Seducci¨®n o frentismo
Podemos se ve obligado a contorsionarse sin poder cambiar el tablero
He ah¨ª el n¨²cleo del debate estrat¨¦gico que afronta Podemos. Se trata de un viejo dilema. En su Congreso de 1903, el Partido Comunista ruso se dividi¨® en bolcheviques y mencheviques. Mientras los primeros, comandados por Lenin, pretend¨ªan llevar a Rusia a la revoluci¨®n gracias a una vanguardia compacta y bien organizada, los segundos quer¨ªan un movimiento m¨¢s inclusivo y con fronteras menos n¨ªtidas. Antes, en 1875, el SPD alem¨¢n public¨® su Programa de Gotha, que levant¨® las iras del mism¨ªsimo Marx por su heterodoxia.
En ambos casos, los ortodoxos ganaron la partida. Pero ejemplos m¨¢s recientes dan razones a los seductores. Todo triunfo de la izquierda latinoamericana en las ¨²ltimas d¨¦cadas parte de un proceso amplio que se contrapone a la versi¨®n radical que encarnaban las guerrillas de los a?os cincuenta y sesenta. M¨¢s cerca queda el propio PSOE y su famoso congreso de Suresnes, en el cual Felipe Gonz¨¢lez y los sevillanos sacaron al partido de su tradicionalismo al triunfo de 1982.
La posici¨®n errejonista es revolucionaria, pero su estrategia se basa en la inclusi¨®n: si se abre a la socialdemocracia es porque considera que sin ella no podr¨¢ ganarse a la mayor¨ªa, que se encuentra en el centro-izquierda. La de Iglesias tambi¨¦n lo es, pero retrata al PSOE como rival ambiguo mientras configura una nueva y disciplinada coalici¨®n ideol¨®gica.
Hoy y aqu¨ª, la realidad es distinta de la de la Europa del XIX, la Latinoam¨¦rica de los noventa, o la Espa?a del final de la dictadura. Vivimos en una democracia fragmentada en varios ejes, incluido el nacional, que dibujan posturas n¨ªtidas. Por eso Podemos se ve obligado a contorsionarse sin poder cambiar el tablero. As¨ª, se construye como una agrupaci¨®n de sensibilidades que se sostiene porque funciona en las urnas, ofreciendo cuotas de poder para cambiar ciertos aspectos del sistema. Por el momento, seductores y frentistas solo pueden administrar esas parcelas. As¨ª, la cl¨¢sica lucha por la revoluci¨®n se reduce a una pregunta simple, casi aburrida: ?qu¨¦ nos resta menos votos? Esta es la magia de la democracia multipartidista. Al menos de momento. @jorgegalindo
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