Pavor
Y, como pasa con todas las cosas que realmente importan, nunca nadie pregunta. Menos mal
Siempre preguntan lo mismo: si a uno, periodista, no le da miedo hacerse da?o escuchando las historias dolorosas de la gente. A m¨ª no. Lo que me da pavor es la escritura, ese bicho inhumano. Sucede que a veces uno escribe algo, y ese algo se lo lleva todo; escribe, digamos, un texto que se comporta como un agujero negro que absorbe los recursos, las formas, y uno queda hueco como un edificio interrumpido. En apariencia, todo funciona correctamente. Pero nada funciona correctamente. Durante d¨ªas, quiz¨¢s semanas, quiz¨¢s meses, uno contempla, anestesiado y l¨²cido, la herrumbre hep¨¢tica de frases que reptan sin despertar. Desde el umbral yermo de esa tierra inc¨®gnita, sin adentrarse en ella porque no se sabe c¨®mo, sin posibilidades de retroceder porque no se puede, uno observa a la escritura mutar y retorcerse como quien espera la desesperante evoluci¨®n de una enfermedad blanda. No se trata de no poder escribir, porque uno siempre escribe. Se trata de haber tra¨ªdo al mundo un cordero malsano de dios, maldito y bendito, que se cobr¨® su precio y se lo llev¨® todo. Yo escrib¨ª hace poco un texto as¨ª. No importa cu¨¢l (es cosa m¨ªa). Y permanec¨ª por un tiempo mirando esos r¨ªos petrificados de palabras, pregunt¨¢ndome: ?d¨®nde est¨¢ el agua, d¨®nde est¨¢n los peces? Rogando que alguien me dijera: ¡°Basta¡±. Rogando que alguien me dijera ¡°par¨¢¡±. Queriendo ser otra cosa. Un vendedor de autos. Un alba?il. Un tenista. No alguien que escribe. Despu¨¦s, de pronto, todo vuelve, y es como siempre fue y es, tambi¨¦n, la perfecta otra cosa. Y, cuando todo vuelve, uno no se pregunta cu¨¢ndo ser¨¢ la pr¨®xima vez, el pr¨®ximo pavor, el pr¨®ximo desastre. Uno, simplemente, sigue. Es pat¨¦tico, es doloroso, es humillante y es aterrador. Y, como pasa con todas las cosas que realmente importan, nunca nadie pregunta. Menos mal.
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