¡®Adaptation¡¯ | La primera semana de guarder¨ªa
El proceso es como apuntarse al gimnasio: poco a poco, para no cansarnos
Para m¨ª, el concepto ¡°adaptaci¨®n¡± era cobrar millones de Hollywood para transformar mis libros en pelis de ¨¦xito.
Pero como primerizo, la primera adaptaci¨®n de mi vida es la del inicio del curso guarderil.
Y de esto Hollywood nunca har¨¢ peli.
El proceso es como apuntarse al gimnasio: vas poco a poco, no mucho rato para no cansarnos, hasta que finalmente solo pagamos para no ir¡ Pero aqu¨ª, haciendo todo el horario pasadas las primeras semanas y aguantando hasta final de curso, porque si no, pierdes la plaza.
La ni?a empez¨® este martes, en el centenario del nacimiento de Roald Dahl, mi autor preferido de literatura infantil, que es algo simb¨®lico y optimista. (Mejor que pensar que era martes y 13 y que no pod¨ªa embarcarse en el barco guarderil).
Entr¨® ella por su propia voluntad, muy feliz con su mochilita y sus zapatitos, caminando hacia el futuro.
Fue un momento muy emocionante, donde el orgullo de verla tan animada y mayor se mezcl¨® con el pu?etazo emocional que supondr¨¢, con los nuevos horarios, disfrutarla despierta solo 6 horas al d¨ªa.
Como las profesoras aconsejan que solo entre en clase un adulto por ni?o, para que los otros no sientan agravios comparativos o crisis de ansiedad, me esper¨¦ fuera, delante de la verja del patio.
Que por cierto, en las guarder¨ªas tendr¨ªan que regalarnos alg¨²n chaleco identificador, en plan FBI o POLIC?A, que dijera PADRE AMOROSO. Si no, incluso cuando solo llevamos buenas intenciones y solo queremos ver a nuestro cr¨ªo unos momentos m¨¢s, nos sentimos sospechosos ante la verja.
La ni?a fue la primera en salir a jugar al patio, como un Capit¨¢n Am¨¦rica liderando a Los Vengadores en una batalla ¨¦pica. Mientras ella correteaba feliz, otros ni?os se acercaron a la verja, llamando a gritos a sus madres, desesperados como un vegano en una charcuter¨ªa.
La profe nos dijo que la ni?a se hab¨ªa adaptado la mar de bien, pero que el llanto y la angustia de sentir que no est¨¢bamos con ella aparecer¨ªan en cualquier momento. En un d¨ªa, en una semana, en un mes. Pero todo el mundo pringa.
La adaptaci¨®n tambi¨¦n es vital para que los padres nos mentalicemos del cambio (aunque a los que trabaj¨¢is fuera de casa, lo de ir solo un ratito os complica la jornada).
El primer d¨ªa rondamos por los alrededores, por si hay que acudir al rescate. El segundo vemos que no somos imprescindibles. El tercero, pensamos en ir a desayunar un buen bocata, con morri?a de la criatura, claro, y adem¨¢s nos fijamos que hay padres que repiten ropa.
Al cuarto d¨ªa, como el golpe mortal de Kill Bill, la ni?a entr¨® radiante, pero al salir al patio, fue ella la que corri¨® a la verja a llorar ¡°mam¨¢¡±.
Por suerte, a los cinco minutos, en vez de planear la fuga de Alcatraz, ya jugaba tan dicharachera como siempre.
Dicen que la segunda semana es peor porque los cr¨ªos van prevenidos.
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