Menores en la ruta: desierto, mar, miedo y caos
Dos chavales marfile?os cuentan c¨®mo llegaron a Italia: sus motivaciones, sus temores y sus esperanzas
Este verano he tenido la oportunidad de conocer a Amadou y a Losseny, dos chicos de Costa de Marfil que hab¨ªan llegado a Italia hac¨ªa un mes, tras un dur¨ªsimo viaje a trav¨¦s de ?frica.
Cuando entr¨¦ en el comedor de la Casa delle Culture me sent¨¦ por casualidad junto a ellos. Charlaban animadamente delante de un plato de cusc¨²s. Su conversaci¨®n pod¨ªa haber sido la misma que la de cualquier otro adolescente en cualquier parte del mundo. Me hablaron de la pel¨ªcula del famoso comic marfile?o Aya de Yopougon, que yo no sab¨ªa que se puede ver gratis en Youtube. Entre cine, m¨²sica, c¨®mics y f¨²tbol, acab¨¦ descubriendo que los dos chicos no se hab¨ªan conocido en su pa¨ªs, sino en el bote con el que cruzaron el Mediterr¨¢neo. Desde entonces ya no se hab¨ªan separado.
De repente, el signo de la conversaci¨®n cambi¨®. Empezaron a contarme el miedo que hab¨ªan pasado durante la traves¨ªa por mar. Una experiencia que les uni¨® para siempre. Me di cuenta pronto de que son como la noche y el d¨ªa. Mientras Amadou, t¨ªmido y poco dado a las palabras, ten¨ªa la mirada perdida record¨¢ndolo, Losseny se re¨ªa de m¨ª por pensar que iban con chaleco salvavidas o que sab¨ªan nadar.
Ya con los platos vac¨ªos les pregunt¨¦ por qu¨¦ hab¨ªan decidido meterse en esa aventura. Amadou me cont¨® que quiere reunirse con su hermano en Francia y que su sue?o es ser futbolista. Toda la familia se endeud¨® para que su hermano tuviera una oportunidad, pero ¨¦l tuvo que marcharse sin ning¨²n apoyo. Losseny, en cambio, prefiere quedarse en Italia, trabajar y enviar dinero a casa. Los dos se escaparon sin decir adi¨®s. ¡°No quise contarle a mi madre que me iba porque no me lo hubiera permitido¡±, asegura Losseny.
Tras recoger la mesa, me invitaron a visitar la habitaci¨®n que comparten. Llevaban semanas viviendo en esta Casa delle Culture, la sede de una asociaci¨®n que se ha ofrecido a acoger a las personas m¨¢s vulnerables que desembarcan en las costas de Sicilia. En la escalera que lleva a su cuarto nos cruzamos con muchos otros adolescentes como ellos. La directora nos dice que este a?o se ha duplicado el n¨²mero de menores que acuden solos. En la casa pueden llegar a convivir hasta 40 chavales de distintos puntos del continente africano, desde Senegal hasta Guinea, pasando por Somalia o Eritrea. La mayor¨ªa son varones y tienen entre 11 y 17 a?os. No vemos ninguna chica. ¡°Las mujeres suelen llegar por otras v¨ªas, normalmente a trav¨¦s de redes de prostituci¨®n¡±, lamenta.
Lo peor fue pasar por Libia. All¨ª est¨¢n en guerra. Todo el rato, boom, boom, boom. Es como un concierto de tambores
Est¨¢n contentos con la habitaci¨®n en la que duermen, aunque a m¨ª me parece muy desangelada: solamente contiene dos literas de hierro, unas mantas gastadas y una amplia ventana sin cortinas. Para ellos estas pocas cosas representan la seguridad y la calma que no han tenido en mucho tiempo. El recuerdo de la ruta a trav¨¦s de ?frica, por Burkina Faso, N¨ªger y Libia, que hicieron por separado, les asalta una y otra vez, como una pesadilla. Amadou explica que para ¨¦l lo m¨¢s duro fue cruzar el desierto desde Agadez: ¡°La furgoneta no par¨® durante tres d¨ªas seguidos. ?bamos 29 personas apelotonadas sin nada para beber porque los traficantes decidieron llevar menos bidones de agua para meter a m¨¢s gente¡±. Para Losseny lo peor fue el mes que estuvo malviviendo en Libia: ¡°All¨ª est¨¢n en guerra. Todo el rato, boom, boom, boom. Es como un concierto de tambores¡±.
Les pregunto c¨®mo lograron sobrevivir. Me cuentan que nadie les ayud¨® en el camino, menos a¨²n por el hecho de ser menores. Al contrario: muchos adultos se aprovecharon de ellos precisamente por serlo. Tampoco los trataron de acuerdo a sus derechos como menores cuando llegaron a Italia y fueron transferidos al centro de registro de Pozzalo. Numerosas ONG, como Oxfam, hemos denunciado que este tipo de centros est¨¢n saturados y ni siquiera cuentan con infraestructuras de saneamiento adecuadas. Aunque se supone que la estancia m¨¢xima es de 48-72 horas, muchos ni?os y ni?as permanecen en ellos incluso hasta cinco semanas, sin ni siquiera poder cambiarse de ropa ni de muda, ni llamar a sus familias en sus pa¨ªses de origen o a familiares que residen en Europa.
¡°Pozzalo es como un manicomio¡±, sentencia Amadou sentado en su litera. ¡°Aqu¨ª al menos tenemos una buena cama, comida caliente, ropa limpia. Y adem¨¢s nos ense?an italiano¡±, a?ade su colega mientras se?ala la habitaci¨®n. Lo ¨²nico que lamentan es que solo pueden llamar a casa una vez a la semana y que no hay Internet. ¡°Eso hace que nos aburramos y no podamos desconectar¡±, aseguran estos chicos que siguen el d¨ªa a d¨ªa de sus amigos y familiares a trav¨¦s de Facebook. Luego est¨¢ que querr¨ªan estar trabajando, aunque en Europa no puedan por su edad. ¡°Mi madre se pone muy contenta cuando la llamo. Aunque obviamente no le puedo contar que no estoy haciendo nada¡±, confiesa Losseny. Esa puede ser una de las razones por las que muchos menores hayan decidido escapar de los centros de acogida italianos y buscarse la vida por su cuenta, lo que les hace m¨¢s vulnerables a la violencia y la explotaci¨®n.
Cuando les pregunto si aconsejar¨ªan a sus amigos emprender este viaje obtengo dos respuestas muy diferentes. Losseny afirma que jam¨¢s: ¡°Es mejor quedarse en cualquier pa¨ªs africano que jugarte la vida de esta manera¡±. Amadou es menos tajante: ¡°Tienes que vivirlo para entenderlo¡±.
Me cuesta despedirme de ellos. Hacen gala de la hospitalidad africana, me acompa?an hasta la puerta y me dan las gracias por haberles escuchado. Les deseo suerte porque s¨¦ que la van a necesitar, y porque se la merecen. Pienso que ser¨ªa bueno que muchas personas pudieran conocer a estos chicos y a otros tantos como ellos que ya est¨¢n entre nosotros. Han tenido que desarrollar todo su valor, su inteligencia y su capacidad de resistencia y tienen mucho que aportar. Y como cualquier adolescente tienen derecho a una vida y a un futuro.
Laura Hurtado es periodista de Oxfam Interm¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.