Autoridad
Nada resulta tan infantil, tan inmaduro, como identificar la autoridad con la arrogancia, los desaf¨ªos y la violencia de cualquier tipo
En cualquier familia o grupo de amigos, siempre hay alguien que se encarga de curar las heridas. Nunca es la persona que m¨¢s chilla. No le gusta jurar, ni dar golpes en las mesas. Suele tener sentido del humor, responsabilidad y paciencia, esa calma interior que identificamos con el buen car¨¢cter. No necesita m¨¢s para tomar caf¨¦ un d¨ªa con uno, invitar a otro a una copa, llamar por tel¨¦fono a un tercero, y as¨ª, antes o despu¨¦s, conseguir que todos recuerden que existen cosas m¨¢s importantes que sus intereses moment¨¢neos. El cari?o, el largo camino que han recorrido juntos, la memoria compartida, la vida por delante. Cuando se restablece la paz, no se le atribuye en voz alta, pero nadie discute su autoridad. Porque quienes son capaces de resolver conflictos ejercen un poder pac¨ªfico y profundo, que emana de su propia calidad y les sit¨²a por encima de los que se dejan arrebatar por la ira. Esa figura ha desaparecido de la pol¨ªtica espa?ola, un ¨¢mbito furioso donde s¨®lo sobreviven los gritos, los pu?os cerrados, las ansias de venganza. El Parlamento catal¨¢n convoca un refer¨¦ndum unilateral, el Gobierno en funciones celebra que el Constitucional pida el procesamiento de su presidenta, la gestora del PSOE advierte que no va a tolerar diputados d¨ªscolos y los presuntos referentes morales de los partidos intervienen para pedir m¨¢s sangre. La falta de Gobierno parece producir el mismo efecto que la ausencia de la maestra en un aula de primaria. Nada resulta tan infantil, tan inmaduro, como identificar la autoridad con la arrogancia, los desaf¨ªos y la violencia de cualquier tipo. Cuando la maestra vuelve a su mesa, los ni?os dejan de alborotar. No distingo en el horizonte pol¨ªtico ninguna autoridad comparable a la suya.
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