Reinhold Messner: ¡°Esa espiritualidad del alpinismo es ret¨®rica¡±
REINHOLD MESSNER (Tirol de Sur, Italia) tiene fama de ser algo cascarrabias, y entre que es una leyenda y recibe en uno de sus seis castillos, la situaci¨®n intimida. Pero es un tipo afable al que le entusiasma contar historias de las monta?as. Para quien le gustan no hay interlocutor m¨¢s apasionante. Messner ha protagonizado grandes logros del alpinismo: el primero en subir las 14 cimas de m¨¢s de 8.000 metros, las m¨¢s altas de cada continente, sin ox¨ªgeno y a menudo en solitario, y con un estilo tradicional, puro, con la menor tecnolog¨ªa posible. Es una autoridad moral incontestable de las cimas, y tambi¨¦n centro de controversias por su car¨¢cter lib¨¦rrimo. El castillo de Firmian, cerca de Bolzano, en medio de los imponentes valles de las Dolomitas donde naci¨®, es uno de los seis museos que ha fundado en la zona dedicados a las monta?as. Un ¨¦xito, con 200.000 visitantes al a?o. Prepara proyectos de pel¨ªculas y se le ve lleno de energ¨ªa. Si es la cuarta parte de cuando ten¨ªa 20 a?os, deb¨ªa de ser una fuerza de la naturaleza.
?Qu¨¦ piensa de esa frase de Pascal: los problemas del hombre nacen de no saber quedarse en su casa? Ya, tambi¨¦n la he usado. Al principio el hombre no ten¨ªa casa, era n¨®mada, y creo que gen¨¦ticamente todos tenemos dentro un deseo de ver mundo, m¨¢s all¨¢ del horizonte. Pero est¨¢ claro que aqu¨ª nacen problemas, especialmente desde que somos muchos. Cuando en el mundo hab¨ªa 100.000 personas las cosas eran f¨¢ciles. Hoy somos 7.000 millones.
Su infancia fue en un mundo perdido, primitivo. S¨ª, muy primitivo y simple. Nac¨ª al final de la Segunda Guerra Mundial, y en estos valles era todav¨ªa la Edad Media, un mundo muy cerrado, y mi carrera nace de eso, quer¨ªa salir de all¨ª. Tambi¨¦n fue as¨ª para mis hermanos, ocho chicos y una chica, todos est¨¢n por el mundo. Hoy para los j¨®venes es mucho m¨¢s dif¨ªcil salir y buscar el propio camino. Es uno de nuestros problemas, con el paro juvenil.
?Por qu¨¦ cree que pasa eso? Hoy nadie quiere ser empresario, todos quieren ser empleados. Yo tengo un bar en un museo que nadie quiere. Los que vienen dicen: ah, no, me pagas, trabajo siete horas, fin de semana libre¡ Yo le digo que si lo hace por su cuenta ganar¨¢ el doble, pero nada.
¡°en el pueblo De ni?o me llevaban a los funerales, la muerte era un hecho normal. Hoy los muertos se esconden, no los ves¡±.
?C¨®mo ha sido su relaci¨®n con el dinero? Su modo de vida no serv¨ªa para subsistir. Las formas de existencia un poco extra?as, art¨ªsticas, deben afrontar el problema del dinero. De joven tendr¨ªa quebraderos de cabeza sobre c¨®mo hacerlo. S¨ª, porque lo que he hecho es costoso. Al principio ten¨ªa, no miedo, pero s¨ª esa sensaci¨®n de que en la pr¨¢ctica no sabr¨ªa c¨®mo lograrlo. Luego, cuando lo intent¨¦ y lo consegu¨ª, comprend¨ª que si segu¨ªa mi entusiasmo me dar¨ªa siempre dinero para sostenerlo. Y aprend¨ª a hacer as¨ª en la vida diaria. Cuando empec¨¦ con este proyecto, llam¨¦ a tres directores de museos: de Roma, M¨²nich y Z¨²rich. Los tres me dijeron que era imposible. Yo sab¨ªa que aqu¨ª vienen cada a?o seis millones de turistas de monta?a, me arriesgu¨¦ y mira. Es un ¨¦xito, con 40 puestos de trabajo.
Menos en el bar, por lo que dice: hagamos publicidad por si alguien quiere venir. S¨ª, alguien de los Pirineos que sepa cocina de monta?a y traiga jam¨®n del vuestro, que es buen¨ªsimo.
?Conoce las monta?as de Espa?a? S¨ª, un poco. Estuve en Barcelona, en Montserrat, en el Pa¨ªs Vasco y me gustar¨ªa ir a Picos de Europa, muy bonitos, similares a los Dolomitas.
La monta?a, para quien empieza muy joven, no es, o era, un deporte. As¨ª es.
Ten¨ªa un fuerte componente de estar con los amigos y experimentar. S¨ª, compartir miedos, proyectos. Yo veo el alpinismo como un hecho cultural, que empieza con la Ilustraci¨®n. Antes el hombre no iba a las monta?as porque tem¨ªa a los esp¨ªritus malignos. Luego ya es libre de ir, y con la industrializaci¨®n nacen las posibilidades econ¨®micas. Se convierte en deporte ¨²ltimamente, cada vez m¨¢s, incluso escalada sin monta?a. Pero antes era una relaci¨®n hombre-monta?a, parte de la cultura.
Y con estos materiales incre¨ªbles que hay ahora, ?no piensa lo que habr¨ªa podido hacer si los hubiera tenido? Hace dos noches tuve un sue?o muy extra?o. Preparaba una expedici¨®n al Cho Oyu, y es raro porque no tengo ninguna intenci¨®n de ir all¨ª, y de repente veo claramente que no pod¨ªa ir con mi equipo de siempre, me despert¨¦ con el ansia de mirar si mis botas, mi saco, eran buenos [risas]. Hoy es casi imposible tener congelaciones en los pies, en mi ¨¦poca no era as¨ª. Incluso en el Everest puedes llamar con el m¨®vil a un helic¨®ptero y viene a recogerte a 8.000 metros.
Su relaci¨®n con la muerte comienza pronto, de ni?o le llevaban a los funerales. S¨ª, a todos. Se llevaban los ata¨²des a hombros, o en coche de caballos o con trineo en invierno. Todos iban, para un ni?o de cinco a?os la muerte era un hecho normal, no excepcional. Hoy los muertos se esconden, no los ves. Yo no tengo ning¨²n problema en hablar de mis temores. Los alpinistas a menudo quieren hacerse los h¨¦roes y lo excluyen, pero es el miedo el que nos hace sobrevivir.
?Por qu¨¦ en un mundo tan bello, el de la monta?a, hay tantas envidias y vanidades? Usted lo ha sufrido, por ejemplo, en la expedici¨®n al Nanga Parbat en la que muri¨® su hermano en 1970 (fue acusado de abandonarle por lograr la cima), igual que otro grande como Walter Bonatti, en el K2. Yo lo comprendo bastante bien. En el gran alpinismo no hay competici¨®n, y son pocos los que consiguen hacerse un nombre. Las envidias no nacen entre alpinistas del mismo nivel, sino entre los segundos. No entienden por qu¨¦ siguen ah¨ª, sin ser conocidos. En el Nanga Parbat en 1970, cuando la tragedia, un amigo, Sepp Mayerl, estaba con otro grupo en el Lhotse Shar. Pero como mi expedici¨®n tuvo tanta repercusi¨®n, la suya qued¨® eclipsada. Dej¨¦ de verlo y 15 a?os despu¨¦s estaba en su pueblo y me llam¨® para que nos encontr¨¢ramos. Le dije que encantado. Me cont¨® que hab¨ªa escrito un libro, pero que la editorial solo se lo publicaba si yo le hac¨ªa el pr¨®logo. Le dije que por supuesto. ?l era m¨¢s mayor, y cuando mi compa?ero Peter Habeler y yo ¨¦ramos j¨®venes fue nuestro maestro. Le pregunt¨¦ el t¨ªtulo y ?sabes cu¨¢l era? A la sombra de los grandes [risas]. Quise conocer qu¨¦ significaba eso. Es obvio, me dijo, fui vuestro maestro y luego me qued¨¦ a la sombra. En realidad, le contest¨¦, deber¨ªas decir que estabas en nuestra luz. Luego cambi¨® el t¨ªtulo.
Tras atravesar la Ant¨¢rtida con otro alpinista, solos, 92 d¨ªas, va y dice: ¡°Nunca nos hicimos amigos¡± [risas]. No, ¨¦ramos totalmente distintos. ?ramos el equipo perfecto, porque ¨¦l sab¨ªa manejar el sextante, no hab¨ªa GPS. ?l frenaba, yo empujaba, quer¨ªa seguir. Ahora veo que con otro que me obedeciera no lo habr¨ªamos conseguido, habr¨ªamos acabado exhaustos. Solo discutimos una vez.
La elecci¨®n de compa?eros de aventura es fundamental. Con el tiempo se habr¨¢ especializado en intuir con qui¨¦n se entiende y con qui¨¦n no. Yo comprend¨ª pronto que la mejor cordada no es con tu mejor amigo. En un grupo que se une puede nacer una amistad, o no. No soy un idealista que cree que dos que han vivido algo son amigos para siempre. La camarader¨ªa es un valor de la guerra, hay que tener cuidado.
?Por qu¨¦? Le cuento la historia de Heinrich Harrer y Anderl Heckmair. Subieron por primera vez la cara norte del Eiger en 1938, la m¨¢s grande gesta hasta la fecha. Eran dos austriacos, Harrer y otro, contra dos alemanes, Heckmair y otro, compitiendo a ver qui¨¦n lo hac¨ªa antes. Pero ante una tempestad se unieron e hicieron la cima. Luego se separaron y nunca se volvieron a ver. Harrer fue el que luego estuvo siete a?os en el T¨ªbet, que inspir¨® una pel¨ªcula, con otro austriaco, Peter Aufschnaiter. Harrer era de las SS, del Tercer Reich, e idealiz¨® valores como la camarader¨ªa. Cincuenta a?os despu¨¦s hicieron una gran fiesta por el aniversario del Eiger y fueron los dos. Harrer segu¨ªa ensalzando la camarader¨ªa y dec¨ªa que los j¨®venes, como yo, no ¨¦ramos capaces de mantener una amistad durante toda una vida, como ¨¦l. Fui con ¨¦l a un debate en televisi¨®n, en el que tuve que firmar un papel comprometi¨¦ndome a no sacar el tema del nazismo, y puso tres ejemplos de su ideal: la cara norte del Eiger, la traves¨ªa del T¨ªbet y su matrimonio, proclamando c¨®mo hab¨ªa mantenido siempre la amistad. Entonces le dije que en el Eiger se juntaron por obligaci¨®n y no se hab¨ªan vuelto a ver. Que en el T¨ªbet discuti¨® con Aufschnaiter, se separaron y se volvi¨® a juntar con ¨¦l solo porque hablaba tibetano. No le dije que dos semanas antes hab¨ªa visitado a Aufschnaiter en el hospital y me dijo antes de morir que no quer¨ªa ni verlo. Y sobre su matrimonio me deb¨ªa decir a cu¨¢l se refer¨ªa, si al primero, al segundo o al tercero [risas].
¡°LA LEYENDA DEL YETI NO HA NACIDO DE LA NADA. PARTE DE UN HECHO ZOOL?GICO, UN OSO PARTICULAR DE ESAS MONTA?AS. YO LOS HE VISTO¡±.
Cuando empez¨® a ir solo a grandes cimas, fue visto como un loco. Tambi¨¦n cuando propuso ir m¨¢s all¨¢ del sexto grado de escalada, y ahora van por el duod¨¦cimo. ?Por qu¨¦ creaba tanto esc¨¢ndalo? El primer esc¨¢ndalo fue con la bandera. Cuando sub¨ª el Everest dec¨ªan que la bandera de mi regi¨®n, el S¨¹dtirol, hab¨ªa ondeado en lo m¨¢s alto, y en la bienvenida, con 3.000 personas, dije: gracias por la fiesta, pero os debo corregir, yo no he subido por el S¨¹dtirol, sino por m¨ª, y mi ¨²nica bandera es mi pa?uelo. Fue un esc¨¢ndalo enorme, era contra el nacionalismo. Soy antinacionalista hasta el fondo. No estoy a favor de la divisi¨®n de Espa?a, hace falta una Espa?a com¨²n para una Europa com¨²n, los Estados nacionales no son algo inteligente, nos han llevado a las grandes guerras y el Estado nacional es un escal¨®n para llegar a algo m¨¢s grande, m¨¢s all¨¢ de sus fronteras.
?C¨®mo fue su experiencia de parlamentario en Bruselas? La recuerdo cada vez m¨¢s positiva. Me llamaron los Verdes. Hab¨ªa tenido un accidente, estaba inv¨¢lido y me pareci¨® bien, pero ped¨ª ser independiente. Pude entrever los procesos pol¨ªticos. Interesarse por la pol¨ªtica no es lo mismo que hacerla. La democracia es el arte de convencer, pero tienes que saber llegar a compromisos.
Pero despu¨¦s lo primero que hizo fue atravesar solo el desierto de Gobi. S¨ª, para liberarme.
Con 60 a?os. ?No ten¨ªa miedo de no conseguirlo? No estaba en buena forma tras el Parlamento Europeo. Vuelos a Bruselas, cenas con pol¨ªticos, bebes¡ Entend¨ª que mis fuerzas se estaban yendo. Tambi¨¦n la capacidad de sufrir, que es la clave de una expedici¨®n, no la resistencia f¨ªsica.
De todos los sufrimientos que ha pasado, ?qu¨¦ es lo que m¨¢s le fastidiaba? ?El saco de dormir mojado! De noche es un pedazo de hielo, te metes dentro y con el calor se convierte en un lago. Es terrible.
Eso y salir de la tienda a orinar con cuarenta bajo cero. S¨ª, solo ya salir de la tienda. Lo otro no es dif¨ªcil.
Se habr¨¢ dicho mil veces: ?pero qui¨¦n me manda a m¨ª hacer esto? S¨ª, muchas veces me he dicho: basta, nunca m¨¢s. Pero despu¨¦s de tres o cuatro semanas se te olvida. Solo te acuerdas de las cosas positivas.
Eso es la supervivencia. El hombre est¨¢ hecho as¨ª. Si no tuvi¨¦ramos esa capacidad de olvidar las cosas desagradables y de enfocar las positivas ya habr¨ªa desaparecido.
Por ejemplo, en 1978, Nanga Parbat, colgado a 6.800 metros y de repente un terremoto. ?C¨®mo es eso? Al principio no me di cuenta. Sent¨ª la sacudida en la tienda y me asom¨¦, hab¨ªa avalanchas por todas partes. Estaba bajo un techo, hab¨ªa asegurado bien la tienda. Solo luego supe que fue un terremoto de siete grados. En el campo base cre¨ªan que no regresar¨ªa. Se form¨® una niebla de polvo de nieve que se extendi¨® seis kil¨®metros y tard¨® horas en despejarse.
El mejor momento es cuando vuelves a casa. S¨ª, est¨¢ claro. Cuando vuelves y comprendes que has sobrevivido a momentos dram¨¢ticos, es como volver a nacer. Has conquistado de nuevo tu vida.
?Le viene alguna obsesi¨®n recurrente cuando se imagina de regreso, lo primero que le gustar¨ªa hacer? Un ba?o, una comida. La cara norte del Kanchenjunga fue muy dura y al bajar ten¨ªa un absceso en el h¨ªgado, estaba muy mal. Los tres que ¨ªbamos nos pasamos el regreso so?ando con la primera cerveza y al llegar a un pueblecito pedimos tres, dimos un sorbo y nos miramos. ?No era el sue?o que cre¨ªamos!
?Por qu¨¦? ?No estaba fr¨ªa? ?No s¨¦! Cre¨ªamos que habr¨ªa sido incre¨ªble, no s¨¦ qu¨¦ esper¨¢bamos.
?C¨®mo se explica esta vida a la familia? Para una madre es muy dif¨ªcil. Gran parte de mi carrera la debo a mi madre porque con 15 a?os nos hac¨ªa el desayuno, nos ¨ªbamos a una pared de 800 metros y no sab¨ªa si ¨ªbamos a volver, pero nunca nos dijo nada. Ten¨ªa miedo, pero siempre nos dio libertad. Y lo mismo las dos mujeres que he tenido. Nunca me han dicho nada. La primera s¨ª me dec¨ªa: vete, pero al volver nos vamos a Nueva York y a pasarlo bien.
¡°El mejor momento es cuando vuelves a casa y comprendes que has sobrevivido, es como volver a nacer¡±.
Usted afronta el peligro, pero no me parece que sea supersticioso, sino muy racional e incluso ateo, cuando el riesgo de muerte y la majestuosidad de la naturaleza a menudo propician la religiosidad. Es m¨¢s, muchos libros de alpinismo destilan espiritualidad, a veces un poco cargante. S¨ª, pero esa espiritualidad del alpinismo es ret¨®rica. Yo tambi¨¦n hablo de Buda, que vivi¨® en la monta?a, pero ¨¦l no fund¨® una religi¨®n, sino una forma de vida.
Pero por las noches, en la monta?a, hablar¨¢n de estas cosas. S¨ª, pero es que la sacralidad de las monta?as se la ha dado el hombre. Incluso en el Nanga Parbat, cuando cre¨ªa que iba a morir, no sent¨ª la necesidad de rezar para salvarme, estaba de acuerdo con morir, era una liberaci¨®n, solo por casualidad sobreviv¨ª.
?De qu¨¦ hablaron aquella noche que pas¨® al pie del Eiger con Clint East?wood en 1974? Rodaba all¨ª su pel¨ªcula Licencia para matar, y tambi¨¦n estaba el alpinista Dougal Haston, una leyenda. Un buen tr¨ªo de tipos duros. Haston no dijo nada en toda la noche, era un escoc¨¦s silencioso. Era quiz¨¢ el m¨¢s grande en aquellos a?os, lo admiraba. Clint Eastwood era muy simp¨¢tico. ?ramos la primera cordada del a?o en la cara norte y par¨® el rodaje para que todos pudieran ver la ascensi¨®n. Y al bajar nos invit¨® a cenar.
H¨¢bleme de su b¨²squeda del yeti. Cuando lo menciona la gente cree que est¨¢ loco. La leyenda del yeti no ha nacido de la nada, parte de un hecho zool¨®gico, un oso particular de esas monta?as. Yo los he visto. Viv¨ªan en el este del T¨ªbet, y cuando los sherpas hicieron su gran migraci¨®n llevaron la leyenda a Nepal, y de all¨ª sali¨® novelado por los periodistas ingleses, convertido en un ser totalmente distinto. Hay un profesor ingl¨¦s que dice que se trata de un h¨ªbrido de oso pardo y un oso polar. La leyenda puede haber nacido con la ¨²ltima glaciaci¨®n, porque solo entonces se cruzaron. Ten¨ªa que ir el a?o pasado con ¨¦l a Pakist¨¢n, para un documental, a buscar estos animales, coger sangre y hacer pruebas. Pero el productor tuvo miedo de los talibanes y se ech¨® atr¨¢s.
?Sale todav¨ªa a la monta?a? Una vez a la semana. A veces alguna escalada con mi hijo, antes de que me haga demasiado viejo. O me voy yo solo a senderos que a¨²n no conozco.
?Se siente entonces todav¨ªa fuerte? No, he perdido mi fuerza f¨ªsica, la agilidad. Pero cada 15 a?os me reinvento, ahora me dedico a la actividad cultural y me interesa mucho.
?Tiene alguna pesadilla fija con los momentos malos que ha pasado? No, es muy extra?o, pero una vez so?¨¦ que escalaba bajo un techo, lo m¨¢s dif¨ªcil. Hab¨ªa un cordino y me agarraba a ¨¦l. Intentaba pasar pero no lo consegu¨ªa, estaba en peligro, entonces cog¨ª el cuchillo, cort¨¦ el cordino y no ca¨ª, volaba. ?Bonito, no? No me ha quedado el horror de caer, sino la alegr¨ªa de volar.
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