El TTIP no es el problema

El anuncio del Gobierno franc¨¦s de que pedir¨¢ la paralizaci¨®n definitiva de las conversaciones para el Acuerdo transatl¨¢ntico de comercio e inversiones (TTIP en sus siglas en ingl¨¦s) es una decisi¨®n oportunista y electoralista, que da?a gravemente la relaci¨®n transatl¨¢ntica ¡ªvital desde un punto de vista estrat¨¦gico¡ª.

A las puertas de una nueva elecci¨®n presidencial, y en una situaci¨®n de extrema debilidad en los sondeos, Fran?ois Hollande ha preferido sucumbir a la opci¨®n f¨¢cil de ceder ante quienes m¨¢s gritan antes de emplearse a fondo en explicar la necesidad de un acuerdo que supone una importante oportunidad para la econom¨ªa europea en un momento en que el centro de influencia mundial se est¨¢ trasladando al ¨¢rea del Pac¨ªfico.

La suspensi¨®n inmediata de la negociaci¨®n del acuerdo debilitar¨ªa a Europa en un momento en que el continente necesita todo lo contrario. Con una crisis de refugiados sin precedentes desde el final de la II Guerra Mundial, la amenaza terrorista, una gran tensi¨®n con Rusia en su frontera Este, el auge del populismo que desprecia el sistema democr¨¢tico que ha garantizado la estabilidad durante d¨¦cadas y una brecha en el proyecto de construcci¨®n europea encarnada en el Brexit, Europa no debe desentenderse de una proyecto fundamental, por muy impopular que sea.

Tanto en EEUU como en Europa son m¨²ltiples las fuerzas que han hecho del TTIP un bander¨ªn de enganche para promocionar el populismo anti-sistema. Desde Donald Trump a Marine Le Pen pasando por la izquierda radical, son muchos los que defienden soluciones basadas en el retorno al proteccionismo comercial y la recuperaci¨®n de una soberan¨ªa inexistente. El TTIP, en su proceso y contenido, es mejorable, pero en cualquier caso, mucho mejor que las alternativas que plantean sus detractores.