El ascensor de Einstein
Los experimentos mentales han desempe?ado un papel importante en el desarrollo de la ciencia. Pero, ?cu¨¢les son sus l¨ªmites?
?La relaci¨®n entre el cine y los sue?os, planteada la semana pasada, ha dado lugar a interesantes comentarios, en los que, como era de esperar, se repiten los nombres de algunos grandes realizadores, entre los que destacan Alfred Hitchcock y Akira Kurosawa (cabr¨ªa a?adir a Federico Fellini), que no solo mostraron en la pantalla los sue?os de algunos de sus personajes m¨¢s enigm¨¢ticos, sino que hicieron un cine marcadamente on¨ªrico. Sin olvidar algunos cl¨¢sicos -como Mujeres so?adas, de Ren¨¦ Clair, o La vida secreta de Walter Mitty, de Norman McLeod- articulados alrededor de los sue?os y enso?aciones diurnas de los protagonistas.
Queda pendiente (y es de suponer que lo estar¨¢ durante mucho tiempo) la doble cuesti¨®n de los l¨ªmites de la imaginaci¨®n y de si los sue?os son reducibles a productos audiovisuales. Desde muy antiguo (probablemente desde los albores de la humanidad), los sue?os se han considerado material interpretable y se han formulado diferentes teor¨ªas sobre su significado (la m¨¢s famosa e influyente es la que Sigmund Freud propone en La interpretaci¨®n de los sue?os), pero su estudio cient¨ªfico entra?a grandes dificultades.
Los experimentos mentales
El estudio de los sue?os no es el ¨²nico campo en el que la imaginaci¨®n va por delante de la experimentaci¨®n. Incluso se podr¨ªa decir que continuamente, sin casi darnos cuenta, en nuestra vida cotidiana efectuamos ¡°experimentos mentales¡± para intentar anticipar el resultado de determinadas conductas o decisiones, y en la mayor¨ªa de las ciencias desempe?an un papel fundamental (por no hablar de las matem¨¢ticas, donde todos los experimentos son mentales).
En estas mismas p¨¢ginas hemos hablado del diablillo de Maxwell, la habitaci¨®n china de Searle, el gato de Schr?dinger y otros famosos experimentos mentales; pero sin duda el m¨¢ximo exponente de esta sutil t¨¦cnica es Albert Einstein, que, dando un nuevo e inusitado impulso al concepto de Gedankenexperiment de su maestro Ernst Mach, se dedic¨® a perseguir un rayo de luz con su imaginaci¨®n hasta alcanzar la teor¨ªa de la relatividad especial, y luego se encerr¨® en un ascensor en ca¨ªda libre o en acelerada ascensi¨®n hasta dar con la teor¨ªa de la relatividad general. (Por cierto, ?de d¨®nde procede la ilustraci¨®n que encabeza este art¨ªculo y qu¨¦ tiene que ver con todo esto?).
El problema es que? algunos de estos Gedankenexperiment est¨¢n tan lejos de nuestras posibilidades de comprobaci¨®n que, por el momento (y puede que por mucho tiempo), son entelequias equiparables a las de la ciencia ficci¨®n
En la actualidad, la f¨ªsica ha llegado a un punto en el que algunos experimentos y comprobaciones requieren la construcci¨®n de gigantescos telescopios, enormes aceleradores de part¨ªculas o costos¨ªsimas sondas espaciales, y otros (como los relacionados con los agujeros negros) son sencillamente inviables, por lo que los experimentos mentales est¨¢n a la orden del d¨ªa. El problema es que, al igual que algunas teor¨ªas, como la de curdas en sus distintas versiones, algunos de estos Gedankenexperiment est¨¢n tan lejos de nuestras posibilidades de comprobaci¨®n que, por el momento (y puede que por mucho tiempo), son entelequias equiparables a las de la ciencia ficci¨®n (de hecho, algunos cient¨ªficos recurren a los relatos futuristas para exponer sus teor¨ªas).
Propongo a mis sagaces lectoras y lectores que planteen sus propios experimentos mentales, o que comenten algunos de los que a¨²n no hemos abordado, como el de la Tierra Gemela de Putnam, el del violinista de Thompson, el de las personas que se dividen como amebas de Parfit¡
Carlo Frabetti es escritor y matem¨¢tico, miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York. Ha publicado m¨¢s de 50 obras de divulgaci¨®n cient¨ªfica para adultos, ni?os y j¨®venes, entre ellos Maldita f¨ªsica,Malditas matem¨¢ticas o El gran juego. Fue guionista de La bola de cristal.
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