El cartero que no teme al perro
La ciudad de Berna comienza a emplear para el reparto postal a peque?os robots
Habr¨¢n vuelto los vinilos y los casetes de m¨²sica, pero no hay que enga?arse: la nueva tecnolog¨ªa, por lo general, se apresta a arrinconar toda nostalgia por los tiempos anal¨®gicos. Despojados de toda la palabrer¨ªa t¨¦cnica con que se les ha querido bautizar, los dos peque?os robots de la imagen no son m¨¢s que peque?os carteros.
Aunque a¨²n deber¨¢n pasar un periodo de prueba en septiembre, desde ayer forman parte de la plantilla del servicio postal suizo en Berna. Qui¨¦n sabe si podr¨ªan desplazarse m¨¢s deprisa, pero presumen de moverse al paso de una persona. En su austera imitaci¨®n de los humanos, solo circular¨¢n por la acera y los pasos de cebra.
No se ven a¨²n por las calles, pero los robots carteros se han hecho fuertes en los laboratorios. Hace solo unos d¨ªas, la Universidad de Stanford presentaba el ¨²ltimo: un droide pensado para entregar cartas y peque?os paquetes, incluso en mitad de err¨¢ticos grupos de humanos. Obsesionada con lograr robots que fueran la viva imagen de una persona, la t¨¦cnica ignor¨® durante a?os destrezas innatas y discretas, como la de moverse en medio de una multitud sin chocarse. Una rama briosa, la llamada rob¨®tica de enjambre, persigue que miles de peque?os aut¨®matas sepan coordinarse solos para ejecutar una tarea com¨²n. Los robots mimetizan la textura de la piel y la empat¨ªa de la mirada, pero tambi¨¦n la complejidad, tan dif¨ªcil de reducir a algoritmos, del sentido com¨²n humano.
Los nuevos carteros de Berna suscitar¨¢n el recelo no solo de sus pares de carne y hueso, sino de tecn¨®fobos activistas o de meros fans del trato humano. Lo advirti¨® Isaac Asimov: ¡°La computerizaci¨®n elimina a los intermediarios¡±. Pero v¨¦ase su llegada a las calles de otro modo: en tiempos del WhatsApp y los teclados predictivos, estos nuevos carteros seguir¨¢n entregando cartas en papel, muchas incluso manuscritas.
Los robots viven un momento dorado. Durante a?os permanecieron opacados por la avalancha la electr¨®nica de consumo. Ahora, confundidos en un torrente que de continuo vomita novedades, habr¨¢ que buscar un denominador com¨²n para ordenarlos. Valga a modo de prueba este: cada vez nos prestan m¨¢s servicios y, al tiempo, para funcionar cada vez nos necesitan menos.
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