Fernando Grande-Marlaska: ¡°Tengo miedo, pero no me mediatiza¡±
El magistrado de la Audiencia Nacional ha perdido al ser que m¨¢s amaba. Con esta carga ha escrito el autobiogr¨¢fico ¡®Ni pena ni miedo¡¯
Este no ha sido un buen a?o para Fernando Grande-Marlaska. Sobre todo por la muerte de su madre. Pero conserva inalterable la fuerza de car¨¢cter y ese idealismo a contracorriente que gu¨ªa el libro que acaba de publicar, Ni pena ni miedo. ¡°Siento pena y tengo miedo, como todos, pero nunca me han paralizado ni han mediatizado mis decisiones. Eso es lo que resume el t¨ªtulo del libro. Tengo miedo al sufrimiento, a perder a seres queridos. De ni?o, ten¨ªa miedo a que mi madre muriera mientras yo no estaba. En verano, con 12 o 13 a?os, cuando me iba a un campamento o cuando me fui a Irlanda, me asustaba que al volver mi madre hubiera muerto¡±.
Fernando Grande-Marlaska (Bilbao, 1962) empez¨® a lo grande, instruyendo por azar el caso del asesinato de los marqueses de Urquijo, y ya nunca se apart¨® de lo importante: sustituy¨® a Baltasar Garz¨®n en la Audiencia Nacional, y desde ese puesto administr¨® asuntos capitales. Instruy¨® casos contra ETA y dict¨® autos nada complacientes con la izquierda abertzale, dirigi¨® la intervenci¨®n judicial de F¨®rum Filat¨¦lico, y cay¨® sobre sus espaldas el enredo del Yak 42. Desde 2012 es presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y desde 2013, vocal del Consejo General del Poder Judicial. Grande Marlaska tiene un entusiasmo que no sabe esconder ni en los peores momentos.
"Mi madre ha sido fundamental para m¨ª, en lo bueno y hasta en lo malo. Cuando le cont¨¦ que era gay, con 35 a?os, no lo acept¨® y me apart¨¦ de ella. Estuvimos seis a?os sin hablarnos, pero incluso en ese tiempo ella era mi referente"
Su madre -adem¨¢s de Gorka, su marido¨C es la persona central de su vida. Cualquier hilo de la conversaci¨®n ¨Cla justicia, los valores, la pol¨ªtica¨C acaba en ella. ¡°Mi madre ha sido fundamental para m¨ª, en lo bueno y hasta en lo malo. Cuando le cont¨¦ que era gay, con 35 a?os, no lo acept¨® y me apart¨¦ de ella. Estuvimos cinco o seis a?os sin hablarnos, pero incluso en ese tiempo ella era mi referente: ante cualquier duda, siempre me preguntaba qu¨¦ pensar¨ªa ella al respecto, c¨®mo actuar¨ªa. Cuando reanudamos la relaci¨®n, sin embargo, no pude evitar pasarle factura por su incomprensi¨®n. La relaci¨®n no volvi¨® a ser como antes, pero yo la miraba y me daba cuenta de que esa se?ora ya anciana segu¨ªa represent¨¢ndolo todo para m¨ª. Que yo, en buena medida, era esa se?ora y que no la cambiar¨ªa por nada¡±.
Marlaska acepta sin verg¨¹enza las propias contradicciones de su vida. Habla de s¨ª mismo con un pudor que no pierde nunca la dignidad. No mueve mucho las manos, no hace aspavientos, no enfatiza, pero en su voz aparece de vez en cuando una emoci¨®n sosegada que no deja lugar a dudas de que est¨¢ diciendo lo que piensa de verdad, sin fingimiento. He estado con ¨¦l otras veces, en situaciones menos formales, y siempre he encontrado en su rostro huesudo la misma expresi¨®n quijotesca.
¡°S¨ª, es verdad que me entrego a todas las causas perdidas, me he dado por primera vez cuenta de ello al escribir el libro. Y me siento orgulloso, de c¨®mo he actuado en distintos momentos de mi vida con la lucha gay, con la igualdad de g¨¦nero, con la violencia terrorista¡ Pero esa actitud es algo que yo he mamado, y por eso le doy tanta importancia a la educaci¨®n. Yo tuve la suerte de que mi madre, que era en cierta medida conservadora, predicara constantemente el respeto al otro, fuera quien fuera. Y por eso tengo una aversi¨®n patol¨®gica a cualquier tipo de injusticia¡±. Le pregunto ¨Cal juez¨C qu¨¦ es para ¨¦l la justicia: ¡°La justicia consiste en dar a cada uno lo suyo. Lo que merece como ser humano. Y ante todo mantener su dignidad. La dignidad es la clave¡±.
¡°Parece vanidoso, pero s¨ª, siento orgullo por lo que he logrado. Y creo que es fundamental el episodio en el que me enfrent¨¦ a mi familia para poder seguir con Gorka"
?l es un hombre satisfecho, con la sensaci¨®n del deber cumplido. ¡°Parece vanidoso, pero s¨ª, siento orgullo por lo que he logrado. Y creo que es fundamental el episodio en el que me enfrent¨¦ a mi familia para poder seguir con Gorka y para poder seguir siendo coherente. Ese hecho es determinante en la construcci¨®n de mi personalidad. Haber tenido esa adversidad y haberla sabido enfrentar fue una suerte en mi vida, porque me ayud¨® a ser una persona diferente. De otra manera seguramente habr¨ªa sido mucho m¨¢s d¨¦bil de car¨¢cter. Yo siempre digo que los malos momentos, aunque sean muy instructivos vitalmente, son eso: malos. Prefiero no tenerlos, pero cuando de todas formas existen, hay que sacar lo que hay en ellos de positivo. Por eso no cambiar¨ªa nada de mi biograf¨ªa. F¨ªjate, no cambiar¨ªa ni esos seis a?os dolorosos de separaci¨®n de mi madre. A d¨ªa de hoy, tal y como estoy construido, todo lo que me ha pasado en la vida tiene algo aprovechable¡±.
Su vida, contada como una novela, parecer¨ªa la de un h¨¦roe empecinado: homosexual en tiempos hom¨®fobos, librepensador en una sociedad sectaria, republicanista en una ¨¦poca de terrorismo nacionalista. ?l, sin embargo, cree que ese relato le honra m¨¢s de lo que merece: ¡°No he sentido que haya tenido que luchar en todo momento por ser quien soy. Salvo tal vez en el conflicto familiar, donde s¨ª tuve que echar un ¨®rdago, en el resto de los asuntos yo he seguido siendo siempre el que quer¨ªa ser. Cuando sent¨ª la presi¨®n nacionalista y la amenaza de ETA, Gorka y yo tomamos la decisi¨®n de irnos a Madrid sin dramatismo y sin heroicidades. Simplemente cre¨ªmos que as¨ª no pod¨ªamos seguir viviendo¡±. Le hago ver que ha tenido que quemar muchas energ¨ªas en todas esas batallas y responde con decisi¨®n, casi con disgusto: ¡°Eso es verdad, pero esas energ¨ªas las ha quemado mucha gente. En una lucha y en otra. No es una singularidad m¨ªa. Yo he ido siendo lo que quer¨ªa ser, dentro de lo que la vida te permite¡±.
El libro es un texto ensay¨ªstico en el que repasa todos los asuntos que le preocupan. Entreverada en todo eso est¨¢ la historia de su vida y algunas an¨¦cdotas que le definen bien. Cuenta, por ejemplo, que hasta que no cambi¨® las gafas por las lentillas no fue una persona sociable, que se retra¨ªa en el trato con los dem¨¢s. Y cuenta que en 1981, despu¨¦s del intento de golpe de Estado, cuando ten¨ªa 18 a?os, le escribi¨® al Rey agradeci¨¦ndole su actitud y pidi¨¦ndole una foto dedicada. La recibi¨® a trav¨¦s de Sabino Fern¨¢ndez Campos.
¡°En ese momento yo era un friqui. Viv¨ª la Transici¨®n como algo absolutamente entusiasmante. Me sab¨ªa el nombre de todos los partidos que se presentaban a las elecciones, de sus l¨ªderes, de los cabezas de lista. En el 81 ya era un poco mayorcito, pero estaba a¨²n cerca el franquismo, y aquella noche sent¨ª que todo se iba a la mierda, que todo volv¨ªa a los infiernos, al oscurantismo. Y de repente apareci¨® la imagen del Rey y le escrib¨ª. No s¨¦ por qu¨¦, no hubo reflexi¨®n, mientras sal¨ªa la idea de mi cabeza estaba cerrando el sobre y envi¨¢ndolo¡±. Y se r¨ªe: ¡°Si lo hubiera pensado m¨¢s, a lo mejor me habr¨ªa dado verg¨¹enza y no lo habr¨ªa hecho¡±.
En 1981, despu¨¦s del intento de golpe de Estado, cuando ten¨ªa 18 a?os, escribi¨® al Rey agradeci¨¦ndole su actitud y pidi¨¦ndole una foto dedicada. La recibi¨® a trav¨¦s de Sabino Fern¨¢ndez Campos
Cuando le pregunto si alg¨²n d¨ªa le gustar¨ªa dedicarse a la pol¨ªtica, vuelve a responder sin componendas ni ambig¨¹edades: ¡°Me gusta la cosa p¨²blica. Si me preguntas si me ir¨ªa a la empresa privada te contesto enseguida que no¡±. Y lo repite tres veces, con ¨¦nfasis: ¡°No, no. No¡±. Luego contin¨²a hablando: ¡°Pero a la pol¨ªtica, s¨ª. Primero har¨ªa falta que alguien pensara que yo podr¨ªa hacer algo distinto a lo que hago ahora y que yo tuviera el convencimiento de que soy capaz de lograr lo que se me propusiera. Pero me gustar¨ªa asumir nuevos retos, y creo que los que amamos la cosa p¨²blica estamos para eso. Tomar¨ªa en consideraci¨®n el problema de las puertas giratorias, que es un tema importante y relevante, pero esa duda nunca me frenar¨ªa¡±.
Le gusta la cosa p¨²blica porque sue?a con un pa¨ªs mejor. ¡°Son tiempos tristes, muy tristes, y creo que hace falta todav¨ªa reivindicar la Ilustraci¨®n. A aquellos pensadores de la segunda mitad del XVIII, Diderot, Voltaire o Rousseau. Si a muchos ciudadanos de hoy les expusi¨¦ramos lo que ellos pensaban les parecer¨ªa revolucionario¡±.
Ante la pregunta de si se plantea dedicarse a la pol¨ªtica, el juez es claro: "Me gustar¨ªa asumir nuevos retos, y creo que los que amamos la cosa p¨²blica estamos para eso"
Pero es solo moderadamente optimista: ¡°La educaci¨®n es la clave de todo. Una educaci¨®n seria, abierta, en valores que refuercen la ¨¦tica p¨²blica, que es la que nos permite luego tener nuestra ¨¦tica privada. Lo que pasa en Espa?a es que cada uno traslada su ¨¦tica privada a la esfera p¨²blica, ese es el problema, y ah¨ª es donde tiene que intervenir la educaci¨®n: inculcando valores antes de que los prejuicios se instalen. Muchos de los que se ocupan de la educaci¨®n tratan de perpetuar sus privilegios para impedir que todo cambie. Dicen: ¡®Es que ustedes quieren adoctrinar¡¯. Pues s¨ª, queremos adoctrinar en valores que nos definen a todos como miembros de una cultura occidental¡±.
Hace una pausa, mira hacia el infinito y reflexiona: ¡°Pero t¨² y yo no vamos a llegar a ver esos cambios. Ojal¨¢, pero creo que no¡±.
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