania Nazi, por ejemplo, del medio mill¨®n de mujeres que se incorporaron al servicio militar, 3.500 sirvieron como guardias en los campos de concentraci¨®n. Unas pocas llegaron a ser sometidas a juicio por cr¨ªmenes de guerra.
Cuando visit¨¦ Ruanda por primera vez, en 1997, hab¨ªan pasado tres a?os desde el genocidio. Me sorprendi¨® entonces, al entrevistar a supervivientes e infractores, y m¨¢s tarde, a la hora de traducir los testimonios para una ONG de ayuda a los supervivientes, la cantidad de mujeres que hab¨ªan tomado parte en la violencia. Lo hab¨ªan hecho como espectadoras, como instigadoras e incluso como figuras clave en el genocidio, de manera similar a como hicieron durante el Holocausto.
De alg¨²n modo, el sentimiento de traici¨®n parec¨ªa m¨¢s profundo cuando tomaban parte mujeres, porque una mujer "no debe" hacer ese tipo de cosas. Me atormentaba un testimonio escalofriante en particular, que implica un profundo conocimiento de la infancia: ciertas mujeres esparc¨ªan pimienta de cayena por las casas, a sabiendas de que esta provocar¨ªa el estornudo de los ni?os escondidos, permitiendo as¨ª su captura y posterior muerte.
En Ruanda, ciertas mujeres esparc¨ªan pimienta de cayena por las casas, a sabiendas de que esta provocar¨ªa el estornudo de los ni?os escondidos, permitiendo as¨ª su captura y posterior muerte
Desde los a?os setenta se ha prestado una especial atenci¨®n a la violencia machista contra mujeres y ni?as. Esto ha modificado, de muchas maneras, el marco de referencia en el que se define la violencia, especialmente la violencia ¨ªntima o dom¨¦stica, hacia otro que gira m¨¢s bien en torno al g¨¦nero. No es nada sorprendente; la "brecha de g¨¦nero" en los delitos registrados es de sobra conocida. Los hombres delinquen en mayor proporci¨®n que las mujeres, se ven involucrados en m¨¢s delitos graves y agresiones (son responsables del 80% de los actos violentos) y tienen m¨¢s probabilidades de reincidir. Tambi¨¦n son m¨¢s propensos a asesinar a sus parejas, a ser condenados por violencia dom¨¦stica o a cometer delitos sexuales o de acoso.?
Nada de esto significa, sin embargo, que las mujeres delincuentes no existan, y el modo en que son tratadas se ha convertido en una parte importante de la investigaci¨®n criminol¨®gica. "Algunos crimin¨®logos estadounidenses defendieron la tesis de que la?liberaci¨®n de la mujer traer¨ªa consigo una ola de cr¨ªmenes agresivos", cuenta Frances Heidensohn, crimin¨®loga y profesora visitante en la Escuela de Econom¨ªa de Londres. "La tasa de mujeres delincuentes ha aumentado un poco, pero no hemos observado un gran incremento... Estamos hablando de una modesta contribuci¨®n a la delincuencia y de una reacci¨®n exagerada, se trata a las agresoras de forma muy sensacionalista".
El n¨²mero de mujeres encarceladas en Inglaterra y Gales casi se triplic¨® entre 1993 y 2005. Si bien ese n¨²mero est¨¢ disminuyendo, en la actualidad todav¨ªa hay 2.000 mujeres m¨¢s, tras las rejas, que en los a?os 90. Las mujeres representan, aproximadamente, el 5% de la poblaci¨®n carcelaria. A finales de marzo de 2016, m¨¢s de un cuarto de las mujeres encarceladas en Inglaterra o Gales lo estaban por violencia contra las personas.
Con frecuencia, la violencia de las mujeres va dirigida contra gente conocida, a menudo gente vulnerable o que depende de sus cuidados: ni?os, discapacitados o ancianos. Sus cr¨ªmenes suelen ocurrir en ¨¢mbitos privados o bien en entornos de?cuidados, m¨¢s que en p¨²blico.
Las mujeres participan, ya sea como espectadoras o l¨ªderes, en todo tipo de cr¨ªmenes, incluidos los de honor, terrorismo o tr¨¢fico de personas. En un caso reciente, una mujer se libr¨® por poco de ser asesinada a manos del hombre que pretend¨ªa casarse con ella. Una de las cosas m¨¢s chocantes es que una familiar suya muy cercana confes¨® que tanto ella como su esposo estaban al tanto del ataque planificado, y que esperaron junto al tel¨¦fono para saber si hab¨ªa tenido ¨¦xito.
Es algo bastante habitual. Un informe reciente del Cuerpo de Inspectores de Polic¨ªa de Su Majestad sobre cr¨ªmenes de honor, mutilaci¨®n genital femenina y matrimonio forzoso, concluye que los agresores tienden a ser hombres o mujeres por igual. "Los miembros femeninos de una familia pueden formar parte de la violencia o los abusos a base de conversaciones, incitando a los varones de su familia a cometer cr¨ªmenes [de honor] o colaborar en la planificaci¨®n de las agresiones. Tambi¨¦n pueden tomar parte activa de la violencia o los asesinatos", menciona el informe.
El Middle East Quarterly dedic¨® un reciente estudio al an¨¢lisis de casos de asesinatos "por honor" en los que hab¨ªan tomado parte mujeres. Descubrieron que las mujeres cometen cr¨ªmenes brutales contra otras mujeres, tanto como conspiradoras como asesinas directas, y que su participaci¨®n puede consistir en propagar los rumores que a veces llevan al asesinato.
En el Reino Unido, un n¨²mero cada vez mayor de mujeres (si bien todav¨ªa peque?o) tambi¨¦n toma parte activa en el terrorismo, como ocurri¨® en los a?os 70 tanto en Irlanda del Norte como Alemania. En 2014 y 2015, 35 mujeres fueron arrestadas por delitos relacionados con terrorismo en el Reino Unido, triplicando el n¨²mero de cinco a?os atr¨¢s.
La baronesa Helena Kennedy QC, una eminente abogada, dirigi¨® una investigaci¨®n en 2010 y 2011 sobre la trata de personas en Escocia. "Existe el prejuicio de que las mujeres no toman parte en la trata salvo como v¨ªctimas", explica, pero eso no es cierto. Polic¨ªas y funcionarios supon¨ªan, al llegar a la escena de los delitos, que todos los responsables ser¨ªan hombres. Pero no lo fueron. Al frente de los salones de masajes, saunas y otros lugares donde aparec¨ªan las v¨ªctimas de trata, hab¨ªa mujeres. "Algunas eran terriblemente crueles con las dem¨¢s", recuerda Kennedy. "En muchos de los casos que salieron a la luz, las mujeres se hab¨ªan convertido en la clase directiva".
Como una mujer
En mayo de 1993, la enfermera Beverley Allitt, conocida en los medios como el "?ngel de la Muerte', fue hallada culpable del asesinato de cuatro ni?os y de hacer da?o a otros tantos. El 5 de mayo, en un diario del Reino Unido, se dijo: "La naturaleza femenina es cuidar, no lastimar. Y en general suele ser as¨ª. Incluso hoy en d¨ªa, la violencia es una especialidad masculina. Se supone que las enfermeras han de ser el paradigma del cuidado femenino. Son la ni?a bonita de los titulares de prensa. Cuando las mujeres hacen cosas as¨ª, resulta antinatural, vil, una perversi¨®n de su propia biolog¨ªa."
El diario hac¨ªa un resumen de lo que conocemos como determinismo biol¨®gico: que las mujeres, por naturaleza, est¨¢n hechas para cuidar y educar, en lugar de herir y matar. Los hombres, por supuesto, cometen m¨¢s actos violentos que las mujeres. Pero ?son acaso nuestros cerebros y cuerpos, esclavos de la gen¨¦tica y la qu¨ªmica, responsables de la brecha de g¨¦nero en el crimen? ?Son por tanto las mujeres que cometen cr¨ªmenes violentos doblemente degeneradas y de alguna forma antifemeninas?
Hay una sensaci¨®n de que las mujeres, por naturaleza, est¨¢n hechas para cuidar y educar, en lugar de herir y matar. Pero la idea de que existe un car¨¢cter o cerebro tipo para "machos" y "hembras" no est¨¢ respaldada por la investigaci¨®n actual
La idea de que existe un car¨¢cter o cerebro tipo para "machos" y "hembras" no est¨¢ respaldada por la investigaci¨®n actual.
En un estudio, la catedr¨¢tica Gina Rippon y sus colegas de la Aston University, destacan el "notable solapamiento" entre g¨¦neros de los rasgos que solemos considerar masculinos o femeninos. Hablamos de cosas como la agresi¨®n f¨ªsica, la predisposici¨®n a la ternura o la rotaci¨®n mental. Otros estudios recientes han determinado hasta d¨®nde es capaz de llegar esta superposici¨®n de rasgos masculinos y femeninos. De hecho, insiste Rippon, dividir a los sujetos de estudio entre "masculinos" y "femeninos" es en realidad "obstaculizar el avance" si lo que pretendemos es llegar a comprender la relaci¨®n existente entre conducta y cerebro.
Adem¨¢s, mientras que la violencia masculina se valora a veces seg¨²n las circunstancias, como en la guerra, por ejemplo, o se tolera, como en el caso de las peleas de bar, rara vez ocurre lo mismo con la de las mujeres. Una mujer que comete un crimen atroz nos inspira pena, o bien intentamos distanciarnos de ella. Preferimos no sentir ning¨²n tipo de identificaci¨®n con ella. Es demasiado arriesgado a pesar de qu¨¦, si lo pensamos, muchos le habremos soltado alguna vez una patada a un gato o bien pegado en alguna ocasi¨®n a nuestros hijos. Nos resulta casi imposible imaginar que un acto tan peque?o y personal forme parte de un continuo de violencia que pueda acabar llevando a una mujer a matar.
En lugar de identificarnos con ella, es mucho m¨¢s f¨¢cil clasificar a cada mujer que agrede o mata como algo excepcional. Los casos particulares se elevan a mitos, y quienes los perpetran son objeto de l¨¢stima o desprecio, jam¨¢s son comprendidos. La imagen proyectada por una mujer agresora puede resultar muy poderosa, porque transgrede su g¨¦nero. Deja una huella mucho m¨¢s duradera.
Hay otra forma de negar la violencia de las mujeres: argumentar que s¨®lo act¨²an bajo la influencia de hombres malvados. Con demasiada frecuencia a las delincuentes femeninas se las tacha de "locas" (para as¨ª poder compadecerlas, m¨¢s que acusarlas), de 'malas' (para separarlas del conjunto de mujeres) o de 'deprimidas' (forzadas a la violencia, v¨ªctimas de las circunstancias, violentas por coacci¨®n o represalias).
Normalmente, la sexualidad de una mujer violenta ser¨¢ descrita como degenerada, y su atractivo sexual - o la ausencia de este - ser¨¢ puesto en evidencia. Su papel como mujer tambi¨¦n a va ser analizado - ?fue una mala esposa, una mala madre? Hay que mantener la propia esencia de la feminidad alejada y sin m¨¢cula, de las mujeres que matan.
Intimidad y delincuencia
Nuestro hogar es el sitio donde nos sentimos seguros, el lugar donde uno se nutre y recibe cuidados; cuando la violencia ocurre aqu¨ª, o en lugares donde la gente acostumbra a ser atendida, esta nos resulta a¨²n m¨¢s desconcertante. La atenci¨®n que se suele prestar a la violencia masculina en las relaciones de pareja es comprensible; los agresores son hombres con mucha mayor frecuencia, y las mujeres m¨¢s propensas a acabar heridas, o incluso muertas. Sin embargo no siempre el agresor es masculino, de la misma forma en que la v¨ªctima no siempre es femenina.
Seg¨²n el Sondeo Sobre el Crimen en Inglaterra y Gales, en 2014/15, el 27% de las mujeres y el 13% de los hombres hab¨ªan sufrido alg¨²n tipo de violencia dom¨¦stica a partir de la edad de 16 a?os, lo que sumar¨ªa unos 4.5 millones de v¨ªctimas femeninas y 2.2 millones de v¨ªctimas masculinas. Las relaciones entre miembros del mismo sexo no son menos violentas que las heterosexuales. Un estudio de 2013 llevado a cabo en los Centros Estadounidenses de Prevenci¨®n y Control de Enfermedades, descubri¨® que el 44% de lesbianas hab¨ªan sido agredidas f¨ªsicamente por sus parejas, contra un 35% de las mujeres heterosexuales. Las mujeres bisexuales son a¨²n m¨¢s propensas a sufrir una agresi¨®n.
Las mujeres aparecen con mucha frecuencia como agresoras en los cr¨ªmenes contra personas con discapacidad. Los ¨²ltimos datos de la Fiscal¨ªa General de la Corona muestran que en casi una cuarta parte de estos cr¨ªmenes el acusado es mujer, en comparaci¨®n con el 15% del resto de cr¨ªmenes de odio. Este patr¨®n se repite en los delitos contra personas mayores, donde m¨¢s de una quinta parte de los acusados son mujeres (aunque muchos de los delitos denunciados no se pueden considerar violentos).
El tan ansiado papel de madre, clave para la identidad de tantas mujeres, no puede ser pasado por alto, especialmente cuando se distorsiona, por ejemplo, en los casos de abuso sexual. La Dr. Anna Motz, una psic¨®loga cl¨ªnica y forense adem¨¢s de psicoterapeuta, explica lo dif¨ªcil que es mantener ese rol bajo control: "Ahora podemos hablar de la mujer como ente sexual. Todo gracias a la expansi¨®n del feminismo", asegura, "si bien en ese aspecto las mujeres tambi¨¦n pueden desviarse, y abusar de su papel como madres y cuidadoras. Esto tambi¨¦n se ha vuelto m¨¢s concebible, algo a lo que ahora podemos prestar atenci¨®n".
Las mujeres que se comportan as¨ª, asegura, son vistas como algo raro y se las vilipendia en mucha mayor medida que a los hombres. "Esto deja una profunda huella en los terapeutas que trabajan con mujeres que han cometido abusos sexuales", asegura Motz. "Les supone un verdadero esfuerzo, as¨ª que no es de extra?ar que los ciudadanos de a pie encuentren dif¨ªcil reconocerlo como posibilidad siquiera".
Las estimaciones, por parte de las organizaciones ben¨¦ficas que trabajan tanto con agresores como con ni?os var¨ªan, pero seg¨²n la ONG para ni?os ChildLine, en el Reino Unido, en el 17% de las llamadas los ni?os reportan abusos sexuales por parte de mujeres. La Fundaci¨®n Lucy Faithfull, que lucha por proteger a j¨®venes y ni?os de los abusos sexuales, estima que las mujeres son responsables de entre el 10 y el 20% de todos los delitos sexuales contra ni?os. Y las estad¨ªsticas oficiales dicen que el 1 % de todos los delitos sexuales son cometidos por mujeres. Esta diferencia podr¨ªa explicarse, en parte, porque no siempre los ni?os que dicen haber sido v¨ªctimas de abusos por parte de mujeres son tomados en serio.
En el Reino Unido, en 2014/15 (al igual que durante otros a?os), el grupo de edad que sufri¨® la tasa m¨¢s alta de homicidios fue la de los menores de 1 a?o; fueron el 5% de las v¨ªctimas de homicidio a pesar de s¨®lo ser el 1% del total de la poblaci¨®n. La mayor¨ªa de los ni?os asesinados mueren a manos de sus padres o padrastros. Aunque las madres son responsables de una gran parte de los asesinatos de ni?os muy peque?os (son m¨¢s propensas a matar a sus hijos reci¨¦n nacidos que los padres) una vez nacidos, son los padres quienes tienden a ser los culpables. Las madres tambi¨¦n son responsables de casi todos los casos (si bien son raros) de S¨ªndrome de Munchausen, tambi¨¦n conocido como enfermedad inducida o fabricada.
La idealizaci¨®n de la maternidad
La Dr. Estela Welldon ha estudiado a fondo la relaci¨®n entre madres e hijos. Esta relaci¨®n puede, en su peor faceta, volverse 'perversa' y da?ar a los ni?os, a veces de forma irremediable. La violencia de las mujeres, escribe, suele estar dirigida hacia sus propios cuerpos o hacia sus creaciones: los hijos.
"Mis descubrimientos tienen que ver con el movimiento circular interno de la perversi¨®n. Cuando algo se repite una y otra vez obtienes un nuevo marco te¨®rico," explica. El libro de Welldon, "Madre, Virgen, Puta" lleg¨® a prohibirse en una librer¨ªa feminista legendaria, en el norte de Londres. Y todav¨ªa hoy es vista por algunas feministas como una traidora a la causa. "Me adentr¨¦ en territorio inexplorado y muchos no son capaces de perdon¨¢rmelo", dice Welldon. Se mantuvo firme porque sab¨ªa que sus conclusiones sal¨ªan directamente de una observaci¨®n cl¨ªnica que ella no pod¨ªa ignorar.
"Comenc¨¦ a escuchar y a pensar: ?de qu¨¦ est¨¢n hablando?" Odian a sus hijos¡"Lo importante es pensar, y no juzgar". Las investigaciones de Welldon han transformado la pr¨¢ctica cl¨ªnica. Su trabajo en la Cl¨ªnica Portman de Londres fue pionero en el tratamiento de mujeres violentas, haciendo un uso intensivo del psicoan¨¢lisis y las terapias de grupo.
Al frente de los salones de masajes, saunas y otros lugares donde aparec¨ªan las v¨ªctimas de trata, hab¨ªa mujeres. "Algunas eran terriblemente crueles con las dem¨¢s"
La psic¨®loga y psicoterapeuta Anna Motz piensa que la idealizaci¨®n de la maternidad y la negaci¨®n de la capacidad femenina para la violencia pueden resultar una mezcla explosiva, especialmente para las madres que han sufrido abusos en alg¨²n momento de sus vidas. "A las mujeres se les obliga a adoptar el rol de cuidadoras", afirma Motz, "y pueden llegar a sentir envidia de aquellos a quienes cuidan, criaturas vulnerables todas ellas". En el caso de que ellas mismas hayan sufrido malos tratos o abandono, explica, pueden sentir la tentaci¨®n de recrear esa violencia con esa criatura vulnerable, o cualquier otra que encaje en ese lugar de su imaginaci¨®n: "Se tratar¨ªa de un retorcido ejercicio de venganza en contra de su propio maltratador", en su cabeza, al menos.
Normalmente, las mujeres que matan o abusan de sus propios hijos est¨¢n tratando de aniquilar una parte que aborrecen de s¨ª mismas; y su beb¨¦, tal y como ellas lo sienten, es una parte de s¨ª mismas. En un perturbador trabajo reciente, Motz se ha adentrado en el mundo de lo que ella llama 'parejas t¨®xicas', aquellas donde dos personas heridas crean su propia familia para herirla a su vez. Las manifestaciones m¨¢s conocidas se dan en parejas de asesinos en serie como los West.
Contemplamos con horror a las mujeres que cometen asesinatos dentro del ¨¢mbito dom¨¦stico, a todas menos a las que sufren alg¨²n trastorno mental, a las que vemos rebelarse en contra de la violencia dom¨¦stica o a las que matan a sus propios hijos "por compasi¨®n". Para algunas mujeres esto podr¨ªa significar un trato judicial m¨¢s comprensivo aun a costa de reconocer que no son 'responsables' y dejar a los afectados sin posibilidad de ver c¨®mo se hace justicia. Un hombre que acaba con la vida de sus hijos, incluso en el caso de tratarse de un enfermo mental, rara vez es tratado con una simpat¨ªa similar.
?Hasta qu¨¦ punto esta propensi¨®n nuestra a excusar ciertos tipos de violencia femenina ha permitido que ciertas mujeres se salgan, literalmente, con la suya? En un art¨ªculo de investigaci¨®n hist¨®rica, la pareja de crimin¨®logos formada por la Dra. Elizabeth Yardley y el catedr¨¢tico David Wilson analizaron el caso de Mary Ann Cotton, responsable de dar muerte a un mont¨®n de miembros de su familia - seg¨²n algunas fuentes pudieron ser hasta 21.
Yardley, que llama "homicidas hogare?os" a estos asesinos de c¨ªrculo ¨ªntimo, cuenta c¨®mo "Cotton se pasaba la vida recreando expresiones de vida familiar para luego poder borrarlas. Esto nos remite a las expectativas que albergamos sobre las mujeres, de que cuiden y provean. En gran medida esto no ha cambiado. Hasta hace muy poco ni siquiera ¨¦ramos capaces de reconocer, por ejemplo, que pudieran existir las asesinas en serie. El FBI todav¨ªa acostumbra a tomar a las mujeres asesinas por compinches reacias."
Cotton, sin ir m¨¢s lejos, mataba en solitario y aparentemente por dinero. Los estudios sugieren, seg¨²n Yardley, que alrededor del 15% de los asesinos en serie son mujeres - una representaci¨®n baja, pero no inexistente. En Inglaterra y Gales, los datos m¨¢s recientes reportaron que un 9% de los sospechosos de homicidio, entre 2014/15, fueron mujeres, y que en el 19% del total de incidentes violentos registrados el agresor era mujer.
M¨®vil y oportunidad van de la mano en el hogar y dem¨¢s espacios de intimidad. Ya a finales del siglo XIX hubo quejas por la llamada agricultura de beb¨¦s. En Gran Breta?a "alcanzaba niveles epid¨¦micos y no se hac¨ªa lo suficiente para ponerle freno". Est¨¢ el caso de Amelia Dyer, por ejemplo, que acog¨ªa beb¨¦s ileg¨ªtimos en adopci¨®n temporal o permanente a cambio de dinero - pero encontraba mucho m¨¢s sencillo deshacerse de ellos en un r¨ªo. Fue apresada en 1896 despu¨¦s de que un barquero pescara el cuerpo de una ni?a peque?a. Dyer fue ahorcada por asesinato tras una carrera de 30 a?os ,durante la cual habr¨ªa matado a unos 300 o 400 ni?os.
Existen espacios ajenos al entorno dom¨¦stico, como los centros de atenci¨®n primaria, donde los vulnerables reciben tambi¨¦n cuidados. Las mujeres con tendencias violentas pueden acudir a ellos en busca de oportunidad. Yardley y Wilson tambi¨¦n han colaborado en la investigaci¨®n del fen¨®meno de los "asesinos en serie del sistema sanitario" (HSKs, de sus siglas en ingl¨¦s). El? caso m¨¢s c¨¦lebre es el de la enfermera brit¨¢nica Beverley Allitt. Estos crimin¨®logos descubrieron que existe un creciente caudal de pruebas que sugiere que los HSKs tienden a escoger a los m¨¢s indefensos (ancianos o j¨®venes), que su g¨¦nero es m¨¢s o menos indiferente (con un n¨²mero ligeramente superior de mujeres agresoras), y que la mayor¨ªa no tiene en cuenta dicho g¨¦nero a la hora de escoger a sus v¨ªctimas. Un 63% del total tiene antecedentes de inestabilidad mental o depresi¨®n.
"Los cient¨ªficos sociales hemos estado muy lentos a la hora de prestar atenci¨®n a las mujeres criminales", confiesa Yardley. "Todav¨ªa nos cuesta entender que existan mujeres que cometan cr¨ªmenes violentos como el asesinato o la agresi¨®n". La ubicaci¨®n donde estas mujeres cometen sus delitos tambi¨¦n le resulta particularmente interesante. "Nos devuelve una y otra vez al tema del g¨¦nero. Las mujeres tienden a centrarse en las personas que dependen de sus cuidados. Se sirven del estereotipo para acceder a sus v¨ªctimas, haciendo uso del tradicional rol de su g¨¦nero".
Hacia el olvido
Myra Hindley es, muy posiblemente, la mujer m¨¢s demonizada del Reino Unido. Responsable de la mitad de los "asesinatos del p¨¢ramo", cometidos junto a Ian Brady. Hindley mat¨® a cinco ni?os en el norte de Inglaterra entre julio de 1963 y octubre de 1965. De joven, la abogada Helena Kennedy QC, trabaj¨® en la defensa de Myra Hindley en un juicio por intento fallido de fuga.
Kennedy escribi¨® un libro, "La trampa de Eva", sobre las injusticias que sufren las mujeres a manos del sistema judicial. A pesar de ser un texto fundamental sobre la relaci¨®n de las mujeres con la violencia, ella no se enga?a al respecto. "La Myra que yo conoc¨ª no era la Myra que hab¨ªa sido, aquella joven analfabeta, enganchada a un tipo carism¨¢tico que la ten¨ªa sexualmente sometida y que ard¨ªa por satisfacer cada una de sus necesidades", cuenta. "Pero, ?acaso puede uno evadirse de su propia responsabilidad moral? No. Quiz¨¢s no matase materialmente a ning¨²n ni?o, pero lo hizo posible; los ni?os podr¨ªan no haber querido subirse al coche de un hombre desconocido. La presencia de una mujer puede cambiar la percepci¨®n de una situaci¨®n, puede hacerla parecer segura".
Los hombres delinquen en mayor proporci¨®n que las mujeres, se ven involucrados en m¨¢s delitos graves y agresiones (son responsables del 80% de los actos violentos) y tienen m¨¢s probabilidades de reincidir. Pero las tasas de violencia femenina han aumentado
Kennedy est¨¢ convencida de que la cadena perpetua fue adecuada en el caso de Hindley, ya que en Gran Breta?a no existe la pena de muerte, aunque intenta ver el veredicto en un contexto m¨¢s amplio. "A las mujeres se les perdona menos", asegura. "Existe un doble rasero: el sistema de justicia penal y el 'otro' conjunto de normas". Ese otro conjunto, explica, abarca el sentimiento de que has hecho algo que va en contra de las normas de la feminidad.
"Esperamos de la mujer que sea mejor que el hombre. Eso de lo que nunca se habla, que nos sorprende tanto m¨¢s cuando es una mujer la que hace cosas terribles. Yo misma lo siento as¨ª", confiesa. Kennedy se extiende, en su an¨¢lisis, a la hora explicar el enorme odio que inspiran las mujeres que se atreven a romper con el tab¨² - o incluso la gente de su entorno, por muy inocentes que sean.
David Smith estaba casado con Maureen, la hermana de Myra Hindley, cuando el 6 de octubre de 1965 fue testigo del brutal asesinato de Edward Evans a manos de Brady y Hindley. Fue gracias a su denuncia que las autoridades pudieron ponerle fin a la masacre. Su posterior testimonio, como principal testigo de cargo, fue decisivo para la condena. A pesar de ello, Maureen y ¨¦l no s¨®lo sufrieron el ostracismo de la comunidad, sino que llegaron a ser agredidos f¨ªsicamente durante los a?os posteriores. En su propio relato del d¨ªa, en 1966, en que Maureen, entonces visiblemente embarazada, y ¨¦l abandonan su piso para servir de testigos en el juicio, cuenta: "La multitud grita enfervorecida... s¨¦ por experiencia que la mayor¨ªa son mujeres y que muchas se habr¨¢n tra¨ªdo a sus hijos... nos llevan a empellones hasta el coche; cuando las puertas se cierran de un portazo se desata una ensordecedora sinfon¨ªa de odio, de pu?os golpeando las ventanas".
Resulta dif¨ªcil perdonar a las mujeres violentas, condenadas por su doble ofensa: una vez por sus cr¨ªmenes, otra por infringir normas elementales no escritas. Pero existen personas extraordinarias que son capaces de hacerlo. Por imposible que parezca, Marian Partington es capaz de hablar con empat¨ªa de Rosemary West, la torturadora y asesina de su hermana. Su odisea ha contribuido tambi¨¦n a que la familia de los agresores pueda pasar p¨¢gina. Douglas, el hermano de Fred, se puso en contacto con ella, como tambi¨¦n hizo Anne Marie Davis, la gravemente maltratada hija de West.
Perdonar a Rosemary no fue tarea f¨¢cil. Marian tuvo que esforzarse para "humanizarla, en lugar de demonizarla". El bucle de la violencia al que hace referencia la psic¨®loga Anna Motz era evidente para Marian. "Cuando supe de los graves abusos sexuales que Rosemary West hab¨ªa sufrido a manos de su padre y hermano, y que hab¨ªa sido secuestrada de una parada de autob¨²s a la edad de 16 a?os... lo puedo entender." No lo excusa, intenta ponerse en el lugar de alguien que crece en ese ambiente. "?Hubo algo de amor? ?No hubo m¨¢s que miedo? ?Se puede aprender a amar sin recibir amor?"
Las mujeres han demostrado ser capaces de desplegar su violencia en formas que denotan m¨¦todo y selecci¨®n, a veces incluso de manera atroz. En la Alemania Nazi,? 3.500 mujeres sirvieron como guardias en los campos de concentraci¨®n
?Demuestra el trabajo de gente como Marian que la redenci¨®n de las mujeres violentas es posible? Anna Motz as¨ª lo cree. Ella tambi¨¦n habla de perdonar a las delincuentes con las que ha trabajado, pero no sin a?adir un matiz de cautela. "Es dif¨ªcil para m¨ª albergar esperanzas para los asesinos. Es dif¨ªcil que alguien as¨ª pueda volver a confiar en s¨ª mismo". Como tambi¨¦n les cobra un peaje personal a sus terapeutas. Tras 25 a?os en el ramo, Motz ha tomado la dif¨ªcil decisi¨®n de dejar la psicoterapia y dedicarse a la consultor¨ªa y formaci¨®n en temas relacionados con la delincuencia femenina.
El periplo de Marian Partington hacia el perd¨®n comenz¨® el 16 de febrero de 1995, al envolver los huesos de su hermana en la morgue. Alz¨® el cr¨¢neo de Lucy y lo bes¨® en la frente. Lo envolvi¨® en la suave manta marr¨®n de Lucy y coloc¨® una ramita de brezo encima. Una vieja amiga, Beryl, coloc¨® a Chocka y al conejito Tuerto, los juguetes de infancia de Lucy, uno a cada lado del cr¨¢neo, junto a un ramo de pr¨ªmulas. Marian coloc¨® entonces un huevo de Pascua pintado en medio de su hueso p¨¦lvico.
Hemos de buscar la forma de ver la violencia femenina sin tapujos, y con una mayor empat¨ªa. Tenemos que abordarla de frente, por dif¨ªcil que resulte, en lugar de desviar la mirada y utilizar los prismas del arte, la literatura o los medios para distorsionarla. Esto implica hacer cosas dif¨ªciles, y entablar conversaciones con las mujeres que han cometido actos violentos. "Para m¨ª fue muy importante reconocer que la belleza tiene un lugar en el mundo, a pesar de la atrocidad y del horror", dice Marian cuando cuenta c¨®mo fue enterrar finalmente los huesos de Lucy. "Lo que no somos capaces de afrontar se lo dejamos en herencia a la siguiente generaci¨®n".
Este art¨ªculo apareci¨® primero en Mosaic y se republica aqu¨ª con una licencia Creative Commons.
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