La decisi¨®n de la se?ora May
Las nuevas pol¨ªticas de la premier brit¨¢nica huelen a nacionalismo xen¨®fobo, tienen el color del nacionalismo xen¨®fobo y son nacionalismo xen¨®fobo
Owen Jones, el joven escritor brit¨¢nico, dice que lo m¨¢s sorprendente para nuestros descendientes ser¨¢ que todo lo que hemos vivido durante los a?os de la crisis se haya hecho pasar por normal, por algo racional y defendible, y que las instituciones gobernadas por la ¨¦lite hayan intentado, y en gran medida conseguido, desviar la ira de la gente hacia quienes menos responsabilidad y poder tienen, el extranjero, el emigrante o el refugiado. (La cita procede del libro Periodismo en reconstrucci¨®n, de Josep Carles Rius).
La primera ministra brit¨¢nica, Theresa May, una pol¨ªtica conservadora, pero no especialmente caracterizada hasta ahora por sus posiciones extremistas, se ha despachado esta semana con un discurso xen¨®fobo y nacionalista, digno de una amiga de Oswald Mosley en los a?os 30. Por lo que se ve, la soluci¨®n a los problemas de los trabajadores nativos brit¨¢nicos, a los que su gobierno piensa proteger, es empezar a hacer la vida imposible a los trabajadores no nativos. Algunos pretenden quitar importancia a su decisi¨®n de obligar a las empresas a hacer p¨²blica su lista de trabajadores no brit¨¢nicos y piden comprensi¨®n. La sangre no llegar¨¢ al r¨ªo, tranquilidad, es normal que la se?ora May recoja el sentir de una parte de sus votantes, partidarios del Brexit. Pero la decisi¨®n de la se?ora May no es normal. Solo tiene una explicaci¨®n posible y un objetivo, ambos f¨¢cilmente reconocibles y muy antiguos: alentar la pura xenofobia, para dirigir la ira de los votantes contra enemigos imaginados. Y no se trata en absoluto de algo razonable, ni tiene defensa posible. Huele a nacionalismo xen¨®fobo, tiene el color del nacionalismo xen¨®fobo y es nacionalismo xen¨®fobo.
La xenofobia ha sido tradicionalmente promovida por formaciones de extrema derecha. La hemos visto desarrollarse en Hungr¨ªa y en otros pa¨ªses de la Europa central de la mano de partidos ultranacionalistas, que encajan bien con esa definici¨®n ideol¨®gica. Ha aparecido en Estados Unidos de la mano de Donald Trump, un populista extremista mucho m¨¢s f¨¢cilmente asimilable a ideolog¨ªas de extrema derecha que al republicanismo tradicional. En Francia, la xenofobia alimenta al Frente Nacional y en Alemania, a la nueva formaci¨®n AfD. En Holanda se identifica con el Partido de la Libertad, de Geert Wilders, y en Finlandia, con los ¡°aut¨¦nticos finlandeses¡± y con un grupo de imb¨¦ciles que se hace llamar Soldados de Odin y pretende patrullar por su cuenta las fronteras.
?C¨®mo es posible que todo esto nos est¨¦ pareciendo normal, ligeramente molesto en el peor de los casos, pero m¨¢s o menos l¨®gico ante la presi¨®n inmigratoria que sufren algunos de esos pa¨ªses? ?L¨®gico? ?Conforme a las reglas de la raz¨®n? Desde luego que no. Nada de todo esto se sostiene con las reglas de la raz¨®n, ni en Gran Breta?a ni en ning¨²n otro lado. Se sostiene exclusivamente como maniobra pol¨ªtica de quienes no son capaces o no creen posible cambiar las condiciones socioecon¨®micas adversas en las que se mueve una parte de su electorado y piensan que podr¨¢n controlarles dirigiendo su ira en otra direcci¨®n.
Lo que ha hecho Theresa May escandalizar¨¢ a nuevas generaciones de brit¨¢nicos. Se ha dirigido a la clase trabajadora brit¨¢nica, a la que muchos otros obreros del mundo le deben grandes cosas, para intentar ponerles en contra de otros trabajadores. Se ha dirigido a ¡°the ordinary working-class people¡± para decirles, en un lenguaje con enga?osas resonancias del viejo laborismo, que comprende su enfado con los ¡°ricos y poderosos¡± y a continuaci¨®n, ha intentado enfrentarlos con ¡°la gente com¨²n de la clase trabajadora¡± que vive en la puerta de al lado. Esto no tiene que ver con el Brexit. Esto es otra cosa. M¨¢s grave.
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