Est¨¢n atrincherados
El PP necesita hacer una limpieza en el partido y dejar de proteger a quienes son culpables
El cine y la televisi¨®n nos han acostumbrado a las vidas de hombres acorralados que matan polic¨ªas con ametralladoras, y viven en casas con su familia burguesa. Todo ello perfectamente compatible gracias a Charlton Heston, con su Asociaci¨®n del Rifle, y a tipos de reciente fama como el salvaje de Donald Trump.
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En Estados Unidos, que es el espejo donde m¨¢s o menos nos miramos, la violencia acompa?a normalmente al ejercicio de las actividades ilegales, porque el hecho de llevar armas y usarlas es un derecho constitucional.
El c¨¦nit de esa confrontaci¨®n entre los derechos civiles y las actividades ilegales se dio con motivo de la llamada ley seca. Y conocemos la vida de sus protagonistas mejor que la de hombres y mujeres que dise?aron nuestro presente con su acci¨®n vital.
Aqu¨ª tuvimos tambi¨¦n nuestros tiros, sobre todo en Catalu?a, donde individuos como el Noi de Sucre y otras docenas por el estilo se enfrentaron a otros como Severiano Mart¨ªnez Anido secundado por centenares de polic¨ªas y guardias civiles. A ese se?or no le bastaban las leyes vigentes y puso en marcha una propia que llam¨® Ley de Fugas. Por fortuna, esa forma tan poco sutil de asesinar a la gente en las cunetas cay¨® en desuso, y empez¨® a ganar terreno la acci¨®n de los jueces, aunque eso fue muchos a?os despu¨¦s.
Osea, que tenemos un mont¨®n de historia violenta a nuestras espaldas, igual que tenemos una hermosa tradici¨®n de golfer¨ªa y robo en tramas organizadas. Por suerte, a nadie, desaparecida ETA, se le ha ocurrido despertar esos m¨¦todos. Ahora va todo por tribunales, abogados y procuradores, que es m¨¢s aseado.
Pero los que quebrantan la ley siguen funcionando, y est¨¢n atrincherados, ah¨ª arriba de la monta?a pol¨ªtica, dispuestos a jug¨¢rselo todo con tal de proteger su acci¨®n intolerable, y los bienes acumulados il¨ªcitamente a lo largo de los a?os.
B¨¢rcenas, Barber¨¢, Matas y Soria son solo la punta de un iceberg que amenaza con tener una envergadura gigantesca
El Partido Popular est¨¢ siendo la v¨ªctima principal de esa acci¨®n de los malhechores. Hasta el punto de que en pa¨ªses tan pr¨®ximos como Francia un partido as¨ª ser¨ªa puesto fuera de la ley, porque tienen una figura legal ad hoc: asociaci¨®n de malhechores. Lo de los ¨²ltimos d¨ªas y el PP no tiene parang¨®n, ni en los peores del PSOE, cuando Rold¨¢n se escapaba con el dinero.
Luis B¨¢rcenas, Rita Barber¨¢, Jaume Matas y Jos¨¦ Manuel Soria son solo la punta de un iceberg que amenaza con tener una envergadura gigantesca. Personas que tienen el aire de ser honrados, como Alfonso Alonso, no dan de s¨ª para proteger a su partido de tanta indecencia, y para limpiar el nombre, que alguna vez debi¨® ser bueno, de su formaci¨®n pol¨ªtica. Por eso digo que hay que ayudar al Partido Popular, porque, seg¨²n algunos de sus militantes, es la primera v¨ªctima de tanta golfer¨ªa.
Quiz¨¢s el PP tendr¨ªa que hacer lo que ya han hecho los miembros de Converg¨¨ncia Democr¨¢tica de Catalu?a, cambiarse el nombre a ver si alguien no se da cuenta de que siguen siendo los mismos.
Porque hay otra posibilidad que es mucho m¨¢s dolorosa: hacer de verdad una limpieza del partido para que quienes le votan no tengan la sensaci¨®n de poner en marcha una bomba de relojer¨ªa. Una limpieza desde dentro tendr¨ªa una ventaja a?adida, como ser¨ªa evitar que los posibles aliados pol¨ªticos futuros del PP, como Ciudadanos, se vieran prematuramente afectados por el virus de la corrupci¨®n.
Desde luego, lo primero que hay que exigir al PP para que obtenga un m¨ªnimo de confianza entre los electores es que dejara de proteger a gente que ellos saben que son culpables. Nadie en Valencia ignoraba que en torno a la alcaldesa Barber¨¢ se desarrollaba una potente industria ligada a la corrupci¨®n pol¨ªtica. Pero, como casi siempre, esta corrupci¨®n beneficiaba en primer lugar al partido. Los partidos son, casi siempre, el centro de la creaci¨®n de basura. Nadie en Madrid, ligado a las grandes empresas de la construcci¨®n, por ejemplo, ignoraba que un buen pellizco para el partido proporcionaba la simpat¨ªa de B¨¢rcenas al proyecto urban¨ªstico de turno. Por supuesto, Mallorca est¨¢ trufada de golfer¨ªas de Matas y su gente. Y de Soria a¨²n no sabemos casi nada, salvo de su participaci¨®n en una empresa instalada en un para¨ªso fiscal.
En cualquier otro lado Mariano Rajoy se habr¨ªa enterado de lo que pasaba. Aqu¨ª no, aqu¨ª solo cuando comienzan a atrincherarse en las monta?as.
Jorge M. Reverte es escritor y periodista.
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